Sanidad

La villanía del «cuanto peor mejor»

«Hay en la medicina pública demasiado activista político-sindical cuyo único objetivo es ponerse ellos»

Trabajadores sanitarios participan en el minuto de silencio frente al Hospital Provincial Virgen de la Concha, en Zamora
Trabajadores sanitarios participan en el minuto de silencio frente al Hospital Provincial Virgen de la Concha, en ZamoraEmilio Fraile

Es cierto que una parte del sector sanitario atraviesa por una situación de abatimiento generalizado más que comprensible. Hubo que hacer frente a la pandemia sin medios, pero también sin un criterio médico consensuado sobre qué terapias eran las mejores y más convenientes. En muchas ocasiones debieron limitarse a cumplir protocolos, y a actuar según las instrucciones «de arriba», en su mayoría órdenes políticas.

Bien sabemos hoy que no había expertos ni Ciencia a la que agarrarse, y que los expertos estaban enfrentados entre ellos sobre los caminos a seguir, tal y como sucede aún en muchos casos. Con el agravante ahora de que se están viviendo episodios aparentemente inexplicables, como el exagerado aumento de la mortalidad por causas sobrevenidas, inexplicables, desconocidas y repentinas: miocarditis, pericarditis, ictus, cáncer, trombos y diferentes tipos de síndromes extraños.

Me decía un facultativo amigo que no hay nada más desmoralizador que no tener explicación científica para solventar las dudas que se amontonan, y peor cuando uno no sabe muy bien qué explicar a los pacientes que piden soluciones a sus padecimientos. Eso hace mella en los sanitarios, que como es lógico son sensibles y, en no pocos casos, puede llevar a situaciones de estrés o depresión, lo que repercute en el servicio y provoca más bajas.

Luego está el tema de los villanos. Me lo comentaban el otro día con bastante crudeza. Durante la pandemia, la profesión trabajó a destajo con heroicidad, sin importar horas, exponiendo la salud y la vida, sin mayor recompensa que el deber cumplido. La inmensa mayoría de los sanitarios actuó así, y los aplausos que les dimos los ciudadanos cada tarde a las 8 eran más que merecidos. Volveríamos a hacerlo cuantas veces fuese necesario sin duda.

El problema es que siempre hay excepciones. Y me argumentaban que, en este caso, la excepción se llama «villanía». Cierto que, dado que en todas las profesiones hay villanos, la Medicina no iba a ser una excepción a la norma. «Durante la pandemia hubo un 30% de villanos», repetía la fuente consultada: «Se pusieron enfermos de golpe, pidieron la baja, guardaron los EPIs, las mascarillas, dejaron de acudir a sus puestos agravando la precariedad de los que sí que íbamos cada día al hospital o a la consulta “a la guerra”».

Un familiar que tuvo que acudir al Zendal como paciente me contaba cómo hubo sanitarios que se dedicaron a boicotear los servicios nada más llegar. «No sé para qué permites que te manden aquí, si esto es un desastre y no hay de nada», le dijeron de sopetón, agravando su nerviosismo, que con la neumonía bilateral que arrastraba ya era extremo. Casi entró en pánico. Pronto comprobó que aquello que le habían dicho quienes le recibieron en el Zendal no era verdad. Me contó después este familiar que nunca se vio mejor atendido y tranquilizado en su zozobra, justamente por los médicos que ejercieron de médicos, como era su obligación, y no de villanos políticos.

Valga lo anterior para constatar igual que, en las huelgas y paros corporativos, hay siempre grandes profesionales preocupados por solventar los problemas, pero también otros que en realidad prefieren agravarlos bajo la consigna del «cuanto peor mejor». Porque hay en la medicina pública demasiado activista político-sindical, cuyo único objetivo es echar a los que gestionan para ponerse ellos. Por eso en las mesas negociadoras no tienen interés alguno en llegar a acuerdos sino más bien en reventarlos, prolongando las desavenencias.

En la huelga de los médicos de Madrid ha habido, según fuentes consultadas de la profesión, mucho médico de verdad, angustiado por los problemas reales y por no tener solución para la problemática de sus pacientes. Profesionales que hablaron con sinceridad y que abandonaron el paro al alcanzar parte de lo que reivindicaban. Es sabido que en una negociación de cualquier tipo nadie consigue nunca el cien por cien de lo que pide. Se negocia y se avanza, pero no se arrolla ni se humilla. Salvo que se pretenda arrollar y humillar.

Es una realidad que en la huelga médica de Madrid está habiendo cierta villanía de carné que no busca negociar para mejorar sino desalojar a Isabel Díaz Ayuso de la Puerta del Sol. Solo así se entiende el empeño que tienen en rechazar cuanto les proponen. «Tenemos que prolongar la huelga hasta las elecciones», se le escapó a cierta activista más preocupada por obedecer al partido/sindicato que por atender a los pacientes.

A estos médicos, conocidos como «villanos» dentro de la profesión, muchos de nosotros no les vamos a aplaudir. Lo peor es el daño que hacen a sus compañeros.