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Vidas rotas

Deformación de su identidad sexual, vaginismo... lo que puede ‘marcar’ toda su vida (como sabiamente indicaba una madre que se manifestó hace poco contra la violación de una niña de 14 años en Hortaleza)

Las consecuencias de una violación para cualquier mujer son devastadoras, trágicas. Breve recuento para refrescar la memoria de legisladores y violadores (consumados o potenciales): a las secuelas físicas (dolor, laceraciones, daños internos, posibles cirugías necesarias, derivaciones ginecológicas…), debemos añadir la somatización consiguiente, que puede acarrear dolores físicos crónicos, cefaleas, molestias pélvicas, enfermedades gastrointestinales… Una larga serie de problemas médicos difíciles de superar. La víctima sufrirá Trastorno de Estrés Postraumático Severo, como si hubiese padecido violencia de guerra (la violación es, de hecho, un arma de guerra), con evocaciones y reminiscencias del cruel episodio, terrores, perturbaciones del sueño. Evitación de espacios o lugares que le recuerden al de su violación, que puede llegar a limitar su vida personal y profesional. Vergüenza y culpa irracional sobre sí misma, que consiga incluso impulsarla a cometer actos peligrosos contra su integridad. Como si, en vez de víctima, fuese la culpable de lo ocurrido. Lo cual puede inducirla a la depresión, o al suicidio, a sentirse ‘un objeto roto’, sin valor. Ansiedad, angustia, ataques de pánico recurrentes. Deformación de su identidad sexual, vaginismo, aversión al contacto sexual sano y consentido con una pareja amorosa, lo que puede ‘marcar’ toda su vida (como sabiamente indicaba una madre que se manifestó hace poco contra la violación de una niña de 14 años en Hortaleza). Disfunciones sexuales. Pérdida de autoestima: la percepción de sí misma como víctima cae en picado, se considera ‘basura’, persona indigna y sin valía. Esa sospecha la perseguirá su vida entera, dure lo que dure. Tras la violación, quizás se retraerá, apartándose de sus amigos, guareciéndose de lo que considera un mundo hostil, inseguro, en el que no puede confiar. La sospecha se instalará a su lado, mirará con desconfianza a todos los que la rodean, incluidos los miembros de su familia. Ello deteriora la convivencia, le hará más difícil la existencia. Incluso puede llegar a perder el cariño de algunos de sus allegados. Su vida acabará con ese episodio brutal, dando comienzo a otra diferente en la que habrá menos sueños y más pesadillas.