Religion
La poesía ante el reto de la esperanza
Textos de oración ofrecidos por el sacerdote – vicario parroquial de la parroquia de La Asunción de Torrelodones, Madrid
¿Sirve de algo la poesía en tiempos de desolación? ¿Qué sentido tiene escribir y leer diariamente estas meditaciones y poemas que encajarían mejor en un contexto más sereno? ¿Acaso los creyentes no tendrían que ocuparse ahora de dar respuesta a esta necesidad de la salud física, y ya se verá cuando nos ocuparemos de la eterna?
A esto habría que responder con otra pregunta: ¿de dónde sacamos la fuerza, la amplitud de miras, en definitiva, la esperanza, si prescindimos del impulso transformador de la palabra? En tiempos aciagos, la poesía y el arte no “solucionan” los problemas. Ayudan a ahondar en sus causas más profundas y avizorar su superación. Por eso no podemos prescindir de la poesía, que es proyecta toda las necesidades humanas hacia insospechados horizontes y despierta el sentido de lo perdurable. Ella es palabra inspirada que inspira las mentes bajo palabras que se concretan en acciones y metas. Anuncia y denuncia, despierta las fibras más profundas del alma para que vivamos desde lo auténticamente humano y no nos traicionemos a nosotros mismos. Pero no se trata solo de que la poesía ayude a transformar la realidad. La transfigura. Es decir, hace posible que las cosas develen su sentido más auténtico y pocas veces perceptible. Hace superar la mirada utilitaria sobre las cosas para iniciarnos en su misterio. Por eso es la primordial manifestación creadora de los pueblos, el camino por el que la masa humana deviene en comunidad. Hace que un nómada se convierta en habitante. Porque poéticamente habita el hombre la tierra, como afirmó Hölderlin. Pero en nuestros tiempos de confinamiento e incertidumbre podemos decir más aún: descubrimos que este hombre que habita la tierra ha de hacerse ante todo habitante de sí mismo. Agradecido de morar en la casa de su propio ser, desde donde puede ser renovado por la palabra que trans-figura para que pueda figurar el mundo de una forma nueva.
Esta serie de artículos quieren cultivar la esperanza a través de esta interpretación espiritual y lírica de lo que actualmente experimentamos. Pero es también la lectura y relectura de lo que siempre estamos conminados a vivir, y que quizá la actual adversidad nos lo hace advertir con más pertinencia. Pareciera ser poco, pero la poesía apuesta por anunciar lo esencial, por abarcar el todo de la realidad en lo sencillo y potente de un puñado de palabras esparcidas como semillas. He ahí su trascendencia. Por eso estos textos son un canto al Dios que nos acompaña en nuestra oscuridad. Son proclamación y alabanza a su presencia misteriosa, sí, pero por eso mismo absolutamente Real. El centro decisivo de su presencia en nosotros y entre nosotros es el sacrificio de Cristo en la cruz, donde lo más terrible de lo humano hace al hombre mucho más que humano. Esta es la belleza que salva al mundo.
Ofrecidos primero como un don entre amigos, muchos de estos textos han surgido como el eco de conversaciones a corazón abierto. Meditaciones en la soledad resonante de las montañas. Inspiraciones al vuelo en medio de la faena cotidiana. Poco a poco han circulado desde mi blog personal y así nuevos lectores, padres y madres de familia, poetas, catequistas, músicos, deportistas y tantos, tantos parroquianos… todos hermanados por la experiencia de la palabra compartida y celebrada, llenos del sentido profundo que ella nos ofrece. Ahora son acogidos con gratitud por los lectores de este periódico, al que agradezco que nos ofreciera esta oportunidad.
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