La opinión de Antonio Pelayo

2000-2025

Dos millones de muchachos y muchachas venidos literalmente de los cinco continentes rodearon con entusiasmo a Juan Pablo II como hoy lo hacen con León XIV

Antonio Pelayo
Antonio PelayoLa RazónLa Razón

Han pasado 25 años desde la celebración de la XV Jornada Mundial de la Juventud en el marco del Jubileo del año 2000 hasta el Jubileo de los jóvenes que hoy culmina. Dos acontecimientos separados por un cuarto de siglo pero, paradójicamente, unidos por un mismo hilo conductor.

Los que vivimos aquel “ferragosto” en el inicio del tercer milenio no lo podemos olvidar. Fue una “apoteosis” ( así titulé una de mis crónicas de entonces en la revista “Vida Nueva”) y esa era la palabra justa. Dos millones de muchachos y muchachas venidos literalmente de los cinco continentes rodearon con entusiasmo a un Papa octogenario. Karol Wojtyla esos días rejuveneció a pesar de sus muchos achaques y mostró una energía empapada de alegría.

Hoy volvemos al mismo escenario de entonces: la explanada de Tor Vergata en las afueras de la capital italiana donde esa multitud variopinta ha pasado la noche después de una jornada abrasadora. Hay un baile de cifras que oscila entre el medio y el millón de presencias; no es el dato más importante. Lo sustantivo es que la convocatoria no proviene de un cantante rock o de un ídolo del deporte. Esos chicos y chicas -como reconoció en su día el gran periodista Indro Montanelli- buscan, tal vez inconscientemente, en este mundo de lo efímero en el que les hemos hecho nacer: “Algo que no esté sometido al tiempo porque es eterno y que les ofrezca una estabilidad sobre la que poner una y otra vez los pies”.

Juan Pablo II insistió repetidamente en que lo que habían venido a buscar o mejor aún que a quien habían venido buscar era Jesucristo. Y ese, sin duda alguna, va a ser el núcleo de la homilía que hoy pronunciará el Papa León XIV. Imagino que algunos de mis lectores sonreirán con un cierto escepticismo ante esta afirmación pero estoy seguro que cambiarían de opinión si se encontraran donde hoy, como hace un cuarto de siglo, nos encontramos los informadores