Alimentación
Los inmunólogos ponen en entredicho las dietas probióticas: "Hay mucho sin contrastar"
"La microbiota no se favorece, se mantiene en un status quo", inciden
Cuidar la microbiota intestinal esta "de moda". Los avances en el conocimiento de este complejo sistema, que tiene una gran influencia sobre nuestro estado general de salud, han hecho que, a "pie de calle", se difundan gran número de bulos sobre como hay que alimentarse para favorecerla.
De ahí que hayan surgido infinidad de consejos y recomendaciones para incorporar a nuestra dieta los llamados probióticos- microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades apropiadas, confieren al huésped un beneficio para la salud- y los prebióticos - alimentos (generalmente con alto contenido de fibra) que actúan como nutrientes para la microbiota humana-. Ejemplos de los primeros serían el keffir, el yogurt o el chucrut y, de los segundos, los granos integrales, las bananas, las hortalizas de hoja verde, las cebollas, el ajo, la soja o las alcachofas.
Sin embargo, la Sociedad Española de Inmunología (SEI) alerta sobre que este tipo de recomendaciones y dietas basadas en el consumo de estos alimentos tienen un error de base. "Esas dietas basadas en probióticos o prebióticos no hay que hacerlas porque con eso favorecemos la microbiota: cada uno tiene su microbiota y se tiene que mantener, no tenemos que alterarla salvo que haya una evidencia", señala el presidente, Marcos López Hoyos, junto a la también inmunóloga África González, informa Efe.
La microbiota intestinal de cada individuo es única. Viene determinada en los primeros años de su vida, no sólo por factores genéticos sino también por el tipo de parto (vaginal o cesárea). Además, también influyen el momento del nacimiento, el modelo de lactancia (materna o artificial), el entorno en el que se nace (rural o urbano) o el uso de antibióticos en la primera infancia. La mayor parte de los microorganismos que la integran son bacterias- de hasta 1.000 especies distintas- que residen principalmente en el colon (90 %).
Aunque, posteriormente, la composición de la microbiota puede verse afectada por factores de estilo de vida (alimentación, práctica de ejercicio físico, exposición a tóxicos- tabaco, alcohol, contaminación ambiental, estrés, entre otros), no se debe tratar de reestablecer el equilibrio que creamos perdido a través de cambios drásticos en la alimentación. "Hay que ser muy cuidadosos con todos esos mensajes que se mandan de toma esto o toma lo otro para favorecer la microbiota. La microbiota no se favorece, se mantiene en un status quo", inciden los expertos. "Y, si éste se altera- ya sea por el abuso de antibióticos o por comer o dejar de comer según qué cosas- los microorganismos nos pueden dar problemas", advierten.
Para López Hoyos, lo más importante es que "hay muchas cosas que no están contrastadas", motivo por el que no se deben seguir ese tipo de recomendaciones. Tampoco las que enarbolan el uso de suplementos vitamínicos "cuando no haya evidencia de que hay una carencia, o los cambios de alimentación por pensar que eres celiaco, sin haberte hecho ninguna prueba". Frente a esto, apuesta por consumir "alimentos naturales frescos y dieta mediterránea". "Esa es la mejor dieta probiótica", opina, y añade "por ahora tenemos que seguir estudiando".
Lista de probióticos
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) elaboraron una serie de directrices para estandarizar la composición de probióticos. Para que un producto pueda comercializarse como probiótico, el grupo de trabajo mandatado por la FAO y la OMS estableció que debe reunir unas características:
- Debe estar vivo.
- Debe ser estable.
- Debe contener un número adecuado de microoganismos para producir el efecto beneficioso que se busca.
- Debe especificarse el género y la especie de cada cepa específica.
- Debe haber evidencias científicas que corroboren que es eficaz en seres humanos.
- Debe poder almacenarse en una sustancia que no afecte a la viabilidad o a su supervivencia.
- Debe haber evidencia de que la cepa tiene un determinado efecto beneficioso. Los beneficios de una cepa no pueden ser extrapolados a otras cepas.
- Debe estar etiquetado con información veraz sobre estas características.
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