Oración

Justicia divina

Textos de oración ofrecidos por Christian Díaz Yepes, sacerdote de la archidiócesis de Madrid

Pier Francesco Mola, "Predicación de Juan el Bautista"
Pier Francesco Mola, "Predicación de Juan el Bautista" Museo del Prado.

Meditación para este III domingo de Adviento

Juan el Bautista sigue preparando el camino a la manifestación del Mesías, sol de justicia que pondrá al descubierto lo que hay en los corazones de cada uno y que inaugurará el reinado de Dios con su propia vida, con su predicación y con toda su misión. Ante el anuncio del Precursor, los que le escuchaban se hacían la gran pregunta: «¿Entonces, qué debemos hacer?» (Lucas, 3, 10ss).

Dios no nos salva sin nuestra respuesta. La plenitud de la vida que Él quiere darnos implica nuestra adhesión de amor, que se inicia con un paso de conversión. Por eso, a quienes le van formulando esa pregunta, el Bautista va respondiendo según la condición de cada uno. A la gente común la invita a vivir el amor al prójimo como a sí mismos, a través de la austeridad y la generosidad: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». A los que trabajaban al servicio del poder imperante, les exhortaba: «No exijáis más de lo establecido», y a los soldados les conminaba a no extorsionar y conformarse con su salario. Hasta aquí, la predicación del Bautista deja claro que para recibir adecuadamente a Cristo hay que partir de los niveles más básicos de la justicia, que es la primera forma del amor. Solo al vivir relaciones justas, confesando nuestros pecados y convirtiéndonos, se allana el camino verdaderamente humano. Es entonces cuando lo divino puede mostrarse con todo su esplendor, que es, paradójicamente, profundamente sencillo y cercano, como el Niño Dios que nacerá en un establo. Esta ha sido la más contundente demostración de la justicia divina, tan distinta de la humana. Preguntémonos entonces con toda responsabilidad: ¿Cuáles son esas exigencias de justicia, generosidad y coherencia que he de vivir para preparar la venida de Cristo a mi vida?

Dios llega a nosotros invitándonos a volver a lo esencial y lo más justo de nuestra propia condición. ¿Eres padre o madre? He ahí tu primera misión; entra en ti mismo y redescúbrela; entrégate a los tuyos con tenacidad y profundo amor. Haz todo lo que esté a tu alcance para preparar a tus hijos a la vida eterna, procurando para ellos una educación religiosa límpida y sin distorsiones. ¿Trabajas? Hazlo con abnegación y honestidad. ¿Tienes responsabilidades en la sociedad? Ejércelas en coherencia con tu fe y por amor a los que se te confían. ¿Debes descansar? Permítetelo y reposa en la presencia de Dios. En definitiva, como cristiano vive en toda integridad según esta llamada altísima. Fue lo que hizo el Bautista cuando reconoció con valentía y humildad: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias». Por eso, también mantente tú en la verdad, reconociendo con sencillez que eres apenas criatura, pero que a la vez estás puesto por Dios en este mundo para abrirle camino, haciéndole presente con tu propia vida, tu testimonio y cada acción que emprendes. Pregúntate hoy delante de Él cómo puedes mantener su presencia en tu propia vida y en la de los tuyos, cómo puedes hacer que tus relaciones y compromisos reflejen esa justicia divina que se manifiesta en la sencillez, confianza y alegría del Niño que nace en Belén