Un año después

Las tres grandes lecciones que deja la pésima gestión de la pandemia

El primero, y fundamental, fue la imprevisión

La ministra de Sanidad, Carolina Darias, y el anterior titular de ese departamento, Salvador Illa, durante el acto de traspaso de la cartera del Ministerio de Sanidad, el 27 de enero de 2021.
La ministra de Sanidad, Carolina Darias, y el anterior titular de ese departamento, Salvador Illa, durante el acto de traspaso de la cartera del Ministerio de Sanidad, el 27 de enero de 2021.EUROPA PRESS/J. Hellín. POOLEuropa Press

Lejos de lo que algunos pregonan, el final de la pandemia no va a ser inminente. Por eso, resulta clave evitar en los largos meses que aún restan de esta pesadilla que se repitan los gravísimos errores cometidos desde marzo de 2020.

¿Cuáles son? Tantos, que darían pie no a una, sino a cien columnas como ésta de A TU SALUD, y aún faltaría espacio. No cabe más remedio, sin embargo, que sortear las limitaciones físicas de la página impresa mediante un ejercicio de síntesis. El primero, y fundamental, fue la imprevisión. El Gobierno ignoró las alertas internacionales y la situación de otros países, dejando abierta la puerta de entrada al virus en España, algo que ha vuelto a repetirse en diciembre y enero con la irrupción de las nuevas variantes. Hay que aprender, pues, que ante crisis de salud pública como la presente conviene escarmentar en cabeza ajena antes de que la propia se infecte. No lo hizo Sanidad y así nos va.

El segundo error es creer el mito tantas veces extendido de que la Sanidad española se sitúa a la cabeza del planeta, porque los hechos y los datos lo desmontan, pese al impagado esfuerzo de los profesionales. Baste recordar los sucesos de la primera ola o analizar las estadísticas sobre las listas de espera en todas las especialidades para darse cuenta del estado calamitoso en el que se encuentra el sistema público por falta de inversiones y de una catastrófica ineficiencia gestora que nadie ataja.

El tercero es considerar a Sanidad un ministerio de cuarta. Así lo pensó Pedro Sánchez al trocearlo para dar cabida a Iglesias y Garzón. La pandemia le cogió debilitado y con un Salvador Illa inoperante, que manipuló mensajes e hizo prevalecer siempre las decisiones del partido.