Irak
Padre Douglas Bazi: «El Estado Islámico llegará hasta aquí. Vuestros hijos están en peligro»
Entrevista a Douglas Bazi / Sacerdote iraquí. Cuenta su historia en España tras ser atacado con bomba, tiroteado en una pierna y secuestrado por ser cristiano
Al padre Douglas Bazi, sacerdote iraquí, todo el mundo le recuerda su parecido con el actor Robert de Niro. Su rostro sonriente y su buen humor no dejan entrever una vida cargada de sufrimientos, «los mismos que ha pasado mi gente», como insiste. Él, que se considera un afortunado, fue víctima de ataques bomba –uno de ellos destruyó su iglesia–, fue tiroteado e incluso secuestrado durante nueve días. Le costó años empezar a hablar de ello, pero tomó una decisión hace pocos meses: el futuro de su pueblo estaba en juego. En su paso por España, a donde ha llegado para ofrecer su testimonio con motivo de la Jornada de Oración por los Cristianos Perseguidos, que se celebra hoy promovida por Ayuda a la Iglesia Necesitada, pide auxilio: «Estamos muriendo».
–¿Por qué está hoy aquí?
–Vengo aquí porque me ha invitado Ayuda a la Iglesia Necesitada a dar mi testimonio, a contar lo que sucede en mi país. Sólo quiero que nuestra voz sea escuchada. No vengo en representación de mi pueblo, yo soy ese pueblo. Lo que a él le sucede, me sucede a mí. No soy un líder ni un héroe, sino un iraquí más, orgulloso de serlo y enamorado de mi país.
–Su historia pone los pelos de punta... Y sigue allí. ¿No se ha planteado nunca marcharse?
–El hogar es el hogar. Quiero a mi país y por eso sigo allí, pero no soy una héroe. Mi intención no es sobrevivir. Siempre digo que me gusta mucho la vida en Alemania, pero sé que es imposible llevar a toda mi gente allí. Lo que sí puedo hacer es traer el sistema alemán a mi país. Yo podría vivir cómodamente fuera, pero ¿es la vida que quiero? Llegué a Madrid el domingo y varios compatriotas se han ofrecido para enseñarme la ciudad, pero yo no he venido para hacer turismo ni para descansar. Estoy aquí para decir que mi pueblo está muriendo.
–¿Fue el secuestro lo peor que le ha pasado?
–Le soy sincero si le reconozco que el secuestro no me sorprendió, lo que me sorprendió fue sobrevivir. Me habían atacado antes con bombas, me habían disparado con una AK-47, habían derribado mi iglesia. Viví la misma tragedia que todos viven. Guardé silencio durante años, pues no es fácil poner palabras a esa experiencia, porque mis amigos me lo aconsejaron y porque quedan secuelas.
–¿Cuáles?
–Durante el cautiverio, me dejaron cuatro días sin agua y ahora nunca me voy a la cama sin algo de agua cerca. Además, me cuesta al menos dos horas conciliar el sueño. Nunca olvidaré esos nueve días. Recuerdo que lo único que pedía a mis secuestradores es que si me mataban se lo comunicasen a mi familia. No tenían que devolver el cuerpo, sólo informarles.
–¿Por qué decidió hablar?
–Empecé a hablar cuando me di cuenta de que no se trataba de mí mismo, de cómo me sentía, sino de la historia de mi gente. Soy afortunado porque puedo hablar, pero ¿y aquellos que no pueden o tienen miedo? Cuando narro lo que me ha sucedido ya no hablo de mí mismo, sino de mi pueblo; no es mi experiencia sin agua, sino la de mi pueblo.
–Imagino que rezó mucho durante su cautiverio...
–Viví un signo muy bonito. Las esposas con las que me ataban tenían una cuerda con diez nudos que usé para rezar el Rosario. Fue la mejor oración de mi vida.
–Y ahora trabaja en Erbil con los cristianos desplazados.
–Hacemos lo que solía hacer Jesús: curar. O lo que es lo mismo, cuidarles y ofrecerles formación y habilidades para salir adelante. Nos centramos sobre todo en niños y adolescentes, porque son el futuro. Le enseñamos música, cine, danza, deporte, idiomas... Hay que mantenerles ocupados y aprendiendo. Si queremos derrotar al Estado Islámico tenemos que promover el conocimiento.
–¿Teme que Irak y Oriente Medio se queden sin cristianos?
–A mucha gente le preocupa esto, pero yo prefiero pensar que no será el fin del cristianismo si los cristianos son expulsados. Más aún, creo que podemos ser fuertes como comunidad, podemos llevar a cabo acciones a nivel internacional para presionar a los gobiernos. Esperamos cien años para que un Papa hablase del genocidio armenio y no queremos esperar otros cien a que se reconozca el genocidio de los cristianos en Irak.
–¿Os sentís olvidados?
–No es el olvido lo que me preocupa, sino la indiferencia. Cuando uno olvida, se le puede agitar para que reaccione, pero si es indiferente... Mi gente está decepcionada y se pregunta si Occidente es consciente de la situación.
–¿Somos conscientes de la amenaza del Estado Islámico?
–La próxima generación del Estado Islámico llegará aquí. Tienen buenas condiciones para establecerse, porque los protegéis con la ley. Estáis acogiendo a gente mala. Lo que me horroriza es que vuestros hijos están en peligro. Tendrán problemas, sufrirán por el islam o serán islam.
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