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¿Cuantas mentiras se han dicho sobre el Covid-19?

Desde el inicio de la crisis de la pandemia, se han detectado más de 2.000 rumores, "fake news" y teorías conspiratorias, según un estudio global.

Infodemia es un término acuñado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en febrero de este año para describir una “sobreabundancia de información, algunas precisas y otras no, que dificultan que las personas encuentren fuentes confiables”. Esta avalancha ingente de datos no se desata ante cualquier suceso, sino que, normalmente, tienen que cumplirse algunas características que la crisis del Covid-19 ha aglutinado de forma magistral: desconocimiento inicial de las causas y las consecuencias, alerta mundial, peligro para la población, desastres económicos, cambios sustanciales en el modo de vida, entre otras.

Una nueva evaluación global ha documentado una infodemia en los primeros meses de la pandemia COVID-19, que produjo una amplia gama de más de 2.000 rumores, teorías de conspiración y esfuerzos para estigmatizar a las víctimas, como información errónea relacionada con cientos de muertes, miles de hospitalizaciones y muchos actos de violencia. El trabajo, realizado por un equipo internacional de científicos sociales y expertos en enfermedades infecciosas, revela el increíble volumen y variedad de afirmaciones falsas que circularon rápidamente en plataformas como Twitter y Facebook y sitios web de medios de comunicación en un corto período, desde finales de diciembre de 2019 hasta principios de abril de 2020.

Fake news peligrosas

Entre las afirmaciones con consecuencias más dañinas, el análisis destaca algunas como queuna mezcla de orina de camello y cal o, simplemente, orina de vaca, puede curar una infección por Covid-19 o un rumor que circula en todo el mundo sobre los poderes curativos de beber metanol, que se ha relacionado con 800 muertes, unas 5.900 hospitalizaciones y 60 casos de ceguera. Los investigadores también compilaron numerosos informes de estigmatizaciones peligrosas dirigidas a los profesionales sanitarios y personas de etnia asiática que estaban vinculadas con al menos 26 ataques violentos. El informe apunta, además, que la desinformación sobre el COVID-19 sigue un patrón que se ha visto en otros brotes, incluida la propagación del VIH y el ébola. “La información errónea alimentada por rumores, estigmas y teorías de conspiración puede tener implicaciones potencialmente serias en el individuo y la comunidad si se le da prioridad sobre las pautas basadas en la evidencia. Los organismos de salud deben hacer un seguimiento de la información errónea asociada con el COVID-19 en tiempo real, y comprometer a las comunidades locales y a las partes interesadas del gobierno para desacreditar la información errónea”, afirman los científicos.

En total, identificaron 2.311 informes de rumores, estigmas y teorías de conspiración en 25 idiomas de 87 países. Los reclamos estaban relacionados con enfermedades, transmisión y mortalidad (24%), medidas de control (21%), tratamiento y cura (19%), causa de la enfermedad incluyendo el origen (15%), violencia (1%), y varios (20%).

Atracción por lo complicado

En palabras de uno de los investigadores, “durante las crisis de salud pública, la gente a menudo se concentra más en rumores y engaños que en la ciencia”, pero ¿por qué sucede algo así? Parte de la explicación parece estar en nuestra propia naturaleza humana. “Los seres humanos nos solemos regir por un principio que se llama sesgo de proporcionalidad: tendemos a buscar soluciones complicadas para problemas complicados. Así, algo tan complejo como la pandemia Covid-19 no podemos pensar que sea atribuible a algo tan simple en la naturaleza como un virus de origen natural, con gran capacidad de contagio”, explicaManuel Armayones, psicólogo e investigador del eHealth Center de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC).

Contra esta tendencia natural, solo nos queda el pensamiento crítico, que ponga “en cuarentena” lo que oímos, vemos y leemos y lo contraste con las evidencias de las que disponemos. De hecho, gran número de expertos en Sociología y estudio del comportamiento humano, afirman que esta capacidad de análisis y exploración de la realidad separando el “grano de la paja” debería trabajarse desde la infancia, como parte de los programas educativos, para forjar una ciudadanía con criterio.