Sociedad
Visionarios contra el cáncer
Roger Gomis y Priscila Kosaka investigan, cada uno en su correspondiente campo, cómo ganarle la batalla al cáncer. Gracias a ello, se han convertido en los ganadores de las Becas Fero-Mango, dotadas con 80.000 euros, que se dirigen a jóvenes investigadores de instituciones o centros de investigación nacionales que cuenten con un proyecto de investigación oncológica traslacional.
A Richard Nixon se le recuerda por poner fin con torpeza a la guerra de Vietnam. Pero libró una batalla más importante, aunque menos conocida, de la que sus nietos sí pueden estar orgullosos: declaró la guerra al cáncer cuando en los Estados Unidos empezó a morir un fumador tras otro. Por aquel entonces, apenas un 35% de los pacientes sobrevivía al cáncer gracias a algunas cirugías rudimentarias y a quimioterapias muy sencillas. Hoy, la tasa está entre el 60 y 70%. Y en algunos tipos, como el de mama, la supervivencia a los diez años llega al 85%. «Es un éxito que debemos a Nixon, porque su apuesta por financiar la investigación ha dado con nuevas dianas contra el cáncer. La inmunoterapia, la radioterapia o las terapias dirigidas son una muestra de que solo a través de la investigación se pueden salvar vidas», dice Roger Gomis, uno de los dos investigadores que han recibido la Beca Fero-Mango para impulsar la investigación oncológica traslacional.
Gomis tiene ese brillo en los ojos que tienen los niños y las personas curiosas. Aquellas que se preguntan qué pueden hacer ellos por la ciencia. Se doctoró en Bioquímica en la Universidad de Barcelona, donde también estudió Empresariales, y se fue a los Estados Unidos con una beca Fullbright para aprender de uno de los mejores, Joan Massagué, que dirige el programa de Biología y Genética del Cáncer en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York. Cuando regresó empezó a interesarse por la metástasis. Quería entender y responder dos preguntas: por qué no son al azar y por qué los tiempos de las metástasis son diferentes según el tipo de órgano que afecte el cáncer. «¿Sabías que el cáncer de huesos solo hace metástasis en el pulmón? ¿O que el de próstata inicialmente se propaga a través de los huesos? Resulta que las células cancerígenas no son tan anárquicas como se piensa. Siguen unos patrones, pero, ¿cuáles?», se pregunta. También explica que «los tumores de colon o de pulmón hacen metástasis a los tres o cuatro años y si a los cinco no se ha extendido, el paciente puede empezar a pensar que está curado». «En cambio, en uno de mama o de próstata, el riesgo de metástasis es bajo, pero sostenido en el tiempo», matiza. Gomis cuenta que gracias a la revolución tecnológica, hoy puede investigar la metástasis. Porque existen las herramientas para estudiarla en tiempo real en los animales sin tenerlos que matar y porque hay técnicas que permiten hacer fotografías más precisas de las células. Como en el Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona, donde trabaja, Gomis se interesó en cómo se origina la metástasis en pacientes con cáncer de mama de tipo luminal, el tumor de pecho más común. Es el que tiene mejor pronóstico, pero como es el que afecta a más pacientes, a un 70%, también es el que causa más muertes. El 15% de mujeres con este tumor hace metástasis, primero en los huesos, y luego se extiende a otros órganos. «En el hueso hay tres tipos de células y hemos demostrado que las tumorales se comunican con las que componen la médula del hueso, las Células Madre Mesenquimales. Y que cuando entran en contacto, el cáncer se desmadra. Creemos que si cortamos la comunicación, podremos frenar la metástasis, pero para hacerlo, necesitamos saber cómo se comunican», dice.
Este profesor del Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados agradece la beca porque la situación de la ciencia es España es «paupérrima». «Hace cuatro años que no hay presupuestos, estamos a niveles de la crisis y nos viene otra encima», lamenta. Pero Gomis vive constatemente generando ideas. «La creatividad en un científico es esencial, también la perseverancia», asegura, «porque si no llevas a la práctica una idea, te quedas en Julio Verne».
