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Alimentación

Siete suplementos y comidas que no deberías mezclar con la vitamina D

Algunos alimentos pueden interferir en la toma y causar cálculos renales o problemas digestivos

Siete suplementos y comidas que no deberías mezclar con la vitamina D Freepik

La vitamina D se ha convertido en una de las grandes protagonistas del botiquín doméstico: se receta para ayudar a absorber el calcio, proteger los huesos, apoyar la función muscular y contribuir al buen estado del sistema inmunitario. Sin embargo, no siempre nos fijamos en algo clave: con qué la tomamos y a qué hora. Algunos alimentos, suplementos e incluso medicamentos pueden reducir la cantidad de vitamina D que el cuerpo aprovecha o hacer menos segura su combinación si se toman al mismo tiempo o en dosis muy altas.

Un ejemplo claro son los alimentos muy ricos en fibra. Legumbres como las alubias o las lentejas, cereales integrales y muchas frutas y verduras son estupendos para la digestión y ayudan a mantener la sensación de saciedad durante horas. Pero si justo en una comida muy cargada de fibra añades tu cápsula de vitamina D, esa misma fibra puede reducir la cantidad de vitamina que el intestino llega a absorber.

Algo parecido ocurre con los alimentos que contienen ácido fítico, una sustancia natural presente en los cereales integrales, los frutos secos, las semillas y las legumbres. Este compuesto puede disminuir la absorción de minerales como el calcio, el hierro o el zinc. Dado que la vitamina D trabaja muy de cerca con el calcio para mantener la salud de los huesos, el ácido fítico puede interferir de forma indirecta en ese engranaje.

El calcio es otro protagonista de esta historia. En principio, su convivencia con la vitamina D tiene todo el sentido: sin vitamina D, el organismo no aprovecha bien el calcio. Pero cuando hablamos de comidas extremadamente ricas en calcio o de suplementos de calcio a dosis elevadas, conviene tener cierta cautela. Tomar cantidades muy altas de calcio y vitamina D exactamente a la misma hora puede alterar el equilibrio entre ambos y, en personas sensibles, aumentar el riesgo de cálculos renales.

Las vitaminas liposolubles también pueden hacerse competencia. Es el caso de la vitamina A cuando se consume en suplementos de alta dosis. Tanto la A como la D se almacenan en el organismo y si la primera se toma en cantidades muy altas, puede interferir en el buen uso que el cuerpo hace de la vitamina D.

Otro mineral a tener en cuenta es el magnesio. En realidad, vitamina D y magnesio trabajan de la mano y muchas personas se benefician de tener un buen aporte de este último. El matiz está en la dosis y en el formato: ingerir magnesio en cantidades moderadas a través de alimentos como frutos secos, cereales integrales o verduras de hoja verde no plantea problemas. El conflicto surge cuando se toman suplementos de magnesio en dosis muy elevadas a la vez que la vitamina D, algo que en ciertos casos puede desencadenar molestias digestivas o diarrea.

Más allá de vitaminas y minerales, también entran en juego algunos productos de herbolario. La hierba de San Juan, que algunas personas utilizan para mejorar el estado de ánimo, acelera la forma en la que el organismo descompone muchas vitaminas y medicamentos, incluida la vitamina D. Esto significa que el cuerpo puede eliminar esta vitamina más deprisa de lo normal, reduciendo sus niveles aunque se esté tomando un suplemento con regularidad.

Por último, hay que mencionar a un grupo de fármacos empleados con frecuencia para reducir el colesterol: los llamados secuestradores de ácidos biliares, como la colestiramina (Efensol o Resincolestiramina) o el colesevelam (Cholestagel), que actúan en el intestino y pueden unirse a vitaminas liposolubles como la D. Como esta vitamina necesita la grasa para absorberse correctamente, el fármaco puede llevarse por delante la vitamina D antes de que el cuerpo tenga oportunidad de utilizarla.