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Alimentación

Cuantos más factores saludables tengamos, mejor podremos llevar la fatiga pandémica

Entrevista a María Ros San Juan, psicóloga sanitaria

María Ros San JuanPsicóloga sanitaria Archivo

1. ¿Existe una relación directa en la manera en la que comemos y el estado de ánimo?

Por supuesto. De hecho, suele decirse que el intestino es nuestro segundo cerebro, porque existe una relación bidireccional entre el patrón de alimentación y las emociones. Esto significa no solo que lo que comemos tiene influencia sobre nuestro estado de ánimo, sino que, en función de éste, de como nos sentimos, escogemos unos alimentos u otros.

Por ejemplo, se ha demostrado que el consumo de azúcar, aunque a corto plazo puede ser un reforzador muy potente, es decir, me provoca sensaciones agradables, a medio/largo plazo produce un aumento del cansancio y disminuye el estado de alerta. Pero, al mismo tiempo, cuando estamos más tristes y cansados, solemos optar por alimentos menos saludables y, generalmente, por el consumo de azúcar.

Por lo que acabamos inmersos en un círculo vicioso al intentar regular nuestro sistema emocional a través de la comida que, paradójicamente, nos produce lo contrario; una desregulación.

2. La ansiedad a unos les quita el apetito y a otros se lo desata ¿lo mismo sucede con la tristeza?

Efectivamente. Las emociones, aunque en cuanto a expresión son algo bastante estandarizado (por ejemplo, cuando estamos alegres sonreímos) a nivel de experiencia interna hay mucha variabilidad, por lo que, cada uno lo vivimos de una forma.

Por ejemplo, en mi trabajo en consulta privada atiendo a muchas personas que acuden por cuestiones de ansiedad y todavía no me he encontrado a dos personas que manifiesten su ansiedad de igual forma. Pues lo mismo ocurre con el resto de emociones (tristeza, enfado, miedo…). Hay tantas posibilidades como personas en el mundo, pues todo esto depende de factores como la personalidad, la experiencia vital, las habilidades de afrontamiento, la accesibilidad a recursos y apoyo social…

3. Y el cansancio, la desesperanza, que es lo que más notamos en la pandemia, ¿también nos cambia la forma de alimentarnos?

Tiene relación, por supuesto.

Cuando estamos cansados, desganados y tristes, buscamos resultados a costa del menor esfuerzo posible. Tenemos tan poca motivación y energía que, si podemos resolver todo aquí y ahora, lo preferimos. ¿Qué relación tiene esto con la alimentación? Que, si tengo que elegir entre ponerme a cocinar algo más o menos elaborado o recurrir a algo rápido como lo es la comida a domicilio o un plato precocinado… me iré, muy probablemente, a la segunda opción.

Además, no solo guarda relación con la inmediatez y rapidez, sino que los alimentos poco saludables, acaban funcionando como cualquier otra sustancia adictiva. Es decir, activan las áreas cerebrales relacionadas con la gratificación y bienestar.

4. No sé si comemos distinto, pero sí bebemos distinto. Durante el confinamiento el alcohol era una constante en los encuentros online… ¿en este semiconfinamiento seguimos bebiendo más que antes del covid19?

Aunque quizás ahora, pasado ya un año del comienzo de la pandemia, estamos tomando más consciencia de nuestro estado de salud y somos más responsables en ese sentido, sí es cierto que desde el comienzo de la pandemia hemos aumentado a nivel poblacional el consumo de alcohol.

El alcohol al ser una sustancia depresora del sistema nervioso central, a corto plazo, nos genera un estado placentero y nos aporta calma. Este es precisamente el motivo por el que se ha consumido en mayores cantidades desde marzo de 2020.

Sin embargo, aunque a corto plazo nos produce esa sensación de bienestar, a medio/largo plazo puede acabar influyendo sobre otras cuestiones como el estrés, la ansiedad o la conciliación del sueño.

5. ¿Hay algún tipo de dieta que nos ayude a sobrellevar esta fatiga pandémica que cada vez acusamos más?

