Papa Francisco
Un cardenal muy al gusto del Papa Francisco
El primer gran discurso del Papa nos ha recordado dos de sus máximas. El amor y la esperanza. La Plaza de la Revolución ha estado engalanada como en las grandes ocasiones. Hemos hablado con personas que han llegado por las difíciles carreteras de este país con un solo objetivo: «Queremos oír la palabra del Papa Francisco». Los carteles están por toda la ciudad y la capital está repleta de fotos para recordarnos esta histórica jornada para los que creen y también para los que no creen. Hemos visto cientos de vehículos públicos, guaguas, aparcados en la calle que han traído a las miles de personas que escucharon con fervor la Misa y que aclamaron a su líder espiritual en un papamóvil caribeño descapotable, casi un taxi-bici. Cualquier día vemos a nuestro Papa pasear en uno de estos artilugios por La Habana. Se ha notado que este Gobierno está a gusto con la visita de quien ha colaborado a romper el aislamiento entre dos paises vecinos.
Hemos tenido la suerte de concelebrar y escuchar su mensaje muy cerca. Su discurso, muy espiritual, no ha olvidado una de sus grandes preocupaciones: la paz. En este caso ha sido Colombia, que debate su futuro en esta isla apoyado por Raúl Castro, al que ha reconocido su esfuerzo por acabar con ese conflicto. Nos ha impresionado y gustado el cardenal Jaime Ortega. Amigo de Bergoglio desde hace muchos años, ha sabido gobernar una Iglesia que estaba muy vigilada por el poder político. Siempre le hemos agradecido que inaugurara la residencia de Mensajeros para sacerdotes discapacitados.
Ortega ha tenido el mérito de llevar a los católicos cubanos a la Plaza de la Revolución hasta tres veces con tres papas diferentes y su papel seguirá siendo fundamental en el futuro de este extraordinario país. Le ha agradecido a nuestro Francisco la necesaria renovación de la Iglesia y su participación en la reapertura de las embajadas que debería terminal con el fin del bloqueo, una medida impropia de una sociedad civilizada. Reconciliación, amor y perdón son las palabras claves que ha pronunciado y a las que nos sumamos. No ha ocultado nada, aunque la prudencia le ha hecho hablar de la «renovación de nuestra nación Cubana». Todos lo hemos entendido.
Nos hemos emocionado con el gesto de saludar a los enfermos y, sobre todo, cuando una mujer con cáncer, calva totalmente, se ha arrodillado detrás del altar ante el Papa que la ha besado y bendecido. Las gritos aclamando a Francisco se quedaron mudos ante la escena de la lucha por la vida y el amor por los que sufren.
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