Roma

El Papa, en la FAO: «El hambriento pide dignidad, no limosna»

El Papa Francisco denunció hoy que “la lucha contra el hambre y la desnutrición se ve obstaculizada por la prioridad del mercado y la preeminencia de la ganancia”, ante la II Conferencia Internacional sobre Nutrición (CIN2) que se celebra en Roma.

El papa, en su intervención en español, criticó, como ya ha hecho en otros discursos, el sistema económico que, dijo, “ha reducido los alimentos a una mercancía cualquiera, sujeta a especulación, incluso financiera”.

El papa, que intervino después de la reina Letizia de España, llegó hacia las 10:30 (9:30 GMT) a la sede de Roma de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS) organiza esta conferencia. En su discurso, recordó cómo Juan Pablo II, en la inauguración de la primera conferencia sobre Nutrición, en 1992, puso en guardia a la comunidad internacional ante el riesgo de la “paradoja de la abundancia”, pues “hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines están ante nuestros ojos”.

“Por desgracia, esta “paradoja” sigue siendo actual”, subrayó.

El pontífice lamentó que vivamos en una época en la que “las relaciones de las naciones están demasiado a menudo dañadas por la sospecha recíproca, que a veces se convierte en formas de agresión bélica y económica”

Un mundo, añadió, donde “los intereses nacionales están condicionados frecuentemente por reducidos grupos de poder”.

Para Francisco, “tal vez nos hemos preocupado demasiado poco de los que pasan hambre”.

E hizo notar que mientras se habla de nuevos derechos, “ el hambriento está ahí, en la esquina de la calle, y pide carta de ciudadanía, ser considerado en su condición, recibir una alimentación de base sana. Nos pide dignidad, no limosna”.

El papa criticó que “hay pocos temas sobre los que se esgrimen tantos sofismas como los que se dicen sobre el hambre; pocos asuntos tan susceptibles de ser manipulados por los datos, las estadísticas, las exigencias de seguridad nacional, la corrupción o un reclamo lastimero a la crisis económica”.

Un reto para el papa es el de “la falta de solidaridad” en una sociedad donde crece el individualismo y la división.

“Solidaridad. Tenemos la sospecha que la queremos sacar del diccionario”, añadió en un momento de improvisación de su discurso.

El papa agregó que “cada mujer, hombre, niño, anciano, debe poder contar en todas partes con estas garantías” y que es un deber de cada Estado “estar atento al bienestar de sus ciudadanos, suscribirlas sin reservas, y preocuparse de su aplicación”.

El papa advirtió además de que “ninguna forma de presión política o económica que se sirva de la disponibilidad de alimentos puede ser aceptable”.

Pero, sobre todo, “ningún sistema de discriminación, de hecho o de derecho, vinculado a la capacidad de acceso al mercado de los alimentos, debe ser tomado como modelo de las actuaciones internacionales que se proponen eliminar el hambre”.

En otro pasaje de su intervención, el papa llamó la atención sobre la protección del planeta y se preguntó si “somos libres de presiones políticas y económicas para cuidarlo y evitar que se destruya” para después citar las próximas cumbres sobre el clima de Perú y Francia como un desafío.

“Un anciano me dijo una vez: Dios, siempre perdona, los hombres perdonan a veces, la tierra no perdona nunca”, citó el papa.

Francisco concluyó su discurso invitando a la comunidad internacional a que “sepa escuchar el llamado de esta Conferencia y lo considere una expresión de la común conciencia de la humanidad: dar de comer a los hambrientos para salvar la vida en el planeta”.