Cuántos más factores saludables incluyamos en nuestra rutina, más y mejor podremos sobrellevar estos tiempos tan difíciles e insólitos.

Respecto a dietas concretas, no hay ninguna “dieta milagro” que nos regule emocionalmente y nos haga sobrellevar esta fatiga pandémica de mejor modo. No podemos depositar la responsabilidad de nuestro sistema emocional en nuestros patrones de alimentación, porque el resultado de una buena regulación emocional no solo recae en la alimentación, sino en otros muchos factores como la práctica de ejercicio diario, el mantenimiento de vínculos sociales adaptándolo a las circunstancias, el seguir rutinas estrictas respetando los horarios, el pedir ayuda profesional cuando hay alguna limitación que no podemos resolver nosotros mismos…

Pero, por supuesto, si podemos llevar una pauta alimenticia que sea más saludable. Reducir la ingesta de azúcares y procesados, aumentar el consumo de verduras y frutas, hidratarnos mucho, aprender a comer de forma consciente para que no nos elijan los alimentos a nosotros… pero todo esto es importante combinarlo, como decíamos antes, con otros muchos factores que, si los incluimos en nuestras rutinas, nos ayudarán a mantenernos más estables y regulados emocionalmente.

6. Cuando estamos tristes, cansados, aburridos, siempre solemos buscar una recompensa alimentaria en el dulce, que no es nada saludable ¿cómo podemos evitarlo o por qué podemos sustituirlo?

Si nos ponemos a reflexionar sobre este tema, caemos en la cuenta de que, cuando somos pequeños nos regulan a través de la comida (“si terminas los deberes te comes el helado”, “si te portas mal te quedas sin postre”). Es decir, nos enseñan que la comida es un premio, por lo que crecemos como adultos tendentes a regularse a través de ella.

¿Qué ocurre? Que los alimentos que nos ofrecen como recompensa (y que nos retiran como castigo) son, precisamente, los menos saludables (no he oído a ningún niño que le hayan castigado sin ensalada o le hayan premiado con merluza).

Esto hace que, a medida que crecemos, repitamos exactamente el mismo patrón (si estoy triste me como unas chuches; si tenemos algo que celebrar, pedimos hamburguesas; si tengo a un amigo pasándolo mal, le llevo helado).

La forma de sustituir o regular este automatismo empieza por tomar consciencia de qué y cómo lo estamos haciendo. Porque, realmente, “lo que nos comemos son nuestras emociones” y, por tanto, elegimos la comida como estrategia de autorregulación.

Si aprendemos otra forma de regularnos y de fomentar nuestro bienestar, además de desarrollar una toma de consciencia sobre la importancia que la alimentación tiene sobre nuestra salud, entonces podremos decir adiós a patrones alimenticios poco saludables. En www.psicologiamr.com ayudamos precisamente a esto, a encontrar pautas de regulación más adaptativas y más funcionales que las que solemos tener en nuestro repertorio.

7. ¿Deberíamos prohibirnos algunos alimentos en estos tiempos que nos produzcan un efecto de sube y baja anímica? ¿Cómo cuáles?

No. La prohibición nunca es el camino, pues a mayor prohibición mayor riesgo de atracón y de sensación subjetiva de necesitar dicho alimento. Nuestro inconsciente no procesa términos negativos.

Lo importante es tomar consciencia de nuestros hábitos y, a partir de ahí y del valor que le otorguemos, decidir qué queremos consumir y qué preferimos no hacer por la afectación posterior.

Las personas con las que trabajo que han logrado adoptar un patrón de alimentación sano y cuidadoso (¡y disfrutar con ello sin atracones y sin sentir carencias!), son aquellas que dan valor a la influencia que esto tiene sobre su estado global (funcionamiento interno del cuerpo y regulación emocional).

Por eso, la prohibición nunca será el camino. Es mucho mejor ver dónde estamos, a dónde queremos ir, por qué y para qué. Esto nos ayuda a tener más compromiso y motivación para desprendernos de aquellos alimentos que no son beneficiosos para nosotros.

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