Religion
Por todo lo que hace y por todo lo que dice
Francisco recibe el Premio Carlomagno por todo lo que es, todo lo que hace y todo lo que dice. No sólo por su saber hacer diplomático, que para el líder mundial con más predicamento del mundo no es tarea baladí. Pero este saber está incluido. Su modo de hacer diplomacia es muy distinto al de antaño. Tiene como precedentes a dos Papas santos contemporáneos: San Juan XXIII y San Juan Pablo II. Antes los papas ejercían la diplomacia de la cautela, tanto en el día a día, para poder actuar en situaciones delicadas sin condicionamientos, como también en esas mismas situaciones, más basada en el trabajo a medio y largo plazo que a corto plazo. Con los Papas del Siglo XX el giro es casi copernicano: de la doble cautela a la doble claridad. Ser siempre claros en los posicionamientos ante los grandes problemas internacionales, y así nadie se lleva luego a engaño, y actuar directamente, descolgando el teléfono las veces que haga falta para hablar con Kennedy en la Guerra de los Misiles (San Juan XXIII en 1962), o aceptando ser mediador internacional encerrándose por días en su despacho con expertos y un mapa de Chile y Argentina (San Juan Pablo II en 1984). Francisco añade su perspicacia jesuítica y su envolvente persuasión argentina, como hizo el año pasado convenciendo a Obama para que acabará con el bloqueo a Cuba. Esta diplomacia está avalada por dos características: el desinterés político y económico, y la autoridad moral. La Ciudad del Vaticano ya no tiene nada que ver con lo que fueron, hasta el tratado de Letrán, los Estados Pontificios. El único interés político es la defensa de la paz y de la libertad religiosa, y el único interés económico es propiciar la justicia social y la solidaridad internacional. En cuanto a autoridad moral, ningún líder mundial se le asoma ni de lejos. Ésas son las «divisiones del Papa» que desconocían Stalin y Hitler. Y a ésas hay que añadir la credibilidad moral mundial sin precedentes de Francisco.
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