Unas enormes lonas protegen la entrada del Instituto de Micro y Nanotecnología del CSIC, situado en Tres Cantos (Madrid). Las obras de remodelación de la fachada proyectan una imagen del centro que deslucen lo que se hace dentro. Allí se desarrollan desde nano biosensores para la discriminación de células cancerígenas hasta nano ingeniería para obtener energía eléctrica del calor residual de forma más eficiente. Para el común de los mortales, terminología indescifrable cercana a la ciencia ficción; pero, para Priscila Kosaka, su trabajo diario: «No somos como los científicos chiflados de las películas», dice a modo de saludo.
Esta investigadora química del Consejo Superior de Investigaciones Científicas está convencida de que «solo con ideas nuevas podremos combatir el cáncer», por ello ha recibido la beca Fero de investigación oncológica, dotada con 80.000 euros. Con este dinero podrá desarrollar su proyecto, «una tecnología altamente sensible para detectar las proteínas que las células cancerígenas lanzan al torrente sanguíneo en el inicio del desarrollo del tumor, cuando está bastante localizado, y se puede tratar muy bien». En la práctica clínica «se haría a través de una biopsia líquida». El objetivo final, apunta Kosaka, es que «una persona, cuando vaya a hacerse un análisis de sangre, además de poder medirse la glucosa o el colesterol, pueda también saber si también está empezando a padecer un cáncer».
Una cuestión de proteinas
Para desarrollar su tecnología, esta química escogió el cáncer de pulmón por tener una gran incidencia y mortalidad. Más de un millón y medio de personas mueren a causa de él. Además, el 70% de los diagnósticos son muy tardíos, y con el sistema de Kosaka, se puede detectar la enfermedad incluso antes de que aparezcan síntomas. «Como identifica el cáncer en una etapa muy temprana, se evitarían muchos costes derivados de las cirugías y los ingresos hospitalarios», apostilla.
Actualmente, se conocen 19 proteínas de fusión –responsables de que las células sanas se conviertan en malignas– asociadas a este tipo de cáncer y esta científica del CSIC ha desarrollado un minúsculo sensor que mezcla la nano mecánica y la nano óptica capaz de «pescarlas» en la sopa que constituye el plasma sanguíneo, pese a que se encuentran en cantidades ultra bajas. ¿Y cómo funciona? Se sumerge el sensor en la sangre del paciente y, después, se coloca en una solución con nanopartículas de oro, capaces de amplificar la señal de detección. Los resultados son espectaculares porque su nivel de diagnóstico es 100.000 superior a los sistemas actuales. Aunque parezca sencillo, «para llegar aquí hay que imaginar mucho», comenta la investigadora. Pero es que «ya desde pequeña no jugaba normal: Si tocaba hacerlo con muñecas, yo las desmontaba. Y cuando me mandaban hacer redacciones yo prefería hacer cuentas». Cuenta esta mujer que nació en Brasilia hace 40 años que ella no supo que quería ser científica hasta que empezó la carrera de Química en la Universidad de Sao Paulo y entró en un laboratorio. Ahora, dice, las cosas han cambiado: «Con motivo de la Semana de la Ciencia vi a niños curioseando por aquí y me alegró muchísimo». Aunque vino a España con una beca de tres años ya lleva aquí 12 y aplaude que «se esté empezando a entender que la investigación y la ciencia es la base del futuro del país». Explica que si desarrollamos tecnología puntera, atraeremos inversores y crearemos empleo, «es una inversión a largo plazo, pero muy segura», subraya. Aunque el dinero que destina el Estado sigue siendo insuficiente. De ahí la importancia de instituciones, como la Fundación Fero, que se atrevan a apostar por proyectos disruptivos. «Si seguimos haciendo lo que hasta ahora, no podremos combatir el cáncer», insiste Kosaka.
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