Tribuna
La suplantación de la autoridad moral
Esta deriva del sistema de las NNUU no es nueva. Su alineamiento con determinados planteamientos ideológicos viene de lejos
Las NNUU tienen dos grandes sistemas de financiación. El más importante es el que constituyen las aportaciones obligatorias que deben realizar los estados miembros, en función de varios parámetros teóricamente objetivos, aunque la realidad es que el 50% son aportadas por EEUU y la Unión Europea. Con estas aportaciones se sufragan los gastos básicos de cada organización: el personal, los edificios, los gastos de funcionamientos y lo que se suele llamar “El programa regular”. Todos estos gastos son aprobados por las asambleas generales y vigilados por los respectivos consejos.
El otro sistema lo suponen las aportaciones voluntarias privadas o públicas. Las aportaciones privadas se canalizan de dos formas: Aportaciones para programas voluntarios o pago directo a personal o instituciones que trabajan al servicio del sistema, fundamentalmente los denominados Relatores, o “expertos independientes” que no son empleados de las NNUU pero trabajan para ellas en misiones concretas. Desempeñan un papel fundamental en la deriva de la ONU hacia posiciones fuertemente ideologizadas. Muchos trabajan desde sus empresas o fundaciones de origen, de las que cobran. Es lo habitual, especialmente para los tres principales donantes del sistema: La Fundación Open Society de Soros, la Fundación Ford y la Bill y Melinda Gates. Otros trabajan en grupos influyentes, como Amnistía Internacional, los grandes grupos ecologistas o Microsoft.
El alineamiento con los postulados, digamos “progresistas” es general. Se podrían poner multitud de ejemplos, pero en aras de la necesaria brevedad que impone un artículo vamos a referirnos solo a tres: La relatora especial para la salud, Tlaleng Mofokeng (*), médica especializada en abortos y activista abortista en varias ONGs feministas africanas, financiadas por Open Society. Apoya el aborto como un “acto radical de amor propio”. El Relator especial para la libertad religiosa(**), particulariza en sus informes “las graves consecuencias de la islamofobia para el disfrute de todos los derechos”. La última perla la ha aportado el experto independiente de la ONU sobre la protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género, Víctor Madrigal Borloz(***), que propone sutilmente que los gobiernos deberían imponer limitaciones a las religiones para forzarlas a adaptarse a las prácticas LGTBI. Es coherente hacerse preguntas al respecto. Por ejemplo, ¿se está facilitando por la ONU que unos activistas ideológicos difundan sus obsesiones al mundo entero en materia de derechos humanos?.
Por su parte, la OMS recibe importantes donaciones para programas específicos, muchas de las cuales proceden de los grandes laboratorios, entre los que destacan a su vez los colaboradores con organizaciones abortistas. Su principal donante es MERCK que exige dedicar su aportación a los famosos derechos reproductivos. O sea al aborto.
Esta deriva del sistema de las NNUU no es nueva. Su alineamiento con determinados planteamientos ideológicos viene de lejos. También sus directivos suelen proceder de los mismos ámbitos político – culturales. Como consecuencia, en muchos círculos se está extendiendo la desconfianza hacia un sistema de cooperación multinacional insustituible, que realiza funciones fundamentales para el progreso y la convivencia en el mundo.
Esta desconfianza hacia el sistema se refuerza por sus evidentes vínculos con los protagonistas de un determinado modelo de globalización y por su falta de imparcialidad entre las diferentes posiciones sociopolíticas que protagonizan los debates más significativos para el mundo del mañana. Muchos de esos debates tienen raíces culturales, religiosas, filosóficas e incluso científicas. Y en ellos ha sido relevante la presencia de un modelo de “autoridad moral”, generalmente respetado y que ha ayudado al mundo a ser como es. Un modelo encarnado en determinados liderazgos morales que ahora se pretende subvertir.
A mi modo de ver, no se corre el riesgo de que se imponga una autoridad global de carácter político, ni que se produzca una difuminación de las identidades nacionales en un marco transnacional progresivamente uniforme. El verdadero riesgo procede del intento de sustitución de esa autoridad moral por otra, ya no basada en convicciones, racionales, científicas, filosóficas, culturales, pero ante todo religiosas, sino en argumentos puramente ideológicos. Y el sistema de las NNUU está siendo utilizado en ese proyecto de sustitución.
En este contexto la agenda 2030 juega un importante papel. Es difícil discutir la bondad de sus objetivos de desarrollo sostenibles (ODS) considerados uno a uno. En general pueden ser razonablemente asumibles. Pero el conjunto, y sobre todo las interpretaciones que se hacen de los mismos desde el complejo conjunto de “relatores”, “expertos independientes” y “ONGs humanitaristas” son harina de otro costal. Ellos y los poderes económicos que les apoyan carecen de legitimidad para imponer agendas y modelos culturales. Pero gracias a ellos, la agenda puede llegar a convertirse en una punta de lanza en el descrito proceso de sustitución de la “autoridad moral”.
Por ello es preocupante el alineamiento acrítico de muchos líderes sociales con esta determinante Agenda. Especialmente sorprende su penetración entre los dirigentes de las iglesias cristianas, que han constituido hasta ahora uno de los focos más luminosos e influyentes de autoridad moral. No puede ser bueno que esa autoridad se difumine hasta resultar irreconocible. Al contrario, hay que renunciar a fáciles y acomodaticias alineaciones. Y desde luego dejar de utilizarla como un elemento cuasicatequético más. Paralelamente habrá que participar en los foros en los que se promueve la agenda para que su aplicación recupere la neutralidad imprescindible para hacerla legítima. Lo contrario contribuirá a debilitar aún más lo que resta de una autoridad que se ha legitimado durante siglos como un elemento esencial para el avance de la moralidad en la conciencia humana.
Antonio Flores Lorenzoes ingeniero agrónomo, historiador y antiguo representante de España en la FAO.
NOTAS
(*) Tlaleng Mofokeng. La guerra global de Trump contra la libertad reproductiva. Planeta Futuro. El País. Agosto 2018.
(**) Ahmed Shaheed. Relator especial sobre la libertad de religión y de creencias de la ONU alerta de que la islamofobia ha llegado a proporciones epidémicas. Europa Press. 5 marzo 2021.
(***) Víctor Madrigal Borloz. Experto independiente sobre la orientación sexual y la identidad de género de la ONU. Proyecto de Informe sobre la libertad de religiones y creencias y protección contra la violencia y discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género. Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Ginebra, junio 2023.
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