M. Hernández Sánchez-Barba
Vitoria y las relaciones internacionales
La trascendencia de la doctrina de Vitoria fue visible en un triple campo intelectual: el pensamiento jurídico, las universidades como ejes fundamentales de discusión e investigación y la justificación teológica del dominio de España en América.
El Descubrimiento de América –dejando al margen la pugna mantenida por Colón y sus hijos defendiendo que había sido el almirante su promotor y realizador– puso en el telar de la historia la sustancia de la política internacional. También situó sobre el tapete la conveniencia de que los creadores del Estado moderno promoviesen el ejercicio del poder en beneficio de la mejora de la situación social de los gobernados. También, por supuesto, otra serie de problemas legados al dominico Francisco de Vitoria por Santo Tomás de Aquino, que el catedrático de Teología de la Universidad de Salamanca se esforzaría en adaptar a los habitantes de América y a la mentalidad de la época.
Vitoria se vio obligado a atacar las doctrinas aristotélicas acerca de la esclavitud en cuanto pudiesen considerarse causa de privación de derechos de gobierno. Seguidamente, rechazó la doctrina canónica de la monarquía universal del Papa según la doctrina medieval del Ostiense. E inmediatamente, hubo de argumentar y defender los derechos que debían justificar y defender la presencia soberana de España y la Monarquía española de América. Es decir, de los títulos otorgados, cuáles eran justos y cuáles podían considerarse injustos. Señaló con fuertes argumentos que los títulos justos eran los derechos de comunicación, tanto para la expansión evangelizadora como misión cristiana de predicación, cuanto para el ejercicio del comercio como medio idóneo de relación y complementariedad de civilización.
Ello hizo que la trascendencia de la doctrina de Vitoria fuese visible en un triple campo intelectual: el pensamiento jurídico, las universidades como ejes fundamentales de discusión e investigación y la justificación teológica del dominio de España en América. En el campo del Derecho Internacional la obra y el pensamiento de Vitoria han sido decisivos, ampliamente estudiados y discutidos. Desde el año 1934 en que se publicó la investigación doctoral de Federico Puig Peña, «La influencia de Francisco de Vitoria en la obra de Hugo Grocio (1583-1645). Los principios del Derecho Internacional a la luz de la España del siglo XVI».
La obra, en efecto, supuso no sólo un planteamiento esencial para la historia de las relaciones internacionales, sino que provocó el interés de un gran investigador del tema, el dominico Luis González Alon-so-Getino, que, a partir de 1935, inició una investigación extraordinariamente importante y publicó una serie de obras en las cuales se demuestra la influencia del pensamiento de Vitoria sobre el de Hugo Grocio. Hace referencia a la obra de este «Mare Liberum», publicada en 1609, aunque ya compuesta en 1606. En la obra maestra de Grocio, «De Iure Belli ac Pacis» (1625) se cita a Vitoria en cincuenta y ocho ocasiones; a Diego de Covarrubias, cincuenta y dos; y a Vázquez de Menchaca, treinta y una veces. La influencia de la «Reelección» de Vitoria, «De Iure Belli», en la obra de Grocio es notoria, así como la de otros profesores e investigadores de la Universidad de Salamanca.
Idéntica influencia directa del pensamiento español del Siglo de Oro sobre la obra de Grocio se aprecia en la erudita obra de Alberico Gentili (1552-1608), de religión protestante, que ocupó la cátedra de Derecho en Oxford, en su «De Iure Belli» (1588), publicada en Londres en 1612, donde los más importantes están escritos poco después de la muerte de Francisco de Vitoria, aunque sin hacer la cita oportuna.
El estudio de las Relaciones Internacionales ha alcanzado conclusiones de primera importancia en las universidades. Éstas deben considerarse el «hogar» donde confluyen las más diversas fuerzas profundas que han llevado al primer plano las estructuras de relación histórica, interacción temporal y de pensamiento, que permiten calibrar y valorar las relaciones de los Estados, de modo que se pueda estar en condiciones de comprender las razones, sentimientos e ideas confluyentes en esa materia científica. Que es, además, un camino brillante para una oferta sobre las vías de investigación universitaria hacia los archivos documentales donde se guardan las respuestas científicas a las relaciones internacionales, no sólo de los Estados sino también de las economías, sociedades, civilizaciones y religiones, es decir, de las estructuras históricas.
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