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JMJ de Río

Un cafecito que sabe a humildad

MARÍA LUISA / Recibió la vista del Santo Padre en su casa en la favela Varginha

Un cafecito que sabe a humildad
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A los pies de una favela, el Papa Franscisco llamó a defender a la familia. Dijo que, desde el momento en que se le comunicó donde se celebraría la Jornada Mundial de la Juventud, pensó en llamar a todas las puertas para compartir así un «cafezinho» con los abuelos, los hijos y los nietos. Y en cierta medida, así lo hizo. Ayer, cuando el Santo Padre se encontraba visitando uno de los 300 barrios más pobres de Río de Janeiro, sus nudillos golpearon una puerta. Aunque María Luisa Do Santos Penhas sabía que iba a recibir una ilustre visita, no pudo conciliar el sueño durante varios días o, posiblemente, durante semanas. Ella fue la elegida de recibir al escogido por Dios. Quedó sorprendida cuando, en el umbral de su casa, el Papa esperaba su saludo. «Fue el mejor regalo de mi vida», expresaba emocionada la humilde carioca. Junto a su familia, María Luisa había limpiado con tesón su hogar y pidió a sus amigos que le acompañasen en un momento especial. La mujer contó a la Prensa allí presente que «pudo retratar el momento con mis hijos y agarrar su mano». Por su parte, su marido, aseguraba «que es imposible explicar por qué el Pontífice eligió su casa entre todas las de Varginha, pero sí que sé cuales son los motivos que le llevaron a nuestro barrio». Francisco quiso compartir con María Lucía, otra lugareña, que «bendecía a toda la comunidad y, por ende, a todos los cristianos». «Nos dijo que esta casa era bendita, que la familia es maravillosa, que nos ama a todos. Es una persona tan simple...», relataba María Lucía. El paseo de Francisco a lo largo de la favela fue un símbolo de que el Santo Padre latinoamericano está empeñado en prestar toda su atención en los más desfavorecidos. Algunos claman que se le conozca como «El Papa de los pobres» y otros , más cautos, opinan que el Pontífice está con quienes más sufren en la actualidad. «Lo que sí es cierto es que quería mostrar al mundo una comunidad carente de todas las necesidades básicas», aseguraba a la BBC Manuel José, el electricista y compañero de María Luisa. Su morada, su salón, su pequeña cocina y su puerta fueron captadas por el séquito de curiosos y periodistas que seguían con sumo interés los pasos de Su Santidad. Su casa se convirtió en el hogar de los brasileños y de la población mundial.