El trípode

La «templada» legislatura sanchista

Escuchar a Sánchez calificar a la legislatura que tiene por delante así, como de «templada», confirma que sin duda vive en otra realidad distinta a la de los españoles

Un oxímoron es una contradicción existencial, como afirmar que un círculo es cuadrado o que una línea recta tiene curvas. Una cosa no puede ser y no ser simultáneamente. Esto mismo podemos aplicarlo al sanchismo, macedonia «templada» de siglas separatistas, comunistas, ultra populistas y bildus. Escuchar a Sánchez calificar a la legislatura que tiene por delante así, como de «templada», confirma que sin duda vive en otra realidad distinta a la de los españoles. Eso sí, su «templanza» es para desmarcarse de una oposición «desnortada y faltona, que solo sabe insultar», porque su concepto de la oposición es la de aquella que le permite superar las contradicciones en las que le sitúa su macedónico conjunto de socios en cuestiones esenciales para España. Cuestiones como la unidad nacional, la seguridad y defensa, la Constitución, la forma de Estado o la libre empresa, por ejemplo, que son incompatibles con esa macedonia de siglas en las que él se apoya. Con la ayuda de ellos Sánchez pretende seguir en La Moncloa los lunes, miércoles, viernes y fines de semana, y los martes y jueves hacerlo gracias a una auténtica «oposición de Estado». Porque para él una oposición seria, responsable y digna de tal condición, requiere que acepte su permanencia en el poder como un «bien de Estado». Eso sí, todo ello para impedir que pueda gobernar la ultraderecha, «la extrema derecha» y la derecha extrema».

Sánchez vive en un país imaginario que confunde con su PSOE, que se adapta a sus «cambios de opinión» como una mascota al silbido de su amo. Así, con ese partido y sus socios, su jefe se atreve a afirmar con absoluto cinismo que la ley de amnistía «representa genuinamente los principios y valores de la Constitución». Y que con Puigdemont y Junqueras se va a reunir «no una, sino cuantas veces sean necesarias». Es la misma persona que hasta el 23-J reiteraba lo contrario con la misma aparente convicción con la que ahora se atreve a decir eso. Y que afirmaba que traería a Puigdemont a España para responder ante la Justicia, y ahora le suplica sus siete votos al precio de la ignominia de España y la autoestima de los españoles.

Cuando un presidente del Gobierno es capaz de mentir así y defender una cosa y la totalmente contraria sin ningún problema, mientras su partido aplaude unánimemente esa conducta, hay que concluir obligatoriamente que en España tenemos un problema muy grave. Sin ética pública ni tampoco privada. Las siglas PSOE ya están contaminadas por su carencia de principios y su patética sumisión a Sánchez.