JMJ de Río

JMJ de la esperanza

La Razón
La RazónLa Razón

Mis impresiones de las JMJ, presididas por el Papa Juan Pablo II, se pueden resumir en tres sentimientos: por un lado, se palpaba la catolicidad, en su más estricto sentido. Por otro lado, nos encontrábamos ante un verdadero líder de la humanidad, no sólo espiritual. Y, finalmente, te ayudaba el evento a replantearte tu vocación «existencial» y «específica» en la Iglesia. ¡Cuántas vocaciones sacerdotales, consagradas y laicales se descubrieron y se definieron en las JMJ!... Sin duda, el Espíritu Santo fue el inspirador y gran protagonista de aquellos inolvidables encuentros.

Bien se puede afirmar, con el clásico, que si no existieran dichas JMJ habría que inventarlas. Mi apoyo ahora al Papa Francisco para continuar con los encuentros de la JMJ. Con su estilo sencillo y humilde, con su personalidad y con la fuerza y atractivo de un hombre verdaderamente «libre y tocado» por el Espíritu, capaz de abrir el corazón y la mente de los jóvenes a la Verdad, la Belleza y el Amor.

¿Qué dirá el Papa a los jóvenes?... Sin duda, y a juzgar por sus primeras palabras en el avión camino de Brasil, parte de su mensaje será el que nos legó en su última carta como arzobispo de Buenos Aires, antes de ser elegido Papa, en vísperas de la Semana Santa del presente año. Recordamos lo más importante de dicho escrito.

«No tenemos derecho a quedarnos acariciando el alma. A quedarnos encerrados en nuestras cositas chiquitas. No tenemos derecho a estar tranquilos. Tenemos que salir a hablarle a la gente de la ciudad. Tenemos que salir de nuestra cáscara y decirles que "Jesús vive"para él, para ella. Y decírselo con alegría... aunque uno a veces parezca un loco muy loco».

«Cuántos jóvenes pasan sus vidas aturdiéndose desde las drogas y el ruido, porque no tienen un sentido, porque nadie les contó que había algo grande... Y nosotros, ¿nos vamos a quedar en casa o encerrados en la parroquia o el colegio o en las sacristías?... Cuando toda esta gente nos está esperando ¡La gente de nuestra ciudad!».

La JMJ se nos presenta como una nueva oportunidad para desinstalar un modelo cerrado de experiencia evangelizadora que se reduce «a más de lo mismo». Queremos una Iglesia de puertas abiertas, no sólo abiertas «para recibir», sino abiertas para salir y ayudar a aquellos que no se acercan, especialmente los más jóvenes.