Mensaje desde la Amazonía

"En la tierra de Jesús sigue habiendo odio y muerte y por ello tenemos que rezar para que acabe"

El páter Ignacio Doñoro, que dirige el Hogar Nazaret en Perú, señala que es una hipocresía dejar de creer en Dios porque se produzcan estas catástrofes

El páter Ignacio Doñoro con parte de los niños acogidos en el Hogar Nazaret
El páter Ignacio Doñoro con parte de los niños acogidos en el Hogar NazaretHogar Nazaret

El páter Ignacio Doñoro está al frente del Hogar Nazaret, en la Amazonía peruana, en el que recoge a cientos de niños, muchos de ellos para arrebatarles de las redes del narcotráfico y, sobre todo de la pobreza, con el fin de darles una educación hasta llegar a la universidad. Desde ese recóndito lugar, donde se realiza una labor tan importante, ha transmitido a LA RAZÓN sus mensajes sobre la actual situación del mundo, en la que el miedo y la preocupación por los conflictos bélicos, la situación política y otros factores impregnan a la sociedad.

“Hemos disfrutado de muchos años de paz, pero ahora vuelven a aparecer los rencores y se anteponen los intereses económicos a los derechos de las personas. Viendo esta situación, ¿qué debemos hacer? Ante todo, amar a Dios y amar a los demás, incluso a nuestros enemigos. Esta es la carta de navegación que nos da el Señor. En ese sentido, me gustaría contar una pequeña anécdota de algo que ha ocurrido recientemente en el Hogar Nazaret. Unos amigos nos han regalado un Cristo de altar de madera de olivo traído de Israel. Ese Cristo que está presidiendo la Santa Misa nos recuerda constantemente que en la tierra de Jesús sigue habiendo odio y muerte. Por eso, tenemos que rezar y ofrecer sacrificios y mortificaciones por la paz. El echarnos las manos a la cabeza no conduce a nada. Lo que tenemos que preguntarnos es: “¿Qué tengo que hacer yo ante esta situación de guerra que estamos viviendo?”. “En el Hogar Nazaret –agrega-- tenemos un arma muy poderosa: el rezo del rosario. Yo aconsejo rezar el rosario en familia y hacer presente en nuestras vidas a la Virgen María, porque así Ella irá cambiando a toda la familia”.

Más adelante, señala que “me llama poderosamente la atención la gran hipocresía social. Decimos que el mundo está muy mal, pero no nos damos cuenta de que quizá sea también nuestra propia vida la que está muy mal. Las causas pueden ser muchas, como vivir en pecado porque no estoy casado por la Iglesia, porque no me alimento del Pan de Vida eterna, porque yo mismo he apagado la llama de amor que había en mi corazón al apartarme del Señor… Por eso, yo miraría primero cómo está mi mundo, porque ahí es donde puedo actuar”.

Y marca cinco claves para poder superar esta difícil situación:

-- Para tener paz y verdadera Vida es alimentarnos de la Eucaristía.

-- La segunda es la Santísima Virgen María. La masonería, que es satánica, proyecta destruir a la Iglesia, pero sabemos que el Corazón Inmaculado de María triunfará. En estos últimos dos siglos, la Virgen ha repetido en numerosas apariciones que hay muchas almas que van al infierno y ha avisado de que la masonería y el comunismo están intentando destruir a la Iglesia. Habrá guerras y desastres naturales, pero después de eso comenzará “la Era de María”, como la llamó Pío XII.

--La tercera es el amor al Papa, que es el sucesor de Pedro, y a la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica (…) en ocasiones puede parecer que la Iglesia se tambalea, que entra agua en nuestra barca, y que Jesús duerme… Pero Jesús está en la barca y nos dice: “No tengáis miedo”.

--La cuarta sería la oración. No hay vida de santidad sin oración.

--La quinta, la mortificación. Puede sonar anticuado, pero no lo es. Yo mismo a veces me incomodo porque los niños y las niñas del Hogar Nazaret se mortifican con pequeños sacrificios, emulando a los Pastorcitos de Fátima... Estoy convencido de que si el mundo no se ha hundido todavía es porque hay mucha gente rezando y ofreciendo sacrificios por la paz; cada vez hay más capillas de Adoración perpetua donde se ora insistentemente por ese propósito; también los niños y niñas del Hogar Nazaret —y lo digo sin ninguna jactancia—, están pidiendo por la paz, y son niños crucificados que elevan sus peticiones a Dios.

Finalmente, a los que dejan de creer en Dios al ver tantas situaciones injustas les dice que “es una terrible hipocresía decir que hay mucha injusticia y mucha hambre en el mundo, y al mismo tiempo no poner ningún medio para aliviar esa hambre. Seguro que las personas que me están leyendo pertenecen a esa parte privilegiada del mundo que come todos los días… Sin embargo, donde yo vivo, en la selva del Amazonas, no es así. Yo recojo a los niños porque no tienen nada que comer. Tres cuartas partes de la humanidad pasan hambre de verdad, mientras nosotros nos quejamos por nimiedades… No podemos echar la culpa a Dios de lo que estamos haciendo nosotros. ¿Qué estoy haciendo yo para paliar el hambre de los demás? ¿Cómo me voy a presentar ante Dios? ¿Cómo están mis manos, llenas de obras o llenas de quejas, de tibiezas, de nimiedades? Yo invito a los lectores a unirse a esta propuesta del Hogar Nazaret, que es una oportunidad para amar. En el libro El fuego de María y El secreto es Jesús abordo estos temas en mucha mayor profundidad, mostrando cómo a través de obras pequeñas podemos ser realmente felices. El ser humano está llamado a la felicidad, una felicidad que solo puede encontrar plenamente en Dios”.