Catolicismo
Padre Ángel: «Si Trump me recibe no será para intercambiar corbatas»
A sus 80 años recién cumplidos, el fundador de Mensajeros de la Paz presenta su segunda biografía: «Padre Ángel. La humildad y la rebeldía».
A sus 80 años recién cumplidos, el fundador de Mensajeros de la Paz presenta su segunda biografía: «Padre Ángel. La humildad y la rebeldía».
Alas diez de la mañana, la parroquia de San Antón, en el moderno barrio de Hortaleza, ya está repleta. Tres voluntarios de la ONG «Mensajeros de la Paz» recogen los manteles del desayuno que sirven allí mismo a las personas que malviven en las calles de Madrid. «El café se toma en los mismos bancos en los que se escucha misa, así lo quiso el Padre Ángel», explica uno de ellos. El Padre Ángel (Mieres, 1937) no es un cura cualquiera. De eso da buena cuenta «La humildad y la rebeldía» (Planeta), una biografía de este sacerdote de corbata roja y frondosa cabellera canosa –y eso que ya ha cumplido los 80– llamado a ser el Juan Bosco del siglo XXI.
–¿Ha cambiado la corbata por la pajarita?
–¡Qué va! (risas). Ésta me la han regalado unos periodistas, por lo visto está de moda. Pero hoy no me la voy a poner, que no llevo esmoquin.
–Este año, el mismo de su 80 cumpleaños, se publica su segunda biografía.. .¿Ha llegado el momento de hacer recuento?
–A mis 80 años pensé que era el momento de hacer unas memorias y Lucía López (la autora) se puso manos a la obra. ¡Quién mejor que ella, que ha estado de cooperante en la India con «Mensajeros de la Paz»! A decir verdad, no sé como clasificar el libro, porque no es ni una novela ni una biografía. Retrata los sentimientos, no los míos, sino de las personas con las que yo he convivido.
–Humildad y rebeldía ¿Así se define?
–No sé si esas son mis virtudes, mis tesoros. Mis tesoros, en realidad, son los pobres, los sin techo. El libro verdaderamente está dedicado a ellos, que son la esencia de «Mensajeros por la Paz».
–Una de las historias del libro, la de Almudena, nos recuerda que siempre hay desgracias mayores que la de uno mismo ¿Hay demasiada autocompasión?
–No vivimos en la autocompasión, sino en el olvido, pensamos que eso nunca nos puede llegar a pasar. Cuando lees la historia de Almudena puedes llegar a preguntarte si es ficción. Pero es realidad, la cruda realidad de una niña que se quedó huérfana de madre muy pronto, que dio a luz a los 16 y meses después perdió al bebé, que sufrió malos tratos de su pareja y que terminó enferma, sola y en la calle tras la muerte de la única persona que de verdad la quiso, su padre.
–¿Qué le diría a aquellos que se preguntan dónde esta Dios en esos casos?
–Les diría que a veces yo también me lo pregunto, pero no por echarle la culpa, sino porque uno quiere encontrar una respuesta. Esa misma pregunta se la hicieron al Papa Francisco y contestó que no hay respuesta a eso. Pese a todo, Almudena encontró a Dios, aquí, en San Antón. Aquí llegó, se sentó y se encontró con una sonrisa y con Dios. Pero uno no tiene una respuesta si le preguntan dónde encontrarle. Eso no se sabe.
–Santa Teresa de Jesús decía que entre los pucheros...
–¡En cualquier sitio! Yo me atrevo a decir que Dios está tirado en el suelo, junto a los residentes de San Antón.
–¿Tener la Iglesia abierta 24 horas, instalar wifi, servir comida y café.... ¿le ha costado alguna reprimenda del arzobispado?
–Alguno de los míos dijo que aquí no se respetaban las normas de Dios, pero no soy merecedor de tener enfrentamientos con nadie. Al contrario, todo lo he recibido ha sido cariño y algún reproche que otro por hacer aquí alguna actuación... pero he pedido perdón. Como dice el Papa, prefiero a los curas que piden perdón que a los que piden permiso. Porque si yo hubiera pedido permiso no me hubieran dejado, por ejemplo, colgar hoy la bandera de Gran Bretaña en solidaridad con el pueblo de Manchester.
–El Evangelio según San Mateo dice: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre».
–Yo no sé de donde sacó eso Mateo. Él, que yo sepa, murió antes que el Papa y él lo dice muy claramente, cuando des limosna hay que mirar a los ojos, tocar, abrazar a la gente...
–Tiene usted fotos en el despacho con políticos de todo signo ¿Cuál ha sido el más dispuesto a escuchar las necesidades del prójimo?
–El que venga (risas), para no quedar mal con ninguno de los que han pasado.
–No se moja nada...
–Sí me mojo, pero es que debo ser de los pocos que está agradecido a cada uno de los presidentes que han pasado, desde Adolfo Suárez a Mariano Rajoy, que ha sido capaz de reconocer que existe la pobreza infantil y de hacer unos presupuestos para intentar paliarla. Pero también he sido muy incómodo con ellos, incluso con Suárez. Con él me enfadé al ver que en un reformatorio comían bellotas. Así que le envié por correo unas cuantas, a él y al Rey Juan Carlos. «Vuestros hijos seguro que no comen esto», les dije.
– Le falta la foto con Trump...
–Ya le he pedido una entrevista. Espero que me reciba y no para intercambiar las corbatas rojas. Tiene que tener algo bueno, no puede ser tan malo como a veces se le dibuja. Tiene unas piernas, unos brazos, un corazón, tiene una mujer e hijos... si me recibe, le voy a decir, seguramente, lo que le ha dicho Francisco. Y que deje de gobernar a golpe de tuit.
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