Desescalada

Cómo sobrevivir a la posguerra y a la nueva normalidad

La Mexicana, ejemplo de supervivencia que ha dado la vuelta al mundo. Otro argumento más para estar en el Guinnes de los récords

Cafés La Mexicana, en la calle Preciados
Cafés La Mexicana, en la calle PreciadosCristina BejaranoLa Razón

Arrecia la crisis económica que deja la Covid-19 y anima escuchar el relato de La Mexicana, un café cuya historia nos cuenta Álvaro Rodríguez a modo de fábula con moraleja, muy apropiada para saber qué hacer cuando solo te quedan dos opciones: o te rompes o te curtes. El relato arranca en ese viejo Madrid de 1890, cuando los hombres aún se movían por la ciudad en carruajes y el sonido más característico era el de los cascos de los caballos golpeando los adoquines. Su abuelo paterno, José, vagaba por una ciudad nocherniega en la que las tascas y teatros convivían con las penurias de la España negra. Huérfano desde bien chico, José era el mayor de nueve hermanos y el único varón. Malvivían a base de trueque. Unas judías traídas de El Barco de Ávila aquí, vino de Arganda para los curas allá… Un día llegó a sus manos un saco de café verde y aprendió a tostarlo en la misma corrala donde vivía. El aroma era tal, que no hubo vecino que se resistiese a comprarle un cucurucho de granos recién tostados. Su nombre llegó a oídos de Dolores Levil Biel, una mexicana valiente que había venido a España a conocer la tierra de sus padres. Le gustó la ciudad y compró un local en la calle Preciados para abrir una tiendecita de cafés. En cuanto le hablaron de José, quiso trabajar con él. Con los años, la mexicana puso fin a su aventura española y traspasó el negocio a este joven artesano, quien decidió mantener su nombre. En ese Madrid de 1890, el ferrocarril, el tendido eléctrico, los primeros teléfonos y el agua corriente en las casas burguesas anticipaban un tiempo cambiante, pero complejo. Mientras las gentes asistían al estreno de «¡Las doce y media sereno!», José perfeccionaba su oficio a pie de calle.

Imagen de la La Mexicana en la época de la Transición.
Imagen de la La Mexicana en la época de la Transición.La razónLa Razón

Desde entonces han pasado 130 años y el negocio ha sobrevivido a guerras, crisis, calamidades y expropiaciones. Sus herederos cuentan a LA RAZÓN que más que una historia es una vida alrededor del café. La Covid-19 obligó a echar el cierre temporal a algunas de las 17 tiendas, pero sobreviven con algunas de las enseñanzas de ese hombre emprendedor. Con la ayuda de sus dos hijos, José superó los difíciles años de la guerra y de la posguerra. Tras la muerte prematura del mayor, fue su hijo menor y padre de Álvaro, quien tomó las riendas del negocio a finales de los años 70.

Aquella tiendecita hoy está en el Libro Guinnes de los récords como la tienda que más café vende en el mundo. En los años de la Transición, el negocio fue viento en popa y se formaban largas colas. Hasta los grises tenían que poner orden para que la gente respetara su turno. Sus nietos continúan al frente del negocio manteniendo vivo el espíritu innovador de José. «Seguimos ofreciendo ese café puro y molido al momento, siempre delante del cliente, como nos enseñó el abuelo», dice Álvaro. En 2013 fue la primera marca de café en España en la venta online, una idea que ahora les ha permitido mantenerse en pie. «Es importante conectar con las nuevas generaciones y abrir nuevos escenarios. Viajamos continuamente en busca de nuevos orígenes y nuevas comunidades de productores», explica Álvaro. Dice que estos últimos meses, en los que todo son malas noticias y datos negativos, le viene frecuentemente a la cabeza la frase que repetía el entrenador Van Gaal: «Siempre positivo, nunca negativo».

Si fuese José quien hoy le contase su historia, animaría a sus nietos a encontrar el resquicio que permite ver una nueva oportunidad. “Son retos constantes -reconoce- y hay que afrontarlos con entereza. En La Mexicana hay muchas personas que están arrimando el hombro». El abuelo vivió horas peores como aquellos días en los que a Madrid, en estado de sitio, no llegaba café. «En lugar de cerrar la tienda, decidió vender malta y caramelos». En 2011 el negocio sufrió otro revés con una crisis de precios en la materia prima que disparó el coste de compra de una manera insostenible. «Y ahora, el coronavirus. Mi hermana Iria, más previsora, intuyó lo que estaba a punto de pasar. Decidimos reforzar el canal online en marzo, enviar gel y guantes a las tiendas e informar a trabajadores y clientes. En el tostadero se tomaron todas las precauciones sanitarias y comenzamos con el teletrabajo. Algunas tiendas se cerraron».

Viven la desescalada pendientes de la última decisión del Gobierno y actúan en consecuencia. Los herederos de La Mexicana mantienen en su ADN el instinto de supervivencia. Su biografía es la del propio café: «Nos hemos criado escalando pilas de sacos de café y haciendo fuertes con las cajas de los almacenes». Álvaro admite que la historia del abuelo parece un cuento con una moraleja actual. «Es otro bache, otro reto, pero por fin volvemos a inundar las calles con aroma a café recién tostado».