Opinión

Tenemos las herramientas para eliminar la hepatitis C

«Estamos más cerca que nunca de lograrlo, pero debemos hacer un último esfuerzo para encontrar y tratar a todos los que aún viven con ella»

Test de detección de la hepatitis C
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Si me hubieran dicho hace 10 años que en España estaríamos en camino de eliminar la hepatitis C como problema de salud pública, probablemente no lo habría creído. Era un sueño, un objetivo que parecía inalcanzable en un contexto donde este virus generaba cirrosis, hepatocarcinoma y la necesidad de trasplantes hepáticos. Sin embargo, gracias al Plan Estratégico para el Abordaje de la Hepatitis C (Peahc), hemos logrado lo que en su momento se consideraba una utopía.

En el marco del 50º Congreso de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH), merece la pena recordar que la implementación del Peahc ha supuesto un antes y un después en el control de esta enfermedad, y situándonos cerca de su eliminación. En menos de una década, hemos transformado una enfermedad crónica, progresiva y con una alta carga de morbilidad en una infección que está en vías de desaparición. En la década transcurrida desde su puesta en marcha, España ha logrado posicionarse como un referente internacional en la eliminación de la hepatitis C.

Si analizamos la magnitud del impacto sanitario, social y económico es, sin duda, uno de los mayores logros en salud pública de nuestro tiempo. Además, el impacto de esta estrategia ha ido más allá del VHC. La reducción en la necesidad de trasplante hepático por complicaciones de la hepatitis C ha tenido efectos positivos en el sistema sanitario, permitiendo que otros pacientes con enfermedades hepáticas graves hayan podido acceder antes a un órgano, reduciendo tiempos de espera y mejorando los resultados del trasplante. Esta optimización del empleo de órganos es una de las consecuencias más positivas de la eliminación del VHC y un claro ejemplo de cómo una política sanitaria eficaz puede beneficiar al conjunto del sistema.

Este éxito demuestra que, cuando hay compromiso político, científico y social, podemos lograr grandes avances en salud pública. Y todos estos logros han sido posibles, ahorrando dinero. La inversión en antivirales de acción directa fue significativa en su momento, pero los beneficios económicos han sido inmensamente mayores.

Los cálculos estiman que por cada euro invertido en el tratamiento del VHC, el sistema ha ahorrado varios euros en costes derivados de complicaciones hepáticas evitadas. La reducción en la necesidad de trasplantes, en los ingresos hospitalarios y en la mortalidad ha generado un retorno de inversión que confirma que apostar por la eliminación fue la decisión correcta.

Sin embargo, es esencial que sigamos trabajando para conseguir eliminar la hepatitis C, ya que, a pesar de los numerosos avances en el diagnóstico y las innumerables iniciativas para simplificar el cribado y tratamiento de la enfermedad, aún existen grupos en los que la detección es un reto. En este sentido, algunas personas que no se identifican como pertenecientes a ningún grupo de riesgo, probablemente viven con una hepatitis C no diagnosticada. Muchos hepatólogos creemos que el diagnóstico de estas personas solo será posible mediante un cribado universal de las personas que se sitúan en una franja de edad cambiante, pero probablemente lo más eficaz sería cribar entre los 50 y los 70-75 años.

Para conseguir todo esto, ya hay en marcha diversas iniciativas. Por ejemplo, el Decálogo de Eliminación de la Hepatitis C, que brinda estrategias que los centros pueden implementar para avanzar en la eliminación; o el cribado en los servicios de urgencias, que ha demostrado ser una forma efectiva de encontrar casos ocultos. Además, en algunos entornos urbanos se han puesto en marcha estrategias como unidades móviles de diagnóstico y tratamiento, con resultados extraordinarios. Y no podemos olvidarnos de las iniciativas para encontrar a los pacientes «perdidos» por el sistema, personas que alguna vez fueron diagnosticados de hepatitis C y que, por diversos motivos, no han sido tratados. Es crítico recuperar a todos estos pacientes y ofrecerles la posibilidad de curarse.

IA: una herramienta útil

Para conseguirlo, los implicados en la eliminación de la hepatitis C debemos seguir haciendo uso de todas las herramientas de las que disponemos. En este sentido, la inteligencia artificial (IA) nos ha permitido poner en marcha diversas iniciativas para mejorar la identificación de pacientes no diagnosticados mediante el uso de algoritmos en historias clínicas electrónicas, o la predicción de zonas geográficas con una alta concentración de casos no diagnosticados, facilitando la toma de decisiones sobre dónde intensificar los esfuerzos de cribado. Además, nos puede ayudar a optimizar las estrategias de cribado mediante modelos predictivos que permiten identificar personas con un mayor riesgo; o, como no, para mejorar la gestión de los datos y la toma de decisiones cuando nos enfrentamos a grandes bases de datos.

En este contexto, aunque tenemos al alcance de la mano la eliminación, para que sea un hecho tangible, debemos seguir trabajando en muchas áreas. Creo que estamos más cerca que nunca de conseguirlo, pero debemos hacer un último esfuerzo para poder encontrar y tratar a todas las personas que aún viven con hepatitis C en nuestro país.

Hepatólogos, infectólogos y todos los implicados en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, debemos trabajar de la mano para conseguir alcanzar ese objetivo que hace unos años parecía imposible: eliminar la hepatitis C como problema de salud pública.