El pontificado de Francisco
El Papa: «En la Iglesia nadie debe sentirse privilegiado»
El Papa insta a no reducir el Reino de Dios a «nuestra iglesita»
El infatigable Francisco volvió a congregar ayer a miles de personas en la plaza de San Pedro para el rezo del ángelus. La mayor parte de los peregrinos participó poco antes en la basílica vaticana en una misa de agradecimiento por la canonización de san Francisco de Laval y santa María de la Encarnación, nuevos santos canadienses, que el Papa inscribió en el libro de los santos en abril. Desde la ventana del que fuera antaño el apartamento personal de los papas, Francisco advirtió de que en la Iglesia «nadie tiene el derecho de sentirse privilegiado o de reivindicar la exclusividad». El Pontífice, que quiso enviar un mensaje de esperanza, subrayó que «la bondad de Dios no tiene fronteras y no discrimina a nadie», por lo que «el banquete de los dones del Señor es universal». En definitiva, «todo esto nos lleva a vencer la costumbre de posicionarnos cómodamente en el centro» y lo que debería hacer todo cristiano es «abrirse a las periferias, reconociendo que también quien está en los márgenes», «incluso aquél que es rechazado y despreciado por la sociedad, es objeto de la generosidad de Dios», dijo el Papa en una referencia continua a lo expuesto en su primera encíclica, «Evangelii Gaudium».
Francisco animó una vez más a anunciar el Evangelio sin distinción alguna, porque «todos estamos llamados a no reducir el Reino de Dios a los confines de la “iglesita”, de nuestra iglesia pequeñita». Para el argentino, «esto no sirve» ya que «estamos llamados a ampliar la Iglesia a las dimensiones del Reino de Dios». Al final del rezo, el Papa tuvo un recuerdo especial para los afectados por las inundaciones de Génova. Además de prometerles orar por su situación, a ellos y a los presentes en la plaza les invitó a observar que «Dios es bueno con nosotros, nos ofrece gratuitamente su amistad, nos ofrece gratuitamente su alegría, la salvación», aunque «muchas veces no recibimos sus dones» porque «ponemos en primer lugar nuestras preocupaciones materiales, nuestros intereses, y también cuando el Señor nos llama, a nuestro corazón, tantas veces parece que nos molestara». Para poder acoger estos dones, Francisco ofreció una receta: «Testimoniar la caridad concreta a Dios y al prójimo».
Pocas horas antes, el Pontífice presidió la misa de acción de gracias de los nuevos santos canadienses canonizados en abril. La basílica de San Pedro se vio abarrotada de fieles y acogió también a los padres sinodales, cardenales y obispos que participan estos días en el Sínodo extraordinario de la familia que finalizará la próxima semana. En su homilía, subrayó la importancia de los misioneros en la Iglesia, como lo fueron los dos santos. Para Francisco, la misionaridad en la Iglesia es una de las cuestiones fundamentales que la dotan de identidad. «Salieron a llamar a todos, en las encrucijadas del mundo, y así hicieron mucho bien a la Iglesia, ya que si la Iglesia se detiene y se cierra, se enferma, se puede corromper» ya sea «con pecados» o con «el secularismo mundano», alertó. Los evangelizadores «han sido capaces de vivir en la pobreza y en la abundancia, en la saciedad o en el hambre» y de esta manera «tuvieron el coraje de salir por las calles del mundo con la confianza en el Señor, que llama», destacó.
Clima sereno incluso en la confrontación
Los trabajos del Sínodo se encuentran ya en el ecuador. Mañana se presentará la «Relatio post disceptationem», el resumen de lo debatido hasta el momento. El cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, dejó claro en una entrevista a «L’Osservatore Romano» que: «Hemos respirado un clima sereno, incluso en la confrontación leal de los diversos puntos de vista».
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