Quisicosas

Silencio eterno

De una manera ibérica y sádica, la única sentenciada para siempre fue Francisca Cañadas, que se recluyó en su cortijada y permaneció en silencio, de luto y soltera, hasta su muerte

Una sepultura sin nombre es una condena que llevan los muertos de la cunetas, los soldados desconocidos y los cadáveres sin identificar. Me ha resultado impresionante saber que Francisca Cañadas, la protagonista del desgraciado «Crimen de Níjar», tiene una tumba así. El sepulturero y la familia se han conjurado para que nadie sepa dónde yace la mujer que tuvo el arrojo de fugarse a los 19 años con su primo, en el amanecer de su boda con otro.

Me estremece esa lápida blanca que finge un túmulo vacío. García Lorca jamás imaginó que, al divulgar en «Bodas de Sangre» estos sucesos que leyó en la prensa, condenaba de por vida a Paca Cañadas a una insaciable curiosidad ajena. Y es que Paca somos un poco todos los que buscamos el amor. Te recuerdo, lector, los hechos. Un aparcero nijareño próspero –Frasco Cañadas– con varias hijas, que favorece a Paca en la herencia porque, debido a una cojera infantil, parece condenada a la soltería. Una hermana envidiosa, Carmen, que planea con su marido, José Pérez, casar a la renca con el hermano de éste, Casimiro Pérez, para «dejar en familia» el cortijo y el dinero heredados por Paca. Y un amor secreto entre la protagonista y su primo hermano, Francisco Montes Cañadas. En la zona hace tanto calor que a la boda, fijada para el 23 de julio de 1928 en el próspero Cortijo del Fraile, acuden los invitados en la noche del 22 al 23. El novio se retira a descansar y la novia huye entre sombras con su enamorado, a lomos de una caballería. Por el camino se topan con Carmen y su marido, que los descubren y tiran de armas. José mata a Francisco Montes y Carmen se abalanza sobre su pobre hermana, a la que deja herida entre arbustos de cornicabra, donde la encuentra la guardia civil, con la ropa desgarrada. Cuando el crimen se aclara, José y Carmen van a prisión. Ella, por apenas 15 meses, y el otro, por ocho años que son amnistiados con la llegada de la república. El suceso lo tiene todo: avaricia, pasión, violencia e inspira a la escritora Carmen de Burgos, que publica «Puñal de Claveles», y a Federico.

Los implicados harán con el tiempo sus vidas. El asesino, José, fallece al poco de tifus. El novio burlado se casará y tendrá hijos. Murió en 1990, a los 92 años. Carmen cuidará a sus vástagos. De una manera ibérica y sádica, la única sentenciada para siempre fue Francisca Cañadas, que se recluyó en su cortijada y permaneció en silencio, de luto y soltera, hasta su muerte en 1987.

Vengo ahora de la tierra de mis sueños con la pena suave por su extraño silencio post mortem. Señalada por todos como la ramera que provocó una tragedia nupcial, Paca busca inútilmente el olvido. «Sólo lo sabe quien lo tiene que saber» me han dicho del lugar de su sepultura.