Coronavirus

De empresario a temporero: “Gano la mitad pero, al menos, hago algo”

Las mujeres liberadas trabajaban en el campo
Las mujeres liberadas trabajaban en el campoLa RazónLa Razón

Gustavo Ortas debería estar bajando las aguas bravas del río Gállego con algún grupo de escolares y sin embargo se sube cada día a melocotoneros de una explotación de Osso de Cinca (Huesca).

Como a tantos, la pandemia por el COVID-19 le ha obligado a dejar en «pause» su empresa de multi aventura y buscarse la vida; en su caso, como temporero de fruta de hueso en esta zona de Aragón. «Presentamos un ERTE y nos decidimos cinco compañeros y yo a hacer la temporada de la fruta».

UR Pirineos, la empresa de rafting y barrancos que abrió con otros cuatro socios hace 14 años en Murillo de Gállego (Zaragoza) comenzaba la temporada justo el mismo día en el que el Gobierno decretó el estado de alarma. Entre guías y personal de administración son unos 20 trabajadores que ya tenían todo preparado para atender las decenas de reservas de colegios y particulares pero, como en el resto de sectores, el coronavirus arrasó con todo.

«Mucha gente aplazó por si acaso en verano aún podían hacer algo pero otros cancelaron porque todavía no se sabe cómo va a afectar al turismo. Hay una incertidumbre muy grande». Como sus cinco compañeros con los que decidió apuntarse a esto, no tenía ninguna experiencia en el oficio.

«Hará unos 15 años que hice algo en la recogida de manzana pero nada más». Aún así, decidieron probar. El trabajo no es complicado pero es duro y no todo el mundo lo aguanta.

Primero tiraron de contactos de conocidos pero esa zona de Zaragoza «es más propensa a agricultura de secano y tiran más de tractores» así que, gracias a UAGA (Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón) acabaron dando con una empresa cerca de Fraga para la recogida del albaricoque.

«Estuvimos poco tiempo porque las condiciones de trabajo no eran muy buenas: muchas horas, alojamiento malo y teníamos que poner nuestro vehículo así que casi todo lo gastábamos en la gasolina de los desplazamientos».

Acabaron probando en la finca Montserrat, cerca de Osso de Cinca, donde se han quedado y están contentos porque hay «muy buen ambiente de trabajo», reconoce. Dice que de las 70 personas que están haciendo la recogida del melocotón «la mitad son de origen rumano, la otra mitad senegaleses» y solo ellos seis españoles.

La labor de estos días es aliviar la carga de fruto en las ramas quitando melocotones aún pequeños y verdes. Así el fruto que queda en el árbol madurará mejor y crecerá hasta un calibre «comercial». «Lo tienen todo muy controlado. Cada árbol tiene unos 220-240 melocotones y al principio te van indicando cuánto tienes que descargar hasta que ya le coges el punto».

«Aquí hay trabajo hasta finales de octubre y en 10 días empezamos con la cereza». Tienen que guardar las distancias de seguridad pero, por el tipo de trabajo que es, no les resulta complicado porque cada uno se sitúa en un árbol. Hacerlo con mascarilla sí es algo más incómodo porque pasan calor pero se adaptan. «Hacemos de 8:00 a 13:00 horas y de 15:00 a 19:00.

Los sábados solo hasta mediodía y tienen consideración con los que tenemos niños pequeños y nos dejan ir el fin de semana a casa».

Gustavo reconoce estar ganando mucho menos dinero que en su negocio pero «hay que sacar siempre la parte positiva. Aquí ganamos la mitad pero al menos hacemos algo y esto es toda una experiencia. A veces es parecido a un campamento de verano. Vamos juntos en bicicleta desde donde dormimos hasta la explotación.

Parecemos los de “Verano Azul”», bromea. Lo cierto es que el sistema de las bicis para el desplazamiento hasta la explotación es una buena idea que a otros empresarios les está suponiendo un verdadero problema. Las restricciones en la movilidad de acuerdo a los protocolos sanitarios fijados obliga muchas veces al titular de la explotación a hacer casi de taxista y tener que llevar uno a uno por separado, lo que supone que aumente los costes en este sentido un 20%, según denuncian desde COAG.

La Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos pelea estos días porque se incluyan una serie de consideraciones en los protocolos que establece el Gobierno en las fases de desescalada y se puedan salvar así algunas cosechas. «Aún estamos a tiempo», reconoce su presidente, Miguel Blanco, que es consciente de que «todo es muy complicado desde el momento que hay declarada una pandemia» pero cree que algunas restricciones que plantea el Gobierno para este tipo de trabajos en el campo choca con la consideración de sector esencial.

