Visita histórica del Papa a Corea
China lanza un órdago: «El Vaticano debe romper sus relaciones con Taiwán»
«Estoy seguro de que se podrá llegar a un acuerdo algún día», dice a LA RAZÓN el secretario de la diócesis de Pekín
Cada domingo, la parroquia del Sur de Pekín, una obra imponente y con la apariencia de una gran catedral europea, congrega a cientos de católicos de todas las partes de la ciudad. Las largas filas de bancos no son suficientes para acoger a la cantidad de fieles chinos que acuden a celebrar la eucaristía, oficiada en chino, italiano y español. «Mantenemos los tres idiomas porque muchos extranjeros, la mayoría italianos y españoles, participan de la eucaristía», explica Ma Dou Zhen, secretario de la diócesis de Pekín. En la sacristía incluso guardan entre cristales una réplica de la Virgen de Covadonga, regalo de un empresario español.
Con gran marcialidad, se arrodillan y se santiguan todos a la vez en un escrupuloso silencio. La estructura de la misa es exactamente igual a las que se ofician en las iglesias de Occidente, con la importante diferencia de que en ningún momento se menciona al Papa. «Sé quién es el Papa pero no sabía que estaba en Corea estos días», explica Lin Jie, que ha acudido a la iglesia junto a su hija y su nieta.
Los católicos en China viven una de las situaciones más complicadas y singulares del mundo, ya que están divididos en dos grupos. Por un lado existe una Iglesia oficial, que está dirigida por la Asociación Patriótica, una organización que depende del gobierno chino. Por otro lado está la Iglesia clandestina, que sigue la doctrina del Vaticano y cuyos sacerdotes son a menudo perseguidos y encarcelados. El caso que más ha trascendido en los últimos años es el del obispo de Shanghái, José Fan Zhongliang, que murió en marzo a los 95 años y que estaba bajo arresto domiciliario desde su nombramiento en el año 2000. Antes había pasado 30 años en prisión. Su sucesor, Tadeo Ma Daqin, también está arrestado. Ambos fueron elegidos por Roma, algo que el régimen comunista no está dispuesto a tolerar.
China es uno de los países de Asia en el que más rápido crece el número de católicos. Se calcula que en la actualidad hay unos 12 millones, y se prevé que en 2030 se convierta en el país con más cristianos del mundo. Una hegemonia en auge que el Gobierno chino interpreta como un poder paralelo que hay que controlar. Por eso en los últimos meses se han derribado varias iglesias afines a Roma en ciudades del interior del país bajo el pretexto de que son «demasiado grandes y ostentosas».
Ante esta situación, el gesto de acercamiento del Papa Francisco hacia las autoridades chinas cobra mayor importancia. Pese a que falló el envío de su telegrama en el vuelo de ida a Corea, la embajada china en Italia se interesó por el mensaje papal y pidió una copia al Gobierno italiano pese a que las relaciones entre Pekín y el Vaticano están rotas desde 1949.
«Ojalá que el Papa pueda venir a China, rezo por ello. Pero antes tienen que retomarse las relaciones diplomáticas», explica el sacerdote Ma Dou Zhen. «Es indispensable que el Vaticano rompa sus relaciones diplomáticas con Taiwán, lo considere parte de China y que asuma que los obispos chinos los tiene que nombrar la Asociación Patriótica», continúa.
Precisamente, el nombramiento de los obispos es el punto que más distancia crea. «Estoy seguro de que ambas partes podrán llegar a un acuerdo algún día», sentencia el padre Ma Dou Zhen. De momento, el viaje del Papa a Corea ha servido para volver a tender la mano a esa ansiada reconciliación para que los católicos en China compartan la misma fe y puedan celebrarla unidos bajo los mismos templos.
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