Entrevista

Isaac Peña: «La ecografía ha mejorado el abordaje intervencionista del dolor»

Entrevista a Isaac Peña, coordinador de la Unidad del Dolor del Hospital Virgen del Rocío (Sevilla)

Isaac Peña
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El dolor crónico es un serio problema de salud pública debido al grave impacto físico y psicológico que implica, pues repercute directamente en la calidad de vida y el bienestar de los pacientes. Aliviarlo es la meta que persigue cada día Isaac Peña, coordinador de la Unidad de Dolor del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla.

¿Cuántas personas necesitan pasar por una unidad del dolor en nuestro país?

Según las estadísticas, se estima que hasta un 17% de la población tiene dolor crónico. Eso incluye todos los niveles de molestias, es decir, no siempre necesitan este servicio, pero muchos sí tienen que pasar por este tipo de unidades especializadas en algún momento del proceso, por lo que hablamos de millones de españoles.

¿Esa cifra va en aumento?

Sí, sin duda la tendencia principal es de ascenso y existen dos motivos. El primero de ellos es el envejecimiento de la población, lo que significa que hay una mayor supervivencia, pero también implica que aumenta la probabilidad de sufrir enfermedades degenerativas, que son el grueso de las patologías dolorosas, como la artrosis, la osteoporosis con fracturas... Y, en segundo lugar, porque se realizan cada vez más cirugías, que son el gran productor de neuropatías. Ahora los pacientes se operan ya casi en el límite de edad tanto de cuestiones benignas, como puede ser una hernia inguinal, una prótesis de rodilla, de cadera..., o por patologías malignas, como las cirugías derivadas de un cáncer. Estos pacientes oncológicos cada vez tienen más oportunidades de curación, pero también son intervenciones que implican mayor impacto y son un productor de dolor crónico importante.

¿Cuál es el procedimiento que se sigue con los pacientes en estas unidades?

Por norma general en las unidades de dolor se trabaja con diferentes niveles de potencia analgésica y con tratamientos que van siendo cada vez más complejos. El primer paso sería el abordaje farmacológico con el uso optimizado de pastillas. Si esto no responde, pasaríamos al abordaje intervencionista a través de diferentes procedimientos mínimamente invasivos que actúan sobre las diferentes estructuras nerviosas.

¿Qué tipo de intervenciones son las más comunes?

Las dos técnicas más sencillas y habituales son la infiltración de un fármaco en una estructura para bloquear el nervio o, por otro lado, la radiofrecuencia para modular o destruir el nervio afectado.

¿Qué papel juega la ecografía en estos procedimientos?

Es fundamental y ha mejorado el abordaje intervencionista del dolor, ya que para meter esa aguja hay que guiarse de alguna forma. La usamos para ser más precisos a la hora de realizar esa intervención, localizando el punto en el que queremos actuar, sin llegar a pinchar en el nervio. La ecografía nos permite hacerlo de una forma más segura y sencilla. Hasta no hace mucho tiempo esto exigía el uso de rayos X, con lo que eso implicaba de exposición a radiaciones ionizantes y la necesidad de emplear una sala específica. Ahora es posible usar equipos de pequeño tamaño y con ruedas, por lo que son portátiles y nos permiten improvisar mucho y ser más eficientes.

¿Es una tecnología cara o accesible para todos los centros?

Con el tiempo este equipamiento se ha vuelto más sofisticado y también más económico, por lo que es viable y lo normal es que ahora las unidades de dolor tengan ecógrafos. La curva de aprendizaje que exige no es demasiado larga y además permite que los nuevos profesionales puedan usarla de una manera real, ganando con la práctica la habilidad necesaria para pinchar al paciente en el lugar exacto. En estos casos la realización de cursos de formación con esta tecnología de última generación resulta muy útil.

En su unidad también son pioneros en la investigación científica relacionada con el abordaje del dolor. ¿Qué proyectos tienen entre manos para este nuevo año?

Actualmente estamos involucrados en cinco ensayos impulsados por instituciones públicas o privadas en los que incluimos a pacientes para probar novedades, ya sean técnicas o terapéuticas, cuya seguridad está demostrada, pero con las que se intenta confirmar su eficacia. Por ejemplo, estamos probando nuevas indicaciones de fármacos que nunca se habían usado y dispositivos de estimulación a través de un implante medular que aplica una corriente eléctrica, algo que, por el momento, es lo más sofisticado en el tratamiento del dolor, aunque haría falta más inversión para avanzar de forma más rápida.

¿El dolor está infravalorado?

Venimos de una época en la que tener dolor después de una intervención o si hay una enfermedad crónica se ha considerado normal, pero por suerte eso está cambiando y ya se impone el bienestar y la calidad de vida del paciente.

¿Qué es lo que está por llegar?

En cinco años estoy seguro de que podremos tratar a un número muy superior de pacientes porque mejorarán todos los procesos gracias a la tecnología.