La sucesión de Benedicto XVI
El «lobby» africano tiene un plan para votar en bloque
Creen que no habrá Papa negro, por lo que apoyarán a quien se vuelque en su continente
Creen que no habrá Papa negro, por lo que apoyarán a quien se vuelque en su continente
Ellos saben que tienen pocas papeletas en la fumata. Once, en concreto. De ahí a dos tercios, hay un largo trecho. Además, aquello de tener un Papa negro no entra dentro de los planes inmediatos de este cónclave. Y no porque no cuenten con aspirantes suficientemente preparados. El ghanés Peter Turkson, el guineano Robert Sarah y el surafricano Wilfrid Napier se han ganado a pulso ser príncipes de la Iglesia. Lo suyo no ha sido cuestión de cubrir cuotas. Más bien lo contrario. A Turkson le sobran los idiomas –seis, incluido el hebreo– y a Sarah, la capacidad gestora en el «Cor Unum», que vendría a ser la UME del Vaticano, que interviene ante emergencias humanitarias en cualquier punto del planeta. Por estos y otros méritos, quieren que su voz se escuche. Y no sólo durante esta semana, sino que tengan eco a lo largo del pontificado que se avecina. Al parecer, ya habrían llegado a un acuerdo para ir al unísono en las votaciones. En las callejuelas del Trastévere –sí, el barrio en el que el maño San José de Calasanz creó la primera escuela gratuita de Europa– se dice que llegan con los deberes casi rematados a las congregaciones. Habrían decidido compartirán el mismo nombre en la Sixtina. Sólo les faltaría poner cara a su candidato. Y esa designación depende de lo que se diga estos días en el Aula Nueva del Sínodo. No se venderán al mejor postor que ofrezca un viaje al año al continente, pero sí respaldarán a aquel que tenga como prioridad trabajar por los católicos de una Iglesia joven donde se ha pasado de una pastoral de primera evangelización –esto es, de anunciar a aquellos pueblos que no han oído en su historia milenaria hablar de Cristo– a un aumento sustancioso de vocaciones. Unos pueblos que pese al avance del islam y a la difícil convivencia con las creencias religiosas ancestrales, está abierto a lo trascendente y cuya realidad de pobreza permite que germine el mensaje de esperanza del Evangelio con mayor fuerza. Mientras que los purpurados de otros continentes no hacen patria –no es necesario ni exigible y hasta inconveniente en algunos casos–, ellos quieren decantarse por alguien que se vuelque con las inquietudes de África. Benedicto XVI les marcó el camino a seguir en la exhortación postsinodal «Africae munus», y sus tres viajes al continente –Camerún, Angola y Benín– les llevaron a trabajar en común y a hacer piña, como desde hace décadas hacen los de América Latina –con sus más y sus menos, todo sea dicho–. Turkson y cía esperan pues a un Papa que no mire al Sur, sino que se sienta del Sur.
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