Turismo
Se trata de uno de los lugares más sorprendetes de Bilbao: el club de gordos
El Casco Viejo de Bilbao está lleno de lugares curiosos y sitios recónditos que son realmente interesantes
Bilbao es una ciudad de contrastes, donde la historia y la modernidad conviven en cada rincón. Aunque el icónico Museo Guggenheim acapara gran parte de la atención turística, el Casco Viejo esconde historias tan sorprendentes como el peculiar Club de Gordos de Bilbao, una sociedad exclusiva que operó durante décadas y que aún deja huella en la memoria de la ciudad.
Un club con requisitos insólitos
Fundado en 1953, este club seleccionaba a sus miembros en base a un criterio poco común: el peso. Sólo los hombres que superaban los 100 kilogramos podían formar parte de esta hermandad gastronómica, con una categoría especial para aquellos que rebasaban los 120 kilos, quienes eran considerados "socios de honor". Además, la filosofía del club exigía un firme compromiso con la buena mesa, ya que quedaba estrictamente prohibido practicar cualquier deporte.
El Club de Gordos no solo era una reunión de hombres corpulentos, sino también un espacio donde se celebraba el placer de comer, la camaradería y el humor. Su sede se encontraba en el Restaurante Nicolás, en la Calle Ledesma 10, lugar que todavía hoy se mantiene abierto y donde los visitantes, pese a que no hay ningún distintivo de este especial club en el establecimiento, pueden rendir homenaje a esta peculiar hermandad pidiendo alguna de sus especialidades.
Un recorrido por el Casco Viejo
Pero el Club de Gordos es solo una de las muchas historias curiosas que guarda el Casco Viejo de Bilbao. Conocido también como "las Siete Calles", este barrio mantiene intacta la estructura medieval que lo vio nacer en el siglo XIV. Pasear por sus estrechas calles adoquinadas es recorrer siglos de historia, desde la Calle Somera, cuna del compositor Juan Crisótomo de Arriaga, hasta la estrella de cuatro puntas incrustada en la Calle Andra Mari, desde donde aún es posible avistar la Basílica de Begoña, patrona de Vizcaya.
A pocos pasos de la calle Somera se encuentra la casa más antigua de la ciudad, un edificio de color rosa que data del siglo XIV y que aún sigue habitado. Cerca de allí, en la Calle de la Pelota, los restos de la antigua muralla medieval de Bilbao recuerdan un tiempo en el que las calles servían no solo como vía de comercio, sino también como espacios de juego, como demuestra la tradición pelotari que se forjó en esta zona.
Historias y leyendas ocultas
El Casco Viejo también alberga otras anécdotas llamativas, como la Fuente del Perro, cuya denominación sigue generando confusión entre quienes intentan reconocer en sus esculturas de piedra a los leones que, en teoría, la adornan. O el Puente de la Merced, donde las gárgolas aladas recuerdan una antigua leyenda sobre criaturas místicas que visitaban Bilbao para repartir buena fortuna.
Uno de los episodios más pintorescos de la historia local tuvo lugar en la Plaza Nueva, que en 1871 se convirtió temporalmente en la "Venecia de Euskadi". Durante la visita del rey Amadeo de Saboya, los bilbaínos decidieron inundar la plaza, cerrar sus accesos y convertirla en una laguna artificial con góndolas y trajes típicos venecianos. Este curioso episodio quedó inmortalizado en el cuadro "Fiesta veneciana en la Plaza Nueva" del pintor Manuel Losada.
Un Bilbao lleno de sorpresas
Aunque el Club de Gordos ya no exista, su historia sigue formando parte del anecdotario bilbaíno, al igual que muchas otras curiosidades del Casco Viejo. Perderse por sus calles es viajar en el tiempo y descubrir una cara diferente de la ciudad, una donde el pasado sigue presente en cada esquina y donde la tradición y la modernidad se dan la mano para ofrecer una experiencia única a quienes la recorren.