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Pilar de Arístegui: «Carlos ya avanzó lo que está sucediendo hoy con el terrorismo yihadista»

Presenta «El Cautivo del Papa» (LibrosLibres), la obra póstuma de su marido, el embajador de España Carlos Abella y Ramallo, que falleció hace apenas un año y medio.

Pilar de Arístegui: «Carlos ya avanzó lo que está sucediendo hoy con el terrorismo yihadista»
Pilar de Arístegui: «Carlos ya avanzó lo que está sucediendo hoy con el terrorismo yihadista»larazon

Presenta «El Cautivo del Papa» (LibrosLibres), la obra póstuma de su marido, el embajador de España Carlos Abella y Ramallo, que falleció hace apenas un año y medio.

La talla intectual de Pilar de Arístegui – es escritora y pintora–, amén de su bagaje como hija y esposa de diplomáticos hacen atractiva cualquier conversación con ella. Sin embargo, en esta ocasión –reconoce al periodista– prefiere mantenerse al margen para «ser la voz de Carlos Abella», su marido, embajador de España, fallecido en agosto de 2014 y del que se acaba de publicar un libro póstumo. Se trata de «El Cautivo del Papa», que narra las aventuras del príncipe otomano Djem y cuyas páginas evocan la amenza del terrorismo yihadista a la que se enfrenta hoy Occidente. «Quiero ser en esta entrevista la voz de Carlos, que también se puede escuchar en este nuevo libro gracias al editor, que es quien tuvo la idea».

–¿Cómo se gesta esta obra?

–Es un libro con un gran valor emocional, pues Carlos lo escribió durante su enfermedad, un cáncer contra el que luchó durante un año y medio. Al hacerlo, demostró una enorme serenidad, una gran voluntad y una mente clara. Lo que más me impresiona es su clarividencia.

–¿Por qué?

–Veía venir lo que está pasando con el terrorismo yihadista, tal y como se puede comprobar en el libro. Y es que hace una extrapolación de las luchas entre el imperio otomano y la cristiandad en los siglos XV, XVI y XVII y lo que sucede en estos momentos. Además, alcanza una conclusión que yo comparto en su totalidad: estos conflictos no tienen que ver con una guerra de religiones, sino una lucha entre dos conceptos antagónicos de libertad.

–Una reflexión muy actual...

–Lo que está sucediendo hoy en muchos países del mundo árabe es terrible, sobre todo en aquellos en los que se ha producido una regresión. Por ejemplo, recuerdo que en los años 50 pidieron a mi padre que abriera empresas en países árabes. Fue a Jordania, Irak... Entonces, en Irak las mujeres podían acceder a la universidad, en España todavía no, y hoy muchas mujeres no sólo no pueden acceder a estudios universitarios, sino que no pueden salir a la calle solas o conducir.

–Imagino que recuperar esta obra de su marido fue también doloroso, pues su pérdida es muy reciente...

–No fue fácil. Ya la había leído varias veces, incluso me encargué de las correciones. Sólo puedo decir que creció mi admiración al comprobar, una vez más, la clarividencia con la que había visto el problema del terrorismo yihadista. Pero si tengo que decir algo de Carlos es que fue un hombre de valores y principios y nunca renunció a ellos. Siempre dijo lo que pensaba, incluso aunque no le fuera conveniente. También sabía callarse, pues era muy prudente.

–¿Por qué se interesó por el cautivo del Papa?

–Siempre le han interesado todos los temas que tienen que ver con el Vaticano y con la historia de Roma. El personaje principal de la novela juega un papel importante en su época, pues, siendo el legítimo heredero, su hermano se hace con el poder y él acaba refugiado con los caballeros de la Orden de Malta.

–Un gran interés por el Vaticano que surge del sueño de ser embajador ante la Santa Sede...

–En el prólogo del libro, cuento el hecho concreto que le hizo descubrir su vocación. Siendo niño, su padre invitó al ministro de Asuntos Exteriores de entonces, José Félix de Lequerica, a comer en su casa. Carlos estaba presente, y cuando oyó a Lequerica explicar en qué consistía la labor de diplomático, comprendió que había encontrado su vocación. Carlos siempre pensó que ese trabajo, aunar voluntades y evitar conflictos, era una tarea noble y apasionante. Ya desde muy temprano, su gran meta era ser embajador ante la Santa Sede, pues consideraba que era la diplomacia más fina, más antigua, y lo fue.

–¿Cómo recibió la noticia de que sus sueños se cumplían?

–Fue muy especial, pues acababan de operarme de una dolencia que podía haber sido grave. Me acuerdo perfectamente. En las vivencias de Carlos hay casualidades muy significativas. Por ejemplo, nos comunicaron la muerte de Juan Pablo II mientras recorríamos la Vía Dolorosa de Jerusalén.

–¿Cómo fueron esos años de trabajo en el Vaticano?

–Fueron muy especiales y con mucho trabajo.Vivimos el gran Jubileo del año 2000. La visita de delegaciones fue constante, pero también fue un tiempo muy interesante. Esta vida diplomática, que tiene momentos muy trágicos, tiene la gran compensación de conocer a personas extraordinarias; no sólo en Roma, también en otros países.

–Juan Pablo II, por ejemplo.

–Qué te voy a decir de Juan Pablo II. Lo primero, que es un santo, una persona con una alegría, una naturalidad, una cercanía... con las que, además, trataba a todo el mundo, independientemente de su posición. En lo que respecta a Carlos, él entendió que era embajador ante una persona de una talla única. Recuerdo que tenían conversaciones como las que uno tiene entre amigos.

–¿Qué pensaba de la elección de Bergoglio como Pontífice?

–Lo puedo decir con sus propias palabras, que recojo en el prólogo del libro: «Fuera quizás ahora el momento de convocar un nuevo concilio general, y que un jesuita –como es el nuevo Papa, que ha querido llamarse Francisco, también inédito y simbólico nombre en la historia de la Iglesia– logre por fin aquella perdida unidad de la cristiandad». Vio la elección de Francisco con esperanza.