Salud
Descubierto en España: el 'síntoma' en el estómago que predice el Alzheimer antes de que aparezca
Un ensayo con pruebas genéticas en casi 80 personas revela que la microbiota intestinal ofrece señales del riesgo de desarrollar la enfermedad, incluso en personas sanas
No es magia ni ciencia ficción, es biomedicina: nuestras bacterias intestinales podrían estar lanzando señales de advertencia sobre el Alzheimer mucho antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad. Así lo revela un nuevo estudio impulsado en España por la Universidad Europea, junto a la Universidad Complutense y la Universidad Francisco de Vitoria, que analiza la estrecha relación entre genética, microbiota y riesgo neurodegenerativo.
El foco del estudio es el gen APOE4, la variante genética más asociada con la aparición del Alzheimer. Los investigadores encontraron que las personas sanas portadoras de este gen presentan una microbiota intestinal significativamente distinta. «Las bacterias intestinales alertan del riesgo de Alzheimer antes de que se manifiesten sus síntomas en el paciente», afirma Mariangela Tabone, profesora titular del Departamento de Odontología Preclínica I de la Universidad Europea.
Y lo que encontraron es sorprendente: estos portadores tienen hasta cinco veces menos de ciertas bacterias con efecto antiinflamatorio, como las del género Megamonas. También una menor capacidad para producir compuestos beneficiosos para el cerebro, como el triptófano, clave para generar serotonina. En cambio, presentan un aumento de bacterias del género Puniceicoccaceae, cuya función sigue siendo un misterio por su difícil estudio en laboratorio.
Un hallazgo impactante en alzhéimer
«Lo más impactante es que detectamos estas diferencias en individuos sanos, sin síntomas clínicos», explica Sara Clemente, también investigadora del estudio. Esto sugiere que los cambios en la microbiota no son consecuencia de la enfermedad, sino un posible aviso precoz de que algo podría ir mal en el futuro.
El artículo, publicado en la revista 'AMB Express' bajo el título Exploring the relationship between APOEε4 allele and gut microbiota composition and function in healthy adults, se basó en el análisis genético y bacteriano de 77 personas adultas españoles, utilizando herramientas de secuenciación y bioinformática de última generación.
Pero más allá del hallazgo científico, el estudio lanza un mensaje crucial: el Alzheimer no es una condena inevitable, sino una condición multifactorial donde la genética influye, pero no decide. «Muchas personas con el gen APOE4 nunca llegan a desarrollar la enfermedad. No heredamos un destino, heredamos una predisposición que podemos modular», subraya María del Rocío González, directora de Investigación de la Facultad de Ciencias Biomédicas y de la Salud de la Universidad Europea.
Qué hacer para reducir el riesgo de Alzheimer
¿Y cómo se modula ese riesgo? La respuesta está en la prevención temprana. El enfoque futuro, según las autoras, debe integrar cuatro pilares: genética, microbiota, Inteligencia Artificial y hábitos saludables. «Hoy ya se utilizan herramientas como el Polygenic Risk Score, que combina múltiples variantes genéticas y las cruza con datos de microbiota y estilo de vida para obtener predicciones más precisas», explica González.
Además, prácticas tan accesibles como el ejercicio físico regular, una dieta equilibrada y mantener el cerebro activo no solo protegen la salud mental, sino que también mejoran el ecosistema intestinal. «La conexión intestino-cerebro es real y poderosa. Cuidar tu microbiota es también cuidar tu cerebro», apunta Tabone.
Los resultados del estudio abren la puerta a una medicina más personalizada. Un modelo ya conocido como medicina de las 5P: Predictiva, Preventiva, Personalizada, Participativa y Poblacional. Con la ayuda de la IA, los expertos podrán interpretar la enorme cantidad de datos genéticos y microbianos de cada persona y generar recomendaciones personalizadas, desde ajustes en la dieta hasta suplementos específicos.
«El futuro está en detectar el riesgo antes de que aparezcan los síntomas, intervenir de forma específica y mejorar la calidad de vida de las personas en riesgo», concluyen las investigadoras. Y ese futuro, al parecer, empieza en el intestino.