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Pactos electorales

Preocupación en Moncloa por que el órdago de ERC frustre la investidura

Investidura en el aire. Los socialistas mantienen su «máxima disposición» para el diálogo y confían en poder modular los postulados de los soberanistas en favor de la amnistía o el referéndum para llegar a un acuerdo

Pedro Sánchez saluda a Oriol Junqueras en la conformación de la XIII Legislatura.
Pedro Sánchez saluda a Oriol Junqueras en la conformación de la XIII Legislatura.Cipriano PastranoLa Razón

Prudencia y discreción. El Gobierno ha impuesto la máxima cautela ante la consulta que ERC lanzó a sus bases y que ayer se resolvió con un rechazo masivo a apoyar la investidura de Pedro Sánchez, si antes no media una mesa de negociación para abordar el «conflicto político en Cataluña». En un primer momento, este movimiento generó cierta preocupación en el seno del PSOE, una sensación que se fue difuminando a medida que se contextualizaba la pregunta y se advertía en ella la suficiente ambigüedad y un amplio margen temporal –quedan al menos tres semanas para el debate de investidura–como para «anularla» en futuras conversaciones que se abrirán a partir de esta semana.

Se ha respetado el «proceso interno», dejando hablar a las bases de ERC, mientras en paralelo no se ha parado de avanzar, aseguran. Adriana Lastra (PSOE) y Gabriel Rufián (ERC) han mantenido un contacto constante y acordaron los equipos que asumirán las negociaciones: les acompañarán Salvador Illa (PSC) y José Luis Ábalos, por la parte socialista, y la secretaria general adjunta de ERC, Marta Vilalta, y el arquitecto del 1-O, Josep Maria Jové, por la parte soberanista.

Escuchada la militancia, con la salvedad de que su veredicto no es vinculante, se comenzará a trabajar a partir de ahora en el acercamiento para conseguir un apoyo de los republicanos, que se antoja «difícil, pero no imposible». Los socialistas muestran en privado su «máxima disposición» a alcanzar un acuerdo, aunque existe preocupación, porque son conscientes de que la formación de Oriol Junqueras no dará «gratis» sus votos –como sí ofreció hacer en julio– y si se mantiene en máximos que incluyan el referéndum o la amnistía, no habrá acuerdo.

Entienden, asimismo, que el resultado de la consulta les otorga una suerte de empoderamiento, una posición de fuerza para acudir a las negociaciones y esperan que sus posiciones se puedan modular a lo largo de las mismas. Cuánto se alarguen estas negociaciones es lo que hace a los socialistas rebajar ya la expectativa de que Sánchez pueda ser investido antes de Navidad. La apuesta la elevó el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés, en una tribuna en «La Vanguardia» en la que señaló que las «cuatro patas» de la mesa de negociación pasan por un diálogo entre gobiernos, sin condiciones y donde se pueda hablar de todo, con un calendario claro y con garantías de cumplimiento de los acuerdos que se puedan alcanzar.

Desde el independentismo se demanda un «gesto inequívoco de compromiso» que evitan concretar y desde el PSOE tampoco se desvela cuál será la «contraoferta» de diálogo. La consigna es no dar pasos en falso ni anticipar movimientos que puedan dar al traste con la negociación. Dotan de suma trascendencia los contactos que arrancarán previsiblemente este mismo jueves y en los que esperan ver a una ERC sin la sobreactuación discursiva a la que le obliga, de cara a la opinión pública, el contexto actual del independentismo.

Los socialistas encuadran las menciones al referéndum y la amnistía como el parapeto argumental que los republicanos necesitan imponer –ante los suyos y ante el sector del soberanismo liderado desde Waterloo– para evitar sufrir un alto coste electoral en caso de que se permita la investidura.

Más allá de encuadrar estos pronunciamientos altisonantes dentro del juego de presiones del independentismo y establecer unas posiciones maximalistas que confían se puedan modular en la mesa de negociación, en el PSOE existen visos de optimismo a la hora de encarar las conversaciones. Valoran muy positivamente que ERC haya querido estructurar el diálogo en dos fases: una primera en la que PSOE y ERC aborden la investidura y definan los compromisos que se deben cumplir para que los republicanos se abran a abstenerse, y una segunda fase en la que se establezca una mesa de negociación entre gobiernos para buscar una solución al conflicto en Cataluña. Para lo cual debe existir un gobierno con plenas capacidades y, por tanto, ya investido.

Esto supondría volver a Pedralbes, una vía que los socialistas ya han transitado. Mucho más factible que ver de nuevo un «face to face» entre Pedro Sánchez y Quim Torra, es que quienes se reúnan sean Carmen Calvo y Pere Aragonès, como ya han hecho en otras ocasiones.

En cualquier caso, desde el PSOE se tira de programa electoral y se recuerda que en su oferta política para el 10-N ya estaba prevista esta interlocución. En concreto, se refieren al punto que hacía referencia a que se abordaría el «conflicto de convivencia en Cataluña impulsando el diálogo entre catalanes y entre el Gobierno de España y el de la Generalitat, siempre dentro de la Constitución».

Dentro de la Constitución

Este último matiz no es menor. Los socialistas solo ponen un límite al diálogo y es la ley. «No podemos impedir que pongan el referéndum o la amnistía sobre la mesa de negociación, pero ante eso deben saber que no habrá recorrido que esté fuera de la Constitución», señala una fuente socialista. Esto supone que, aunque en el marco de ese diálogo los independentistas intenten imponer un orden del día con esta temática, el Gobierno no transigirá.

«No cabe ninguna duda de nuestra posición», apuntalan, en clara alusión a que los propios soberanistas saben que ese camino no se va a recorrer. El formato que tenga este diálogo podría enmarcarse en las comisiones bilaterales que se recuperaron en la pasada legislatura y que tuvieron como culmen la cumbre de Pedralbes.

Mientras todo esto se concreta, los socialistas catalanes irrumpen en escena y aportan su granito de arena para tratar de allanar la senda hacia la investidura, repicando su apuesta por la «plurinacionalidad» y la consideración de Cataluña como «nación de naciones».

Cierto es que no se trata de una apuesta novedosa y ventajista por parte del PSC–pues la han defendido con vehemencia, incluso evitando que Sánchez la retirara del programa electoral del 10-N–pero, en todo caso, resulta apropiada para lanzar un guiño a ERC, cuando sus bases dan la espalda de partida a la investidura de Sánchez y las posiciones se tornan más alejadas si cabe.