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Dos papas santos

Las escapadas «a la buena gente de España»

Antes de ser coronado Papa, Angelo Giuseppe Roncalli visitó en dos ocasiones nuestro país, del que escribió: «España se me hace cada vez más atractiva»

El patriarca de la iglesia de Venecia, Angelo Giuseppe Roncalli, de visita en la abadía de Montserrat (1958), cuatro años antes de ser coronado como Papa Juan XXIII
El patriarca de la iglesia de Venecia, Angelo Giuseppe Roncalli, de visita en la abadía de Montserrat (1958), cuatro años antes de ser coronado como Papa Juan XXIIIlarazon

Angelo Giuseppe Roncalli fue el primer Papa viajero. Después de años sin que ningún Papa saliera del Vaticano, Juan XXIII fue el primero. Quería encomendar el buen término de uno de los momentos más importantes de la historia de la Iglesia reciente y después del cual la Iglesia nunca volvería a ser la misma: el Concilio Vaticano II.

Viajó en tren a Loreto y Asís para pedir a la Virgen y al santo italiano por excelencia que intercedieran por el «aggiornamiento» que estaba por venir. Aunque el Papa Juan XXIII nunca salió de Italia durante su pontificado, en sus años como delegado apostólico y nuncio en Bulgaria ,Turquía, Grecia y Francia conoció a fondo las culturas de Oriente y Occidente, que después intentó acercar.

España le acogió en dos ocasiones, y de ella escribió en sus diarios: «España cada vez se me hace más atractiva».

Jose Luis González-Balado, escritor y autor de varias biografías de Juan XXII, cuenta a LA RAZÓN los recorridos que el Papa bueno hizo en estas dos visitas a España, el gran aprecio que le unía con «la buena gente de España» y su amor especial por «la Santina». Quizás porque en parte sentía que sus orígenes podían ser españoles y por eso investigó durante su visita al Valle del Roncal, en Navarra, de donde pensaba que podía proceder su apellido Roncalli.

Durante sus casi cinco años de pontificado, España siempre estuvo presente de una manera muy especial. Juan XXIII canonizó a dos españoles, santa Joaquina Vedruna y san Juan Ribera.

PRIMER VIAJE DESDE ÁFRICA DEL NORTE

La primera visita a España del que después sería el Papa Bueno tuvo lugar entre el 16 y el 20 de abril de 1950, tras hacer un recorrido por África del norte para visitar a los obispos de las colonias francesas y hacer unos ejercicios espirituales en Hipona, ciudad natal de San Agustín, y Santa Mónica, a donde llegó en barco a través de Marsella.

Según cuenta González-Balado, el nuncio Roncalli entró en España por Algeciras para atravesar el país hasta llegar a París. La primera parada la hizo en Granada. Según cuenta el biógrafo, Juan XXIII escribió en su diario: «Granada: 17 de abril de 1950. Celebré misa en la San Juan de Dios y tuve la inmensa satisfacción de hacerlo en la parte alta, ante la urna colocada en la lujosa capilla del gran héroe de la caridad. Córdoba mismo día. Una maravillosa mezquita con 850 columnas y sus arcos. A qué punto habían llegado los árabes en su tiempo».

También visitó la catedral de Sevilla y pasó por Jaén y Ciudad Real, hasta llegar a Madrid. Se alojó en la nunciatura y visitó El Escorial, donde pasó un día de reposo debido a un resfriado.

Angelo Giuseppe Roncalli llegó a la convulsa Francia poco antes de que terminara la II Guerra Mundial, a finales de diciembre de 1944. Allí pasó ocho años, en los que tejió una amistad con el presidente de la República francesa, Charles de Gaulle. En enero de 1953, Roncalli fue nombrado patriarca de Venecia y dejó atrás París, pero no sus amistades, ya que según cuenta González-Baladero, «De Gaulle visitó en Venecia al Patriarca Roncalli y se hospedó en su casa».

VENECIA, LOURDES Y SANTIAGO

Un año después de ser nombrado patriarca de Venecia por Pío XII, en julio de 1954, el cardenal Roncalli presidió una peregrinación a Lourdes, Francia, con motivo del año santo mariano, que después él extendió en solitario para celebrar en Santiago de Compostela el Jacobeo.

En sus viajes y, especialmente, durante los recorridos por España, Angelo Roncalli recolectó amistades y recuerdos con los que posteriormente decoraría su casa natal en Sotto il Monte, Bérgamo.

González-Baladero reproduce algunos extractos del diario del patriarca Roncalli durante su segunda visita a España, del 16 al 28 de julio de 1954 para LA RAZÓN.

«El paso de Francia a España resultó muy fácil», escribió el futuro Papa en su diario el viernes 15 de julio de 1954. «Pude disponerme para la fiesta del Carmen recordando Santa María in Monte Santo –iglesia donde se ordenó sacerdote el 10 agosto 1904–. A las 10, tras haberme confesado, salí para visitar un Santo crucifijo muy antiguo de la iglesia. Acogida popular por parte de la buena gente. Pasé a Añorga (Guipúzcoa), ejemplo raro de la aplicación de las enseñanzas papales acerca de la fraternidad entre los empresarios y trabajadores».

Al día siguiente, sábado 17 de julio, el patriarca de Venecia visitó las localidades de Azpeitia y Loyola, que describió como «paisaje parecido al de los valles bergamascos, quizás algo más abierto. En Loyola, acogida festiva por parte de los profesores y alumnos de los jesuitas. Les hablé con gusto de los jesuitas bergamascos. Impresiones excelentes por una y otra parte. La casa de San Ignacio, con la capilla interesantísima, devota, artística, acaso rica en exceso, pero se trata del gran fundador y padre: ''Vere dignum et iustum est''. Junto a la iglesia del bautismo, cuántos niños. Se ve que son hijos de buena gente y de buenas madres. Regresamos por la carretera que bordea el mar».

En uno de los trayectos, al paso por el Valle del Roncal en Navarra, González-Baladero asegura que el futuro Papa bueno buscó el origen de su apellido Roncalli precisamente en este valle navarro, como una italianización de su apellido.

En Navarra, el lunes 19 de julio visitó el castillo de Javier una peregrinación que según escribió «me gustó mucho pero me dejó algo cansado. Cada vez España se me hace más atractiva».

Ese mismo día también visitó el santuario de Begoña y prosiguió hasta Comillas: «La gran universidad de los jesuitas en las cercanías de Santander, un panorama hermosísimo y un edificio imponente. Los padres jesuitas se mostraron muy gentiles y cordiales». En Comillas tuvo que reposar durante un día por motivos de salud.

El miércoles 21 de julio visitó por primera vez el Santuario de Covadonga. Un lugar y una virgen que cautivarían el corazón para siempre y que recordaría en futuras ocasiones. Allí escribió: «Qué horas más hermosas pasé en ese lugar sagrado del patriotismo español desde el 737, desde que murió Pelayo, primer libertador del país de la liberación musulmana. Hospitalidad señorial en las habitaciones del obispo de Oviedo, igual que en Begoña en el obispo de Bilbao. Covadonga, nombre inolvidable».