El Papa en Irak
“No se puede justificar el terrorismo en nombre De Dios”
Francisco arranca su visita al avispero iraquí con una hoja de “reconstrucción” sin violencia, libre de corrupción interna y con respaldo internacional
Ya es sabido que el primer discurso que el Papa pronuncia en sus viajes suele ser una síntesis del mensaje que quiere dirigir al pueblo y a la Iglesia que visita. El pronunciado ayer por la mañana en el palacio presidencial de Bagdad no se salió de la regla. Ante los máximos responsables del futuro de Irak, Francisco marcó los ejes fundamentales para edificar un futuro en paz de un país «que ha sufrido los desastres de las guerras, el flagelo del terrorismo y conflictos basados a menudo en un fundamentalismo que no puede aceptar la pacífica convivencia de varios grupos étnicos y religiosos, de ideas y culturas diversas».
El Pontífice afirmó que «sólo si logramos mirarnos entre nosotros con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un efectivo proceso de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor». Un alegato lanzado en el lugar que en su tiempo fue el fortín de Saddam Hussein y posteriormente Embajada de los Estados Unidos.
Le escuchaban las autoridades, con el presidente Barham Salih al frente, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático. «Que se callen las armas», imploró Francisco en aras de garantizar «las bases para una sociedad democrática» en Irak. «No más violencia, extremismos, facciones, intolerancias», sentenció, cuando hace apenas unos días era bombardeado un cuartel donde residen soldados españoles, norteamericanos e iraquíes, y con Estados Unidos e Irán en una tensión creciente.
Participación de la sociedad
«Es indispensable asegurar la participación de todos los grupos políticos, sociales y religiosos, y garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos», apuntó en una intervención que no suena genérica en un lugar que ha sufrido en estos años un éxodo masivo de cristianos hostigados por la presión de los grupos islamistas radicales. «Que ninguno sea considerado ciudadano de ninguna clase», dejó caer.
En Irak, un país con una población muy joven –más del 40 por ciento de sus habitantes tiene menos de 40 años– en los últimos tiempos no han faltado manifestaciones y protestas contra las corruptelas por parte de las autoridades públicas. Por eso el Papa señaló como urgente y necesario «combatir la plaga de la corrupción, los abusos de poder y la ilegalidad…».
«Se necesita al mismo tiempo edificar la justicia, que crezca la honestidad y la transparencia y que se refuercen las instituciones competentes», apostilló. No dudó el Papa en lanzar un recado a la comunidad internacional, para que deje a un lado el juego de «intereses políticos e ideológicos» para arrimar el hombro «en la promoción de la paz en esta tierra».
Francisco es consciente de que apostar por la cooperación en Irak es hacerlo por toda la región: «Como hemos visto durante el largo conflicto en la vecina nación de Siria –enfatizó–, los desafíos interpelan cada vez más a toda la familia humana». «Espero que las naciones no retiren del pueblo iraquí la mano extendida de la amistad y del compromiso constructivo, sino que sigan trabajando con espíritu de responsabilidad común con las autoridades locales», apeló con los embajadores occidentales en el auditorio. En esta tarea global, al Ejecutivo, liderado ahora por un kurdo moderado, le encargó la misión de «mostrar a todos, especialmente en Oriente Medio, que las diferencias, más que dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil».
Junto a esta primera cita al más alto nivel en lo institucional, la primera jornada de Francisco en Irak le llevó también a participar en un encuentro muy caluroso con la comunidad católica que necesita como una medicina reconstituyente la presencia, la cercanía, la paternidad de un Papa que, como nos dijo en el vuelo entre Roma y Bagdad, sentía «la obligación» de acompañar en tanto que la considera una «tierra martirizada».
Atentado en Bagdad
No es para menos, en tanto que este acto con obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas tuvo lugar en la catedral siro-católica de «Nuestra Señora de la Salvación» en Bagdad, que en 2010 sufrió un ataque terrorista. Al Qaeda asesinó a 48 personas, entre ellos dos sacerdotes, que ya están camino de los altares al ser considerados mártires.
En ese mismo lugar, el Papa subrayó que «su muerte nos recuerda con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas». Desde esta reflexión, expuso cómo «la religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios».
Ante una comunidad de fieles que se ha visto diezmada por causa de las muertes y y el exilio, el Papa argentino les animó a servirse de «la vacuna» de la esperanza para no «contagiarnos del virus del desaliento que a menudo parece difundirse a nuestro alrededor». Desde ahí animó a los presentes en este templo, dedicado a la Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de la Salvación, «a perseverar en este compromiso, para garantizar que la comunidad católica en Irak, aunque sea pequeña como un grano de mostaza, siga enriqueciendo el camino de todo el país».
✕
Accede a tu cuenta para comentar