El canto del cuco
¿Santiago y cierra España?
El mito de la tumba del apóstol, gran descubrimiento medieval, con el genial invento del Camino, sirvió para unir a los pueblos y poner los cimientos de la construcción de Europa
Santiago era la fiesta mayor en el corazón del verano, fiesta de guardar en honor del patrón de España. Por un día se paralizaba la recogida de la cosecha, descansaban las hoces en los tajos, y los trillos en las eras. Las caballerías dejaban de acarrear la mies por los caminos polvorientos entre el sonido monocorde de las chicharras y, por un día, retozaban, alegres, en la dula de la dehesa. Mientras la misa mayor, las ovejas sesteaban apiñadas a la sombra de los robles en la entrada de La Mata. Así fue toda la vida desde antiguo, pero cuando llegaron las máquinas y ocurrió el gran éxodo rural, decayó también la fiesta del patrón, lo mismo que el antiguo patriotismo, hoy denostado por la progresía y reivindicado por los del otro lado, que claman de nuevo, fervorosamente, ante la invasión migratoria, por la reaparición de la figura guerrera de «Santiago Matamoros», –¡Santiago y cierra España!– montado en su caballo blanco frente a la morería, como en la batalla de Clavijo.
Para la Iglesia, Santiago es fiesta de precepto con obligación de ir a misa; para las autoridades civiles, excluida Galicia donde este día brilla el botafumeiro de la fiesta mayor, no es más que un día cualquiera; así lo establece el calendario laboral. Es una de las discordancias más claras y significativas entre la España católica y la España laica. Sin embargo, estas dos Españas caminan juntas por el Camino de Santiago, cada vez más concurrido. Unos lo recorren como peregrinos y otros como simples caminantes, pero todos, lo confiesen o no, llevan a cabo un ejercicio de búsqueda de uno mismo y una cierta aventura espiritual. El mito de la tumba del apóstol, gran descubrimiento medieval, con el genial invento del Camino, sirvió para unir a los pueblos y poner los cimientos de la construcción de Europa.
Santiago el Mayor fue un humilde pescador de Galilea, nacido en Betsaida, que se convirtió en uno de los discípulos predilectos de Jesús de Nazaret, junto con su hermano Juan y con Pedro, también pescadores. Murió a manos de Herodes Agripa el año 48 en Jerusalén. Fue el primer apóstol martirizado. Lo demás, incluida la misteriosa traída de su cuerpo a Compostela, entra de lleno en el campo de los mitos y los prodigios. En todo caso su figura histórica, aunque fuera apodado en vida «hijo del trueno», no encaja con la de «Matamoros», que aún figura, montado a caballo con una espada en la mano, en el centro del altar mayor de alguna iglesia de España.