Coronavirus

¿Por qué el pasaporte serológico para viajeros puede ser una idea nefasta?

La OMS ha elevado su voz en varias ocasiones en contra de estos métodos de control del tránsito de viajeros

Dos pasajeros devuelto a Alemania y 7 denunciados por no justificar su viaje
Viajeros mantienen la distancia de seguridad antes de facturar su equipaje en el interior del Aeropuerto de PalmaCATI CLADERAAgencia EFE

El Reino Unido, Alemania, China, Estados Unidos y, en algunos momentos también, las autoridades sanitarias españolas, han jugueteado imaginariamente con la idea de imponer controles a los movimientos de turistas (o de ciudadanos en tránsito por motivos profesionales) según el estado inmune del viajero. Solo entran en un territorio aquellos que porten un documento o certificación de que no son contagiosos de Covid-19. Es lo que llaman pasaportes serológicos, pasaportes biológicos o inmunovisados

Los casos más avanzados tecnológicamente son los de China y Corea del Sur. En el primer país se han introducido puestos de control sanitario virtuales y aplicaciones de rastreo a través de códigos QR como parte de la normalidad cotidiana. En Chile se ha propuesto expedir un certificado de alta sanitaria de tres meses de validez para todos los ciudadanos que se hayan recuperado de la enfermedad.

En pleno debate sobre la posibilidad de abrir o no las fronteras españolas a turistas y de implantar periodos de cuarentena para los que nos visiten desde determinados países, lo único claro sobre los pasaportes serológicos o los certificados de tránsito en función de las pruebas de inmunidad es que, científicamente, son una mala idea.

La Organización Mundial de la Salud ha elevado en varias ocasiones su voz en contra de estos métodos de control del tránsito. Primero lo hizo cuando advirtió de que no existen garantías de que una persona que haya pasado la enfermedad esté definitivamente exenta de una segunda infección. Ahora que algunas informaciones científicas parecen reducir los riesgos de reinfección y que sabemos más sobre la supuesta inmunidad adquirida por los contagiados, la OMS alerta de que los mecanismos de diagnóstico puede que no sean tan seguros o tan disponibles como para fomentar la generalización de los pasaportes serológicos

Dejando a un lado las posible derivadas éticas y políticas de una decisión que limita la libertar de movimientos en función de un riesgo microbiológico, lo cierto es que técnicamente la implantación de estos certificados ofrece más problemas que soluciones.

En primer lugar, porque seguimos sin saber realmente bien cómo funciona la inmunidad contra la Covid-19. Los últimos trabajos de investigación al respecto parecen indicar que cerca del 100 por 100 de los pacientes confirmados mediante PCR desarrollan inmunidad a corto plazo y solo el 37 por 100 de los pacientes sospechosos a los que no se les confirmó la enfermedad la desarrollaron. En este sentido, parece lógico pensar que una PCR positiva ofrece evidentes garantías de haber sido inmunizado. Pero hoy por hoy es imposible saber cuánto tiempo dura la inmunidad. Los tres meses de alta médica que propone Chile, por ejemplo, no dejan de ser una entelequia.

La poca fiabilidad de los test inmunológicos

Si por el contrario se elige como método de discriminación un test inmunológico las cosas se complican. Algunos de estos test ofrecen fiabilidades cercanas al 99 por 100 aunque muchos de los que hay en el mercado presentan hasta más de un 60 por 100 de errores. Dependiendo de la marca y modelo elegido por una autoridad portuaria, por ejemplo, estaríamos permitiendo o denegando el paso a un viajero casi a ciegas.

En un artículo publicado esta semana por la revista Nature se alerta de otro peligro que parece más sutil pero no menos preocupante. Existen claras sospechas de que los test de inmunidad se exigirán con más frecuencia a las clases sociales más marginadas. Según datos del departamento de Policía de Nueva York, de todas las veces que se solicitó la documentación a un ciudadano en la calle para comprobar su filiación, el 59 por 100 de los casos el ciudadano era negro, el 29 por 100 latino u el 6 por 100, blanco. Entre marzo y mayo, el 40 por 100 de las personas a las que se denunció por romper la cuarentena en Nueva York fueron negros.

Tal como informa Nature, en China durante la pandemia se forzó a todos los nativos africanos que viven en el país a hacerse una prueba de inmunidad. No hay que olvidar que en otras partes del mundo algunos ciudadanos chinos han sufrido actos de racismo desde que se expandió el coronavirus. No sería extraño que los pasaportes serológicos fueran también víctimas del sesgo racial o xenófobo.

Pero el principal problema de todos es que, nos pongamos como nos pongamos, no hay garantías de contar con suficientes existencias de materia para realizar test a gran escala en todo el mundo. La escasez de pruebas, personal y laboratorios generaría claramente una división social cada vez más grande entre aquellos que cuentan con acceso al certificado y pueden moverse libremente y aquellos que no pueden transitar por carecer de recursos para hacerse una prueba. El pasaporte biológico sería la nueva valla de la división social.