Coronavirus
La tormenta perfecta hunde el turismo
El miedo se ha expandido más que el virus La cifra de cancelaciones de viajes supera ya el 60%. El sector da poriperdida la Semana Santa y calcula una merma de más de 33.668 millones de euros y hasta 350.000 puestos de trabajo
Tocada y hundida. La industria turística española vive sus horas más críticas. La expansión del coronavirus por toda España y la declaración del estado de alarma se han convertido en la tormenta perfecta que amenaza con frenar en seco a la locomotora económica de nuestro país. Tras la anulación de Las Fallas valencianas y la cancelación de la Semana Santa tradicional de muchos destinos, el sector turístico se encuentra en jaque y confi esa estar «ante la crisis más grave a la que se ha enfrentado nunca, superando incluso la quiebra de Lehman Brothers, pues ahora se está produciendo la caída de reservas más dramática y más veloz de la historia», asegura José Luis Zoreda, vicepresidente ejecutivo de la Alianza para la Excelencia Turística, Exceltur. De hecho, según admite, «el coronavirus está provocando la práctica paralización del sector y nos enfrentamos a una situación de emergencia para el tejido empresarial turístico». Exceltur ha echado cuentas y los números resultan inquietantes. Según la encuesta puesta en marcha por el lobby turístico, desde el inicio de la propagación del Covid-19 la caída en las ventas de las empresas turísticas españolas se situaban al cierre del pasado 11 de marzo en el -46%. A esta cifra se ha llegado en apenas diez jornadas. De mantenerse estos ritmos, el sector turístico español perderá en 2020, según las estimaciones de Exceltur, entre 18.825 millones de actividad directa e indirecta (si dura dos meses) y 33.668 millones (si dura 4 meses).
Desplome del empleo
Y todo ello tendrá una consecuencia directa en el empleo, hasta el punto de que, según el Consejo Mundial de Turismo y Viajes (WTTC), el número de trabajadores del sector podría caer en nuestro país entre 320.000 y 375.000 personas al desplomarse la actividad turística. De hecho, ya se está produciendo una oleada de expedientes de regulación de empleo en aerolíneas, cadenas hoteleras y agencias de viajes.
Estos datos son la consecuencia del miedo que se ha adueñado de los viajeros y de las empresas. «Y con la Semana Santa a la vuelta de la esquina, parece que ésta será la primera gran damnificada», reconoce Juan Molas, presidente de la Mesa del Turismo. Las expectativas de cara a la primera gran salida vacacional del año son nefastas. El coronavirus ha hecho saltar por los aires las previsiones de ocupación que tenían los alojamientos para el primer tramo del año, mientras que la cifra de cancelaciones no hace más que multiplicarse. Desde la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (Cehat) confirman que las anulaciones de reservas durante el mes de febrero se dispararon entre un 20% y un 40%, dependiendo de las zonas del país. Y esa cifra se ha hecho aún más crítica en los últimos días, ya que, según confirma a LA RAZÓN Martín Sarrate, presidente de la Asociación Corporativa de Agencias de Viajes Especializadas (Acave), «el número de cancelaciones supera ya el 60% de forma prácticamente generalizada. Y lo que resulta aún más preocupante es que apenas entran clientes. El miedo se ha expandido casi más que el virus y las reservas de cara a Semana Santa ahora están prácticamente paradas», reconoce.
Convertido nuestro país en un foco de coronavirus, la llegada de visitantes internacionales comienza a resentirse. De hecho, a los más de 70 países que ya restringen la llegada de viajeros españoles se suman aquellos que han colocado a España en la lista negra de los destinos a evitar. Con todo ello, si se cumplen los peores augurios, España podría perder alrededor de 2,7 millones de turistas en el conjunto del año si la alerta sanitaria se prolonga hasta Semana Santa, lo que provocaría un descenso del 3,3% en el dato global de llegadas de visitantes internacionales, según las previsiones de la consultora Simon-Kucher & Partners.
Medidas insuficientes
Consciente de las consecuencias económicas que supone la práctica paralización del sector turístico en nuestro país (que representa más del 12% de la economía española), el Gobierno lanzó el pasado jueves una batería de medidas orientadas a paliar las consecuencias de la crisis en la industria del turismo. Sin embargo, la crítica respuesta de la industria no se ha hecho esperar: «Ante esta catastrófica caída en las ventas y asumiendo que se trata de una situación coyuntural que durará como mucho unos meses, las empresas turísticas necesitan instrumentos de flexibilización y ajuste proporcional de sus costes de mucha mayor envergadura que las anunciadas para evitar que lo que debe ser una crisis coyuntural se convierta en estructural y ponga en riesgo la viabilidad de miles de empresas, sin distinción de tamaño», reclama Zoreda, aludiendo a las primeras medidas planteadas por Pedro Sánchez.
Entre otras cuestiones, el Gobierno prevé la creación de una línea de fi nanciación del ICO dotada con 400 millones de euros, «algo irrisorio si tenemos en cuenta que con la caída de Thomas Cook se puso en marcha un plan de fi nanciación de 500 millones de euros», recuerda Molas. De hecho, desde Exceltur se reclama ampliar la exigua dotación «al menos a 5.000 millones de euros, aportando garantías temporales que faciliten a las empresas su acceso». Y es que está en juego la desaparición de una parte muy relevante del tejido empresarial turístico, que contabiliza 457.000 empresas y un valor del PIB de 157.000 millones de euros, según el INE. Para paliar las dramáticas consecuencias económicas, el sector exige al Gobierno facilitar el aplazamiento de pagos sin coste de las cuotas de la Seguridad Social y el IVA para todas las empresas, a la vez que introducir la reducción de los plazos de reembolso de las liquidaciones a devolver del IVA. Además, según Exceltur, resulta imprescindible agilizar al máximo de días la gestión y aprobación de Ertes. Y cuando todo esto pase habrá que incentivar la promoción pública, para que España no se quede con la etiqueta de un destino inseguro para el viajero.
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