Robert Waldinger

«Una buena vida», la fórmula secreta de la felicidad que nos permite ganar en salud

Entrevista a Robert Waldinger, profesor de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard y autor del mayor estudio mundial sobre felicidad

Robert Waldinger
Robert WaldingerJavier OcañaJavier Ocaña

Considerado uno de los máximos expertos internacionales de la Psiquiatría, Robert Waldinger ha aterrizado esta semana en España con su nuevo libro bajo el brazo: «Una buena vida», de editorial Planeta. Esta obra, escrita junto al prestigioso psicólogo Marc Schulz después de analizar los datos del mayor estudio científico jamás realizado sobre el desarrollo humano –y que aún continúa–, es la «biblia» del bienestar y de la felicidad, esa gran utopía que todos perseguimos y para la que Waldinger tiene la fórmula secreta.

¿Cuál es la receta de la felicidad?

Después de analizar durante más de ocho décadas la vida de miles de personas, hemos descubierto que el mayor detonante de la felicidad es poseer una red social activa. Esto significa disfrutar de un buen puñado de amigos, sólidas relaciones familiares, una pareja o buenos compañeros de trabajo. Es lo más importante para alcanzar una vida larga, plena y satisfactoria.

No habla de dinero o de un buen puesto de trabajo, a pesar de que a día de hoy es en lo que más nos fijamos...

Resulta importante ganar dinero y encontrar una profesión que nos guste, pero si solo nos focalizamos en eso e ignoramos la importancia de las relaciones sociales, la felicidad no llega. El gran error es dar prioridad al trabajo, a la fama o al éxito, dejando de lado el contacto con los demás. Es más importante tener buenos amigos en el entorno laboral que un gran puesto. Por eso, aviso de la necesidad de invertir tiempo y esfuerzo en cuidar las relaciones sociales cercanas y periféricas.

¿Hay factores que nos hagan más o menos propensos a alcanzar esa felicidad?

Sí. Se estima que el 50% de nuestra felicidad tiene que ver con el temperamento, y eso nos viene dado genéticamente. Otro 10% está marcado por las circunstancias inmediatas, que pueden ir cambiando a lo largo de la vida, mientras que el 40% restante es influenciable, es decir, depende de nosotros y está en nuestras manos. Todos conocemos personas que son felices a pesar de vivir grandes tragedias y, por el contrario, quienes parecen tenerlo todo y, a pesar de ello, no alcanzan esa plenitud.

Quizá es porque hablamos mucho de la felicidad, pero no sabemos qué es...

El gran estudio que estamos haciendo nos ha permitido comprobar que el concepto de felicidad va cambiando según las generaciones. En los primeros grupos que se analizaron, tras la Segunda Guerra Mundial, esa plenitud se traducía en el sentido de vivir una buena vida. Ahora, sin embargo, pensamos en la felicidad como algo más hedonista, calculado según las fiestas, los viajes o los restaurantes que visitamos... Los más jóvenes creen que así es, porque están muy influenciados por lo que se ve en las redes sociales.

Somos la generación con más cosas a nuestro alcance y, a pesar de ello, se han disparado los problemas de salud mental. ¿Cuál es el antídoto frente a esa infelicidad constante que nos acecha?

Deberíamos practicar más la gratitud, que es muy útil. Tenemos un sesgo innato que nos hace potenciar la información negativa. Estamos programados para prestar más atención a las cosas malas que nos rodean y eso nos impide ser conscientes de todo lo bueno que tenemos y que damos por sentado: salud, familia, una casa... Hay muchos días que no nos paramos a pensar en lo afortunados que somos por poseer estas cosas, pero las investigaciones han demostrado que si somos activos en recordar y valorar todo lo bueno de la vida seremos más felices.

¿Y ser más felices impacta en la salud?

Es una relación bidireccional. Sentirse feliz hace que se reduzca el riesgo de sufrir enfermedades y nos permite estar más sanos. Pero también a la inversa, pues ante una adversidad sanitaria, tener una buena red social nos hace más fuertes para superar el bache.

¿La soledad nos resta años de vida?

Está demostrado que el estrés merma la longevidad y la soledad es un estresor muy peligroso, porque somos seres sociales. Cuando estamos con un amigo, con la pareja o con un familiar, el organismo se relaja y deja de estar en estado de alerta. Eso protege nuestra salud, porque mantener un nivel de estrés constante nos enferma al aumentar la inflamación del organismo, lo que daña el sistema cardiovascular, las articulaciones, el sistema digestivo... Todo eso nos quita años de vida.

¿Su consejo final?

Que nunca es tarde para ser felices si invertimos tiempo y esfuerzo en cuidar las relaciones sociales que nos importan.