Salud
1.000 millones de ahorro en salud cambiando el cigarro tradicional por alternativas menos dañinas
Sumado a reducir el consumo de alcohol y hacer deporte, según un estudio realizado en Italia. La prohibición y una mayor carga impositiva no ayudan a optar por hábitos más saludables
Los comportamientos de alto riesgo como fumar, consumir alcohol y azúcar en exceso y no hacer ejercicio no sólo repercuten en el bienestar físico y mental de las personas que siguen estos patrones sino que, además, tienen un elevado coste sanitario que acaba asumiendo el conjunto de la población. La prohibición y una mayor carga impositiva, no obstante, han demostrado no ser técnicas efectivas para promover hábitos de vida más saludables, ya que no cambian la mentalidad de los consumidores. En su lugar, el incentivo funciona mejor que el castigo. Educar a la población para que tome decisiones informadas e implantar una fiscalidad acorde al riesgo facilita el cambio a alternativas de menor riesgo, como los dispositivos de calentamiento de tabaco o el cigarrillo eléctrico, en el caso de los fumadores, pudiendo alcanzar un ahorro de más de 1.000 millones de euros al año, según un estudio realizado en Italia por Francesco Moscone, catedrático en Economía especializado en Economía de la Salud en la Brunel University London.
Esta es una de las principales conclusiones del Primer Foro Anual de Brunel sobre Economía y Política de la Salud, en colaboración con la Universidad de Oxford, en el que expertos y responsables políticos exploraron estrategias innovadoras para optimizar la asignación de recursos, especialmente en el contexto de la transición a productos de riesgo reducido. En concreto, un estudio realizado por Moscone en Italia demuestra que si el gobierno anima a los italianos a cambiar el cigarrillo por el tabaco calentado o los vapers, a beber menos vino y a practicar deporte, su servicio sanitario podría ahorrar más de 1.000 millones de euros al año. España e Italia tienen unas tasas de tabaquismo similares, aunque nuestro país tiene 10 millones menos de población. Por lo tanto, el ahorro potencial sería algo inferior. Otro de sus estudios refleja que si el 50% de los fumadores de Inglaterra se pasaran al vapeo, el Servicio Nacional de Salud podría ahorrar más de 500 millones de libras (583 millones de euros) al año. Estos beneficios por reducción de costes sanitarios aumentarían al incluir las pérdidas de productividad por absentismo.
Por su parte, Catia Nicodemo, catedrática en Economía de la Salud en la Universidad de Oxford, expuso que «una de las decisiones más comunes entre los gobiernos es aplicar los llamados ‘sin taxes’ o impuestos al pecado, que son impuestos selectivos sobre las ventas que gravan bienes específicos considerados perjudiciales para la sociedad, como los productos del tabaco, las bebidas alcohólicas o las bebidas endulzadas con azúcar. Con ellos se pretende desincentivar el consumo y cambiar el comportamiento de los consumidores hacia alternativas más saludables».
No obstante, lo que ocurre con estos impuestos punitivos es que «cambian el precio de los productos, pero no cambian la mentalidad de los consumidores». Además, afectan a los hogares con rentas más bajas, ya que asumen en mayor medida estos riesgos, y aumentan la desigualdad. En este sentido, el 20% de la población más pobre de Reino Unido gasta 1.286 libras (1.498 euros) al año en impuestos al pecado, el doble que el 20% más adinerado. También incentivan el mercado negro.
«Entonces... ¿cuáles son las alternativas a los impuestos al pecado? Hay muchas, como las campañas de concienciación, pero, de entre todas, utilizar productos que supongan un riesgo mucho menor y gravarlos de forma amigable o gravarlos en proporción a sus riesgos ayudaría sin duda a que la gente se pasara a opciones más seguras», señaló Catia Nicodemo. En lo relativo al tabaco, la experta subrayó que aplicar una fiscalidad más baja a las alternativas al cigarrillo tradicional como los dispositivos de calentamiento de tabaco, cigarrillos electrónicos o bolsitas de nicotina supondrá un importante incentivo para «que los fumadores se pasen a las opciones más seguras, mejorando así sus perspectivas de salud». Esto, a su vez, repercutirá en un menor gasto en salud.
A casi 10.000 km de distancia, en Corea del Sur, las conclusiones son similares. Joan Madia, catedrático de Ciencias Sociales y Bienestar Social en Universidad de Oxford, explicó que abogar por un consumo cero de alcohol y tabaco como hace la OMS no es realista y expuso que adoptando hábitos de vida más saludables se podrían evitar 73.400 incidentes de enfermedades no transmisibles en Corea del Sur. En concreto, el 31% de estas enfermedades podría evitarse si los fumadores cambiaran a alternativas menos nocivas y lo mismo ocurriría con los consumidores de alcohol en un 57% si cambiaran a bebidas de menor graduación. En su opinión, ofrecer información transparente sobre las alternativas y fijar una fiscalidad proporcional al daño son las estrategias más eficaces para mejorar la salud pública.
La doctora Zafeira Kastrinaki, experta del Consejo de Economía del Ministerio de Economía y Hacienda de Grecia, insistió en que la reducción de los comportamientos de riesgo podría frenar el gasto público e incidió en la importancia de «una combinación adecuada de políticas, por ejemplo, creando una diferenciación entre los productos de tabaco con combustión y sin combustión».
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