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El canto del cuco

Las vueltas de la historia

Hemos llegado a esta celebración oficial de «50 años en Libertad», con la mayoría de los españoles, como entonces, ajenos a la política, y el resto, enfrentados en bandos opuestos

La historia política de España es impredecible. Nadie podía imaginarse aquel día de noviembre de 1975 que, cincuenta años después de la muerte del dictador, los socialistas, encaramados al poder por la puerta de atrás, iban a poner a Franco de moda, sobre todo entre la juventud. Era aún más impensable que alentarían desde el Gobierno y desde el partido centenario el crecimiento de la extrema derecha, heredera tardía y desorientada del franquismo, con el propósito de impedir o entorpecer la alternancia democrática. Los efectos no se han hecho esperar. El 17 por ciento de los jóvenes españoles según el CIS, el 40 por ciento según fuentes independientes, se muestran convencidos de que esta democracia «sanchista» no es superior a la «democracia orgánica» franquista, que conocen de oídas. Piensan además que su porvenir es más negro que el de sus padres y sus abuelos. Eslóganes y cantos de entonces, oficialmente prohibidos, circulan de móvil en móvil en señal de rebeldía.

Es el resultado de una política equivocada. A la muerte de Franco estaba aún presente el recuerdo del horror de la guerra. Por eso la gente se inclinó por la moderación y rechazó los extremismos. Los principales partidos se adaptaron a esa voluntad popular. El Partido Comunista aceptó la Monarquía, el PSOE renunció al marxismo y la UCD, situada en el centro del tablero, rehusó el confesionalismo católico por voluntad expresa de la jerarquía eclesiástica, para que la religión no volviera a ser motivo de conflicto entre los españoles. El deseo de reconciliación se impuso al resentimiento. Eso cristalizó en la amnistía y en la Constitución del 78, y ha proporcionado la mayor etapa de paz, libertad y progreso.

Todo empezó a quebrarse con la ley de Memoria Histórica de Zapaterro y ha llegado a extremos peligrosos con el Gobierno de Pedro Sánchez, que ha vuelto a levantar un muro entre unos y otros. Así hemos llegado a esta celebración oficial de «50 años en Libertad», con la mayoría de los españoles, como entonces, ajenos a la política, y el resto, enfrentados en bandos opuestos. La muerte de Franco se recibió con tristeza por unos -un cuarto de la población estaba con el Régimen-, inmensa alegría por otros, como una liberación, e incertidumbre por casi todos: no se sabía qué iba a suceder. Uno tiene la impresión de que va a pasar ahora algo parecido, pero con más estruendo, en el final del sanchismo. Como síntoma de nuestra irracionalidad política, el rey que trajo la democracia está expatriado. Son las vueltas y revueltas de la Historia.