Opinión

Un cielo abierto

He pasado unos días en un hospital acompañando a una enferma queridísima

Manos cogidas entre paciente y acompañante en un hospital
Manos cogidas entre paciente y acompañante en un hospitalDreamstimeDreamstime

He pasado unos días en un hospital acompañando a una enferma queridísima. El final no ha sido feliz y, cuando escribo esto, aún estoy desolada y aturdida. Pero, en verdad, no puedo todavía escribir sobre otra cosa.

Ha sido todo inesperado y rápido, siete días. Ella, mi amada, despertó una noche con una crisis de ahogo producida por una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) grave. Esa noche pidió ir al hospital. La ambulancia corrió hasta las urgencias del centro y, como no había camas en el Servicio de Neumología, fue atendida durante dos días en una de esas salas en las que enfermos en fila de camas esperan a ser trasladados a la planta correspondiente.

Esos días solo pude hablar con ella por teléfono. Me dijo que la lleváramos a casa, que quizá no estaba preparada para un final. Yo le rogaba paciencia y le transmitía un ánimo que no le llegaba ni al embozo de la sábana. Empeoraba y, finalmente, llegó la habitación, el especialista, la ventana.

Cuando pude verla, mi querida estaba muy deteriorada y con pánico –el que llevaba sintiendo meses– a morir ahogada. Cada crisis de asfixia era más pavorosa. Se tiraba de la cama y suplicaba sedación. Las enfermeras volaban en su auxilio y la insuflaban aire por un rato. Su buen médico, ante la gravedad y la súplica de su paciente, optó por paliarle ese sufrimiento inhumano e irreversible.

Al poco de ser sedada, cuando acudieron todos a despedirla, se despertó para regalarnos la fiesta más bella a la que he asistido. Con humor y amor, ajustó cuentas, nos agradeció estar allí, nos aseguró que éramos buenos y, finalmente, nos pidió que pusiéramos sus canciones favoritas y bailásemos con ella. Así lo hicimos. Y ella desde su lecho danzaba los brazos o nos aplaudía. Poco a poco, con la sonrisa en el rostro, se quedó dormidita para siempre.

Qué adiós más dulce. Qué regalo tan generoso nos dio. Qué dolor su partida. Qué extraordinaria mujer. Qué cielo más abierto nos dejó.