Navidad

La otra cara de la Navidad: “Estas fechas afectivamente cuestan, y dinero también”.

Existe, se hace llamar depresión navideña: “No es que seamos el Grinch, simplemente es que no nos apetece estar felices en esta época”

Navidad triste
Navidad tristePhotographer: Marcin Robert Balcerzak

Luces, árbol con estrellita en punta y acción. La decoración y el ambiente que rodean a estás festivas e iluminadas fechas navideñas hacen de ella una época de obligada felicidad. Pero no es oro todo lo que reluce. No el total de la población atraviesa esta época en desbordante alegría.

Existe, se hace llamar “depresión navideña”. No hay estudios sobre ella, pero se caracteriza por ser un sentimiento de angustia, desánimo, nostalgia, apatía y melancolía. Puede ser transitoria y específica del momento o reincidente por problemas que ya estaban y que florecen de nuevo intensificándose más durante en el periodo decembrino.

Lo cierto es que, según el profesor de psicología del CEU San Pablo, Fernando Miralles, sí que existe un tipo de depresión de invierno que es científica: “Hay personas que en el mes de octubre y diciembre tienen depresión, pero depresión real si hablamos desde el punto de la psicología clínica o psiquiátrica”. Los días más cortos y con menos horas de luz provocan falta de vitamina D y disminuyen los niveles de serotonina, hormona que ayuda a regular el estado de ánimo. “Estamos apagados”, afirma el profesor. Esto no es todo. También estamos cansados. El invierno desciende los niveles de melatonina, hormona que se encarga de regular los ciclos de sueño. “Yo duermo peor, me cuesta, y cuando me despierto por la mañana, ¿quién quiere salir del edredón? Bueno, ¿quién quiera salir de casa con este frio?”, nos cuenta Sara, estudiante de Magisterio. “A mí me encanta pasear, hacer planes al aire libre, y me siento condicionada a estar en algún sitio resguardada. Encerrada, así me siento en invierno”, añade.

Fernando afirma que existen otros dos motivos claves en este bajón navideño: “La falta de dinero y la falta afectiva de personas que se han ido”. El psicólogo asegura que, en cuanto a la pérdida de un ser querido, “el primer año es el peor”. Carmen lo corrobora, pero nos explica que “nunca vuelve a ser igual”. Después de 13 años desde que perdió a su marido por un cáncer, “la lotería que te toca sin haber jugado”, ha vuelto a poner los adornos en casa. A él no le gustaban demasiado estas fechas, pero ella era “de belén, árbol y música de villancico sonando”. Asegura que las mejores navidades que recuerda fueron las anteriores a su perdida. “Había salido de una radioterapia, quimio y una operación muy complicada en la que perdió media vida, pero ahí estaba. Pensábamos que, si había podido con eso, podría con todo”. Carmen asegura que aunque la gente te diga que estás preparado, por lo que conlleva la enfermedad, “no es así”. Nos cuenta que ese 2006 pierde a uno de los pilares de su vida, alguien con quién empezó a los 15 años y el matrimonio funcionaba “que es muy difícil dado los tiempos que corren”. La Navidad le hace recordar: “Llega diciembre y piensas «si me pudiera acostar y no levantarme lo haría». La familia tira de ti y tú tiras por ellos. No quieres hacerles pasar un mal rato, todo lo contrario. A nada que le nombran en la mesa, porque hay que recordarle, eso siempre por favor, te vas al cuarto de baño a llorar, te lavas la cara y vuelves a salir”. A día de hoy Carmen se ha reinventado junto a sus dos hijos, pero “en estas fechas siempre todo cuesta un poco más”.

Miralles lo tiene claro: “Esto es un mercado de consumo y la Navidad implica gasto. La gente que no se lo puede permitir se siente fuera de juego”. Álvaro, de 42 años, vive con su hijo de 10 y entiende lo que implica no tener suficientes recursos. Es viudo y durante estas fechas trabaja de portero en un edificio durante el día y en un bar de copas por la noche. “Odio esta época porque a penas duermo. Lo hago por los regalos del peque, para que viva con ilusión la Navidad. Él todavía no se da cuenta y a mí me vale con su sonrisa cuando los ve, aunque sean pocos comparados con los de sus amigos”, nos cuenta. “La navidad afectivamente cuesta, y también dinero”, añade.

Pablo le entiende. Perdió a su abuelo un 24 de diciembre, pero no quiere hablar de ello porque dándonos la fecha "es bastante fácil de intuir" lo que le provoca esta época. El joven nos explica que lo que peor lleva es el balance de logros-frustraciones. “No me gusta está época. Parece que me recuerda todo lo que no he hecho, lo que no he podido hacer y lo que me ha salido mal”. Aquí entran en juego los famosos objetivos que todos nos marcamos al inicio de enero, pero también la reflexión profunda de cuantos nos hemos dejado sin cumplir por el camino. "Hay planes de marketing específicos en torno a estas metas tan típicas de comienzo de año. Un ejemplo son los de los gimnasios o academias de idiomas", afirma el profesor Miralles además de añadir que lo correcto sería "establecer objetivos reales a corto plazo".

A Pablo, Sara, Álvaro y Carmen estos meses la vida se les hace un poco cuesta arriba. “No es que seamos el `Grinch´, simplemente es que no nos apetece estar felices en esta época. Nuestro mayor regalo es que la sociedad no nos obligue a ello y nos entienda”, ruega Pablo.