A pesar del...

Wim Wenders y los pobres

Hirayama limpia baños, sí, pero antes de saber que su padre es rico sabemos que le gusta la música y que lee a Faulkner. O sea, que no se parece a ningún pobre ni a ningún rico «normal».

La última película de Wim Wenders, Perfect days, recibió críticas favorables, y fue seleccionada para los Óscar de 2024. No vamos a descubrir ahora que el cineasta alemán filma obras lentas y pensativas. Lo que me llamó la atención fue este titular de nuevatribuna.es: «Wenders nos enseña a ser buenos pobres».

Raquel Romero, sin negar los méritos artísticos de Wenders, dice que se sintió insultada desde una perspectiva de clase.

Resumo la historia. Hirayama, que encarna un sobresaliente Kôji Yakusho, trabaja limpiando baños públicos, vive solo en un piso modesto, y seis días a la semana hace exactamente lo mismo: se despierta a la misma hora, riega sus plantas y después trabaja con tesón, descansando apenas un rato para comer un bocadillo en un jardín y fotografíar un árbol.

Pero de pronto aparece su sobrina, Niko, y su hermana, Keiko, a quien trae su chófer. Nos enteramos así que el protagonista proviene de una familia rica. Y ahí estalla la señora Romero: «Esa escena me hace sentirme insultada. Me hace ver la película desde una perspectiva de clase… Hirayama no podía ser un “simple obrero manual”... tienen que venir los ricos desencantados y desclasados de las élites a explicarnos a los pobres la belleza oculta de la pobreza».

No estoy seguro de que doña Raquel represente a «los pobres». Más confiado estoy en que las clases sociales son algo parecido a un bulo –véase la joya de Francis Korn en Claves de Razón Práctica, Nº 69, 1997, págs. 38-45– y que suelen engañar los estereotipos y las apariencias. Hirayama limpia baños, sí, pero antes de saber que su padre es rico sabemos que le gusta la música y que lee a Faulkner. O sea, que no se parece a ningún pobre ni a ningún rico «normal».

Tenemos que imaginarnos su pasado, y por qué abandonó a su familia, no quiere visitar a su padre enfermo, abraza a su hermana y rompe a llorar. Wenders proporciona pistas, no soluciones. Puede que Hirayama concrete su amor por una mujer, pero no estamos seguros, porque la vida son sombras, como el juego final. Igual nuestros viejos casetes valen dinero. No sabemos. Lo que sí sabemos es que Hirayama limpia baños y se preocupa en hacerlo bien. Y que le gusta la versión de Nina Simone de Feeling Good. Si queremos extraer pomposas categorías sociológicas clasistas, podemos.