La renuncia de Benedicto XVI
El Santo Padre lleva marcapasos desde hace diez años
El Vaticano insiste en que la renuncia de Benedicto XVI no obedece a motivos de salud
La historia alrededor de la renuncia por sorpresa del Papa dio ayer un nuevo giro después de que el diario italiano «Il Sole 24 Ore» revelase un dato desconocido hasta ahora acerca del estado de salud de Benedicto XVI: lleva un marcapasos desde hace años. De hecho, el Pontífice fue sometido a una operación hace escasos tres meses para sustituir el marcapasos que llevaba implantado en su pecho, una vez agotadas las baterías del mismo. No obstante, se trata de una intervención rápida, que se realiza con anestesia local y que en absoluto comporta ningún riesgo para el paciente, según asegura el cirujano cardiovascular José Luis Vallejo. «Cuando las pilas se gastan, se cambia el marcapasos entero y se aprovecha además para controlar cómo va el ritmo cardiaco del paciente y ver si es necesario algún ajuste en el marcapasos», explica el doctor.
Sin cambios de agenda
La operación de sustitución se llevó a cabo en la Clínica Pío XI, propiedad del Vaticano, y fue dirigida por el cirujano Luigi Chiariello, director de la cátedra de Medicina de la Universidad Tor Vergata de Roma. Este médico es el mismo que lleva vigilando la salud del Santo Padre en la última década, cuando le fue colocado el marcapasos por primera vez. El resultado de la intervención, que se llevó a cabo con total discreción, fue más que satisfactorio, pues el Papa se recuperó perfectamente en muy poco tiempo. Así, no fue siquiera necesario modificar la agenda papal ni suspender ninguno de los encuentros que el Pontífice lleva a cabo cada semana con sus fieles.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, confirmó ayer la reciente operación para sustituir el marcapasos que Benedicto XVI lleva «desde hace tiempo», a la vez que le restó importancia. «No se trató de una intervención complicada, más al contrario, absolutamente normal, de rutina», afirmó Lombardi. Se confirmaba de esta forma que el Papa portaba un marcapasos en su corazón desde su época de cardenal, un secreto guardado con esmero hasta ahora. No obstante, Lombardi insistió una vez más en negar toda relación entre el estado de salud del máximo representante de la Iglesia católica y su inesperada renuncia al cargo. «No tiene enfermedades específicas», aseguró de nuevo el portavoz, al tiempo que resaltó que la renuncia papal obedece únicamente a la mella que el peso de la edad y la vejez han hecho en las fuerzas de Benedicto XVI. Con todo, cabe recordar que, además del marcapasos, el Papa ha sufrido tres ictus en los últimos años y tiene problemas de hipertensión y artritis.
El sufrimiento de Wojtyla, una lección
El momento elegido por Benedicto XVI para abandonar el más alto cargo de la Iglesia católica no es ni mucho menos casual. Terminar con la tradición –casi obligación– de que el Papa moría siendo Papa ha sido una decisión muy meditada que obedece a una lógica: más vale una retirada a tiempo que una batalla perdida. La alta exigencia del puesto obliga a una vigorosidad y atención que su edad y su salud ya no le permiten. «Mis fuerzas no son suficientes». Con estas palabras explicaba el Papa su renuncia tras ocho años de Pontificado, pero con toda seguridad habrá estado en su mente la imagen de su predecesor, Juan Pablo II, acuciado por los achaques físicos y psíquicos, cuyos últimos años al frente de la Iglesia fueron casi una agonía para él, aquejado de problemas respiratorios, cardiovasculares e incluso la enfermedad de Parkinson. Benedicto XVI es consciente de que, a punto de cumplir 86 años –el próximo 16 de abril–, y ahora que empieza a percibir que sus fuerzas ya no son las mismas, es preferible decir adiós antes de que su deterioro físico y psíquico sea inexorable.
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