«Entendemos las dificultades para tomar decisiones y que es bastante más complicado de lo que pensamos dar con la clave, pero si no se flexibilizan algunos aspectos en la práctica se va a hacer inviable que podamos sacar las cosechas adelante». Blanco señala un escandaloso déficit de temporeros: «De los 285.000 temporeros que trabajaron el año pasado se considera que ahora tendríamos en déficit de 85 a 90.000 según el Ministerio de Agricultura pero nosotros hablamos de entre 90 y 100.000 personas».

Se trata casi la mitad con respecto al año pasado. «Gente dispuesta a trabajar hay a miles, aunque por todas estas restricciones que estamos padeciendo ahora se puede quedar en la mitad de la mitad», explica el portavoz.

CUADRILLAS ESPECIALIZADAS

La burocracia (las bolsas de empleo luego se trasladan a las ofertas de empleo territoriales) es otro de los grandes escollos para facilitar esa contratación de los parados para estos menesteres sin que pierdan la prestación. El 85% de los temporeros del año pasado (285.000 personas) muy centrados en el valle del Ebro (Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña) no eran nacionales.

La mayoría eran ciudadanos de países del Este y 7.000 personas extracomunitarios (principalmente marroquíes que hacen la fresa). Todos ellos son gente especializada y «que domina la situación», según Blanco. Para permitir la entrada de estos trabajadores, que en la práctica están teniendo muchos problemas en los puestos fronterizos, solicitan que se cree ese «corredor verde» que plantea la Comisión Europea para permitir a todos esos trabajadores del Este venir a trabajar a España porque, aunque se permitía, «en la práctica tienen tantas dificultades que lo hacen inviable».

Desde COAG reconocen que en Real Decreto del 7 de marzo se plantearon estas medidas para hacer posible la recogida de cosechas pero creen que son «claramente insuficientes» porque si en la práctica se restringe la movilidad, esas ofertas se limitan solamente a los trabajadores de los municipios colindantes, lo que lo deja en muy pocos candidatos.

En este sentido creen que sería primordial que se facilite la movilidad interprovincial a las cuadrillas especializadas bajo los controles sanitarios pertinentes y con contrato en destino pero, sobre todo, flexibilizar el concepto de proximidad para que puedan desplazarse a trabajar de temporeros gente que pertenece a la comarca y no solo los de los municipios aledaños.

«No tienen por qué pernoctar pero pueden hacer una hora de trayecto porque es lo que mucha gente tarda en ir al trabajo, por ejemplo». También considera importante que se corrijan las restricciones en el tema del transportes de los empleados: «Que puedan ir más de dos en un coche si van con la protección necesaria», dice. De lo contrario, el empresario tiene que llevar uno a uno a los trabajadores, algo que resulta inviable y que dispara los gastos de producción. Pero no solo deberían permitir el trabajo a los trabajadores de municipios situados a 60, 70 kilómetros.

La pernoctación fuera es otro de los grandes problemas que están afrontando al haberse cerrado todos los hoteles. Por eso, desde COAG solicitan a Agricultura que se hagan todos los esfuerzos posibles por llegar a convenios con albergues y casas rurales para que se permita su apertura con el único fin de acoger a estos trabajadores. Porque las medidas de confinamiento también han dificultado mucho que los agricultores puedan acoger los en sus instalaciones, que ahora no cumplirían las medidas obligatorias de distanciamiento. «Todo esto debería estar flexibilizado ya en la Fase 1 de la desescalada», indica Blanco.

Únicamente así podrán salvarse cosechas que aún están a tiempo. «Lo que más peligra ahora es que todavía estamos en temporada de recogida de frutos rojos (fresa, aunque ha caído mucho el consumo). Y ahora en mayo y junio se junta casi todo: fruta de hueso (albaricoque, melocotón, nectarina, paraguaya) después cereza, que es muy frágil, y fruta dulce (pera y manzana), que luego empalma ya en verano con sandía, melón y la vid en septiembre». Aún hay tiempo, pero no mucho.

25.000 PERSONAS SIN MERCADILLOS

Otra de las grandes reclamaciones del sector es la apertura de los mercadillos ambulantes de fruta y verdura fresca que se organizan al aire libre en tantos municipios españoles y que afecta a 25.000 personas que se dedican a la venta directa en agricultura ecológica o convencional, según COAG.

Desde el sector no han comprendido muy bien los motivos por los que sí se ha permitido la apertura de galerías comerciales, supermercados o tiendas de barrio, cuando los mercadillos al aire libre «ofrecen garantías mucho mayores» con respecto a los riesgos de contagio. «¿Qué sentido tiene que en un supermercado, en un espacio cerrado, se choquen dos carros y haya más gente junta se permita y no en un lugar abierto donde hay más espacio para hacer filas y menos objetos que tocar?», sostiene Blanco, presidente de COAG.

Uno de los colectivos más afectados por este cierre son los ciudadanos de etnia gitana, que se dedican a la venta ambulante y que ya llevan mes y medio sin salir a vender. «Se puede abrir con los puestos más separados y hay más garantía que en el súper», se quejan.