Pacientes
Día Mundial de la Salud Mental: «No soy culpable de mi bipolaridad ni de medir 1,85»
Tras sus tres intentos de suicidio, Pol Turró tiene claro que para mejorar el abordaje de la Salud Mental en España hay que «medicar menos y escuchar más»
Le llamo por error una semana antes. Le pregunto por un asunto de un laboratorio. Lógicamente no sabe nada. Es Pol Turró. Acaba de publicar «Escapa de las tinieblas» (Editorial Alt Autores). Un libro que se lee solo. Ágil, rápido, crudo, sincero. Engancha. En él Pol se abre en canal y explica sin florituras lo que es ser bipolar. Pero, ¿qué siente una persona con este trastorno?
«Depende, ¿en qué momento?», pregunta. Esa es la clave. Este trastorno crónico se manifiesta por momentos alternantes de episodios depresivos y maníacos. Es como tener en un balancín sentados la euforia y la energía por un lado y por otro la tristeza y la inhibición. Además, el balancín no está mucho tiempo en el medio, en equilibrio.
En el caso de Pol pesan más los episodios maníacos. Es ágil, rápido. Todo va bien, demasiado bien, hasta que se va de madre. «La fase maníaca antes de que se vaya de las manos es como cocaína en vena sin tener que tomarla y gratis. He follado como nadie y también he corrido grandes riesgos», rememora el autor.
Y en el caso de los episodios psicóticos «es una puta locura.Vivir meses dudando de todo, de si tu madre es tu madre, si el planeta Tierra es tu planeta...».
«Tu mente –prosigue Pol– te engaña constantemente. A un amigo engañándote le puedes descubrir, pero es muy difícil de discernir que tu mente te está engañando. En algunas ocasiones he sido capaz de darme cuenta, en una o dos veces de diez años de enfermedad. Cuando estás psicótico es muy difícil llegar a ello, todo lo que ves lo ves real, en mi caso tengo, sobre todo, alucinaciones auditivas». «He podido tener 12-15 episodios psicóticos» y «15 ingresos», estima.
Pero vayamos más atrás, cuando se lo diagnosticaron. «Fue en 2014. Un año después de inaugurar con solo 20 años, junto a mi socio, Telemaki», una de las primeras compañías de restauración de comida japonesa a domicilio del país, que llegó a contar con cinco restaurantes y una plantilla de 80 personas.
Y fue «en mi auge vital y de una manera y modo que no recuerdo amablemente. Un médico de unos 50 y pico, educado pero frío que me dijo ‘‘es usted bipolar’’ y se calló. Luego me dijo podrá tal y no podrá tal, tal, tal». Solo le faltó decirle que sexo con moderación, como dice Pol en el libro.
«Aluciné por cómo me lo dijeron y porque no sabía lo que era. Ahora se habla más, pero hace diez años era un tabú. Yo no sabía lo que era ser bipolar no y encima me lo dijeron no de mala manera pero sí de forma fría sin tener en cuenta que es una enfermedad crónica que te marca tu vida».
Es por eso que para Pol «te lo tendría que decir primero un psicólogo, no un psiquiatra. Estos profesionales están minusvaloradosfrente a los psiquiatras. Y a mí me han salvado la vida los psicólogos. Hablar, comunicar lo que tenía dentro que no contaba...».
Previamente vivía los días a tope. «No dormía ni cuatro horas». Sus padres, preocupados, le llevaron a visitar a una psiquiatra, quien recomendó, sin él saberlo, su ingreso. Era marzo de 2014. «Mis padres me llevaron al hospital psiquiátrico la primera vez sin decírmelo (le dijeron que le llevaban a otra consulta para una segunda opinión). Luego he sido yo el que he pedido ingresar», recuerda.
«Entras engañado, descolocado y no hay nada para hacer. No te ofrecen nada. En los psiquiátricos privados hay grupos, talleres. En los públicos, no. Y en mi caso lo que hacía era ligar», recuerda. Y al parecer no se le da mal.
