Venezuela

De Maduro, el chicunyunga y otros virus venezolanos

Uno no puede menos que admirar la heroica resistencia de Nicolás Maduro frente a la conspiración mundial. Por lo visto, nada de lo que sucede en Venezuela responde a las leyes de la física elemental, de la causa y sus efectos. No. Un Macondo, pero delirante. Se hace difícil, si no imposible, seguir el hilo de unos acontecimientos que la mordaza a la Prensa y la cooptación del Poder Judicial por parte del Palacio de Miraflores presenta fragmentarios, a brochazos. Por ejemplo, se acaba de destituir al ministro del Interior, el general Miguel Rodríguez Torres, anterior jefe de los servicios de inteligencia venezolanos, que llevaba un año investigando supuestas conspiraciones e intentos de magnicidio, con tanta discreción como, por los resultados, ineficacia. Y eso que el presidente Maduro las ha denunciado de todos los tipos. Desde una «guerra biológica» desatada por la derecha, que explicaría la epidemia de chicungunya que se extiende por el país –7.072 casos detectados hasta el 14 de octubre–, hasta la bajada de los precios del crudo, sin duda fruto de una maniobra capitalista destinada exclusivamente a fastidiarle la única fuente de divisas, pasando por la manida «guerra económica».

Del chicungunya hay poco que decir. Se trata de un virus africano que se trasmite por el mosquito «aedes aegypti» y que se ha extendido al continente americano desde la República Dominicana. Aunque cursa como una gripe a lo bestia, su baja tasa de mortalidad –uno por mil– lo mantiene alejado de las primeras páginas de los periódicos. Dado que en Venezuela, con el sistema de salud pública hecho migas, también prosperan el dengue –55.000 casos hasta septiembre– y la malaria –28.000 infectados hasta mayo–, y no parece que la malvada ultraderecha tenga que esforzarse mucho en la guerra biológica. Basta con dejar que funcione la alianza entre la naturaleza y la incuria gubernamental. (¡Y pensar que el dengue estaba casi erradicado a principios de la década de los 70!)

Respecto a los precios del petróleo, la cosa es más compleja y admite todo tipo de especulaciones. Incluso la que explica la bajada como una maniobra de los países del Golfo para dejar sin rentabilidad las nuevas explotaciones de gas de esquisto norteamericanas. Ya se sabe: con el petróleo barato no compensa el «fracking». Pero volviendo a nuestro general y ministro, no deja de ser una ironía que se le destituya justo cuando ha surgido una conspiración de verdad que investigar. Se trata del doble asesinato del diputado chavista Robert Serra y de su compañera, apuñalados en su domicilio. Aunque para Nicolás Maduro el asunto está zanjado –es un crimen de los paramilitares colombianos dirigidos por su odiado Álvaro Uribe, sospechoso habitual de todo lo que acontece–, la investigación que llevaba a cabo el ex ministro Rodríguez Torres no descartaba la hipótesis de un ajuste de cuentas entre diversas facciones del chavismo. Ajuste que, también, habría costado la vida, esta vez a manos de la Policía, al jefe de uno de los grupos de choque del régimen, José Odreman, y a otros cuatro miembros del colectivo «escudo de la Revolución». Lástima, porque nos quedaremos sin saber quién mató a Serra, que era uno de los «jóvenes turcos» del partido bolivariano, con un gran futuro en la revolución.