Mariano Rajoy
Puñalada de pícaro
Ya desde la primera gobernanza socialista en España no eres nadie si no te ha atravesado algún proceso judicial, aún en el trance de sentarte en el banquillo. Se ha judicializado la política con el mismo desparpajo que suben a los Tribunales inanes asuntos de bragueta o amoríos despechados. El agustiniano dar a cada uno lo suyo ha entrado en el juego perverso de la agitación y propaganda y la justicia de los telediarios. Tan largo se ha hecho el caso que hemos olvidado el origen de Gürtel: el chiringuito en un sótano de un conseguidor de eventos venido patéticamente a más sin importancia política alguna. De insólito califican los interesados el testimonio de Rajoy, por dos horas ciudadano común a más de presidente. Siendo ex presidentes, Adolfo Suárez declaró ante la Audiencia Nacional por Banesto, y Felipe González en el Tribunal Supremo por los GAL. Adelantándose a esta «nueva política», Bacigalupo, el letrado argentino de FG, adujo que de lo que se trataba era de estigmatizar la figura del jefe socialista. No somos sapos de otro pozo: Cameron, Jospin, Villepin, primeros ministros, o Tusk (presidente del Consejo Europeo) o la presidenta chilena Bachelet han comparecido ante los jueces como testigos de tropelías como la financiación ilegal de sus partidos, tráfico de influencias o escuchas ilícitas. Nada nuevo bajo el Sol. La comparecencia de Mariano Rajoy ha sido contranatura no admitiéndose ni la socorrida videoconferencia y con el voto particular contrario del presidente del Tribunal y la oposición del fiscal, el abogado del Estado y demás partes, con el único empecinamiento de la acusación particular de una asociación de abogados servomando del PSOE. Algún día se extinguirá la excepción de la Audiencia Nacional, y esa acción popular, paraguas de tantos negociados, cuyo paradigma es Manos Limpias. Ayunos de propuestas para los problemas nacionales los que urden otro frente popular, aún cambiando de principios, no tienen otro objetivo que la destrucción del PP como representante del centro-derecha y la demonización de Rajoy como íncubo y súcubo de todo mal y perversión. Lo de ayer a mas de innecesario no ha servido ni para el escrache judicial que pretendía la casta izquierdista, que sabe con Goebbels que para destruir al adversario antes hay que ridiculizarlo. La puñalada de pícaro quedó en pellizco de monja.
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