"En los psiquiátricos privados hay grupos, talleres. En los públicos, no. Y lo que hacía era ligar"
Es entonces cuando recibió el diagnóstico. Pero una cosa es que te lo digan y otra asumirlo. «Tardé años. Primero porque la respuesta que te ofrecen es solo medicación. En un hospital público no hay psicólogos habitualmente. Te dan un estabilizador de ánimo, un antipsicótico..., pero, ¿y todo lo demás qué? Tomas pastillas y ves que los resultados no son los que esperas porque eres joven sigues quizá consumiendo drogas y saliendo de fiesta y eso te mata».
Su adicción era el cannabis. «La mayoría tiende a pensar que el trastorno bipolar está latente y en mi caso lo destapó el cannabis y no dormir», asegura.
Su acercamiento a las drogas fue relativamente tardío: a los 17 años. «Las drogas son la muerte para las personas con enfermedades mentales. Las potencia», sentencia, aún así está a favor de la legalización del cannabis.
Lo que tiene claro es que las campañas antidrogas no funcionan: «Deberían ser más emocionales o muy espectaculares. Pero estas medias tintas tipo ‘‘di no a las drogas’’ no sirven».
"Hay que reformular las campañas antidrogas actuales. Las medias tintas no llegan"
En su caso, Pol dejó «de consumir cannabis tras mi primer intento de suicidio, pero he tenido algunas recaídas que forman parte del proceso, tres o cuatro, hace dos o tres años».
Era 21 de julio de 2017, faltaban pocos días para que a Pol le dieran el alta en el Hospital Psiquiátrico en Sant Boi. Pero como reconoce en el libro «yo estaba tan mal o incluso peor que al entrar», y aun así ese día estaba de permiso. «Había quedado con un amigo y sin avisarle me fui a la playa y me puse a nadar, cuatro horas, siete horas...». Se asustó y no cumplió su objetivo, fue entonces cuando decidió que se iba a suicidar. Saltaría de un puente. Lo pensó y lo hizo.
Resultado: le tuvieron que inducir un coma. Tenía doble traumatismo craneal. «Si está muy grave es que al menos está vivo», relata su madre en un capítulo del libro después de recibir la llamada de los Mossos. Un testimonio muy duro de aquel día que Pol reconoce no ha podido todavía leer.
Él recuerda, eso sí, todos los momentos previos. «Vivía una película, no sentía una mierda. Nadaba de madrugada, corría medias maratones, fumaba más porros que nunca, hablaba solo, debatía con un grafiti de buda que hay en mi casa...».
Y pese a lo traumático que fue, no ha sido el único. «He tenido tres intentos de suicidio. En mi caso yo tomo la decisión muy repentinamente, tres o seis horas antes, si no estaría muerto».
Eliminar tabúes y estigmas
Se muestra crítico –o realista– con cómo se aborda la prevención de los suicidios y, en general, la salud mental en España, en vísperas del Día Mundial de la Salud Mental que se celebra este jueves.
«Estamos en las antípodas de lo que debería ser. Hay que fijarse en países nórdicos que lo que hacen es una intervención muy distinta. Hay que medicar menos y escuchar más al paciente. Si hay enfermedad mental resulta obvio que han de existir psiquiatras, pero no solo ellos. La mente implica emociones también y el responsable de las emociones es el psicólogo. Tenemos que potenciar la figura del psicólogo», incide y eso pese a que «fue precisamente un psicólogo el que le dijo a sus padres que mejor no dijeran a nadie que era bipolar. Eso es horrendo porque te aísla, no puedes hablar con nadie. Por suerte las cosas están empezando a cambiar», reconoce.
"Se debería potenciar la figura del psicólogo en estos centros. A mí me han salvado la vida"
Y es que como bien sostiene: «No soy responsable de mi bipolaridad, como tampoco de mi 1,85 de estatura». «Las personas tememos, no nos gusta e incluso odiamos lo desconocido. Y como de esto no se habla por tabú es estigmatizado y juzgado. Nadie te va a decir que es tu culpa, pero te lo hacen sentir por desconocimiento. Hay que eliminar el tabú y el estigma» y eso es, precisamente, lo que pretende Pol con su libro «Escapa de las tinieblas».
- «Escapa de las tinieblas» (Editorial Alt Autores)
El autor divulga su historia personal y su experiencia en el ámbito de la salud mental, con el ánimo de ayudar a personas que se encuentran en una situación similar y a sus allegados a abordar esta problemática. Un testimonio único y sincero con el que Pol pretende eliminar tabúes.
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