Con su permiso
Y la UCO mandó callar
El miedo de los socios del Gobierno a que gane la derecha es menos soportable que la corrupción amiga
Va a ser que no son los jueces. No soltaba la izquierda más allá del PSOE, e incluso algunos osados de la casa y el propio Gobierno, la matraca de que todo esto de las imputaciones, procesamientos, interrogatorios y demás cañonazos judiciales que cercan a la élite gobernante son cosa del «loufer», o sea, la utilización de la estructura legal de manera torcida e interesada para perjudicar a políticos de signo contrario. Jueces fachas a por un acosado gobierno democrático. Cándido, que peca de hacer honor a su nombre, pero no tanto como para considerarse imbécil, tiene serias dificultades para creer que en un sistema garantista como el español, en el que antes de que una sentencia judicial sea firme pasa el caso por no menos de tres manos o hasta seis distintas, pueda darse con tanta ligereza esa cosa de los jueces que actúan movidos por apego político antidemocrático. Más allá, naturalmente, de la cercanía reconocida, aceptada y bendecida por los propios partidos políticos, con el reparto ideológico del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. Un juez de instrucción es eso, instructor, y su prestigio en la carrera depende de que el asunto que se va a juzgar llegue al tribunal que habrá de hacerlo con la documentación más limpia, clara y consistente. Sobre esas pruebas y su contundencia, decidirá el juez a cargo del tribunal sentenciador, y con la letra de la sentencia habrá instancias superiores que terminen de decidir sobre la cosa juzgada. Señalar a un juez concreto por sus implicaciones ideológicas y hablar por ello de «loufer» es desconocer el derecho procesal español o manipular. Lo mismo le da que le da lo mismo a Cándido: una mentira.
Contempla con cierta frívola satisfacción cómo esta semana, cuando más arreciaba el cántico victimista, cuanto más nutrida era la tarjeta de hechos incuestionablemente fachas de los jueces encargados de instruir las supuestas corruptelas con su vara «louferiana» de medir, llega la Guardia Civil y manda callar. Esa UCO a la que la fontanera Leire, fiel servidora de la Secretaría de Organización del PSOE, buscaba incendiar con «cualquier cosa de Balas», pone ante quien quiera verlo un informe de tamaño y contenido de novela gansteril, que revienta la ya agrietada cúpula del PSOE. Con razón buscaba la cántabra mierda para restregar a esa unidad de élite. Con razón siguieron su discurso hasta miembros del Gobierno que señalaban a la UCO de cualquier cosa menos de ser seria.
Jueces, Guardia Civil, periodistas, fachosfera pintona y multicolor, todos estaban en el complot contra el gobierno democrático para frenar sus avances. Todo era falso, máquina de fango, tinta que escondía la falta de alternativas. Hasta el informe del jueves. Koldo, que tiene aspecto de brutote y trazas de manejable, no sólo estaba moviendo la ciénaga para que cobraran sus colegas y quizá hasta su partido, es que lo grababa todo. Técnica Villarejo de supervivencia. Y, claro, la Guardia Civil, se ha hecho con ese material y ahí está el perfecto relato de lo que Pedro Sánchez dijo hace años que iba a desterrar para siempre: la corrupción más clásica y burda. Corrupción que alcanza, y le parece a Cándido que de esto se habla poco, hasta la mismísima elección del secretario general socialista, con ese «sin que te vean metes dos papeletas» de Santos Cerdán a Koldo cuando Sánchez le ganó a Eduardo Madina el cargo por 16.000 votos.
Sánchez ha confesado su decepción. La presidenta de Navarra ha derramado públicas lágrimas. Lee Cándido que un ministro del Gobierno le ha dicho al presidente que llame a Santos Cerdán a Moncloa, le mire a los ojos y luego haga rodar su cabeza. Pero en medio de la tormenta es inevitable vislumbrar el campo de manos quemadas por quienes defendían la inocencia del dos del PSOE –o sea, todos– devolviendo la pelota acusadora a la fachosfera de Guardia Civil, jueces y periodistas (están a punto de llamarles canallesca, como hace medio siglo, pero se imagina Cándido que no tienen muchas ganas de enredar más). No había nada contra Cerdán. No hay nada contra nadie. Todo es fango y estrategia de derribo antidemocrático. Hoy guardan silencio. Hoy se curan las quemaduras a lametazos, porque no hay otro calmante y el de echar tinta para apagar o esconder las llamas no puede ante la evidencia del informe de marras. El febril entusiasmo se ha vuelto tóxico.
Sumido el país en la estupefacción por la dimensión del aparato corruptor situado en la cúpula del partido que llegó para acabar con ella, le parece a Cándido que solo queda esperar. ¿A qué? No sabe muy bien. No parece que vaya a haber adelanto electoral, y el miedo de los socios del Gobierno a que gane la derecha es menos soportable que la corrupción amiga, con lo que se descarta la moción de censura. Tampoco de confianza, no va a colgarse el Gobierno «motu proprio». Quizá pueda estar la clave del próximo movimiento dentro del propio partido cuando se recupere del palo. Puede que salgan más «resentidos» y levanten la voz. Entre otras cosas, porque su partido hoy está muerto o es un zombi. Por méritos propios. No por el «loufer» o la fachosfera.